El Bien y el Mal IV

87 8 56
                                    

Jaskier yacía con la cabeza recostada sobre la fría piedra y Ciri encima de él, aún dormida, mientras la abrazaba.

El poeta pensaba en todo lo que habían hablado, su llanto, su vergüenza... y aún así recordaba sus palabras, "no tienes idea de cuánto evitas mi dolor" o "contigo vuelvo a reír", "¿te molesta si te abrazo? - Sabes que no" y no podía evitar sentir que se estaba enamorando de Cirilla. Cerró sus ojos y movió lentamente su cabeza negando, intentando deshacer sus sentimientos, cuando él nunca había sido bueno haciéndolo, porque simplemente nunca lo había hecho. Se golpeó suavemente la cabeza contra la pared, molesto con él mismo por haber llegado a sentir lo que sentía por ella.

Mierda, mierda, mierda. Era lo único que no debía hacer. Era lo único... sonrió, aún con sus ojos cerrados. Y fue lo único que hice. Oh, por favor... soy un idiota. Simplemente un idiota...

Recordó en Aretusa cuando la vio vestida con aquel hermoso vestido. El baile, sus sonrisas, su inteligencia, sus movimientos...

Cuando corrieron como locos tomados de las manos básicamente por toda la isla Thanedd, la contención que ella le había brindado cuando él había asesinado por vez primera. Los abrazos, las caricias, las risas... Las locuras que lo hizo hacer para huir de Garstang. Sonrió. Cosas que jamás pensó que se animaría a hacer... pero que las hizo, porque simplemente confiaba en ella. Porque lo tenía deslumbrado.

La lucha de Ciri contra aquel caballero negro, la gracilidad de movimiento, la rapidez de un ave, la posibilidad de haberlo matado y la decisión de haberse detenido. Jaskier sintió una puntada en el pecho, la admiraba profundamente y dolía tener que contener todo lo que le provocaba.

Mantenía sus ojos cerrados, porque no podía mirarla. Si la miraba, quería desesperadamente besarla y él nunca había sido bueno conteniéndose. Nunca.

Recordó cuando se despertó en aquella habitación de Loxia con ella a su lado en la cama, su cuerpo, sus piernas, su abdomen. Oh, por los dioses... me ha conquistado la pequeña Ciri. Soy simplemente un idiota. Su voz cuando le pidió que le cantara una melodía en élfico, su sonrisa, siempre dispuesta a reír cuando estaba a su lado, su sonrojo constante, sus respuestas ingeniosas e insolentes. Sonrió, aún con sus ojos cerrados. Bruja insolente... Recordó, también, cuando hablaron en la habitación, tan alejados como él necesitó para sentirse seguro, seguro de que no la tomaría en sus brazos para besarla en aquella habitación y... y él sabía que no habría podido detenerse si lo hacía...

Volvió a golpear su cabeza contra la piedra. - Idiota... soy un completo idiota...

Pensó en la taberna, horas atrás. Sus ojos esmeraldas contemplándolo como si no existiera otro hombre en el Continente, con su mentón apoyado sobre sus manos, mientras Ciri no podía evitar contemplarlo. Recordó lo bien que se sintió teniéndola a ella como espectadora, sin necesitar a nadie más. La pasión con la que lo hizo cantar... Cuando él le pidió su mano para acompañarlo sobre el escenario y ella, tan insolente como era... Jaskier sonrió recordándola... tan insolente como era, lo acompañó, a pesar de que no era su mundo, no estaba acostumbrada, pero se había dejado llevar por él.

Su mirada cautivada cuando le confesó a través del romance que él era débil, que la deseaba... que era su amor. La fuerza con la que ella había sostenido sus manos, lo rígido que había dejado su cuerpo, la debilidad que había sentido en sus piernas. Él había sentido cada una de sus reacciones corporales... y cada una de ellas, simplemente lo había conquistado.

Jaskier suspiró, aún con sus ojos cerrados. Era un idiota...

"Si este es el camino que he de tomar, recibiré mi sentencia. Te doy mi penitencia" ... ¿Por qué? ¿Por qué tenía que estar mal lo que sentía? ¿Por qué? ¿Por qué sentencia? ¿Por qué tenía que haber penitencia? ¿Por qué? Volvió a golpear suavemente su cabeza.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora