Revelaciones III

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III

La mañana llegó al interior de la cabaña con un grupo de enanos, gnomo y trovadores destrozados. Geralt era quien mejor había resistido los efectos nocivos de la mezcla de elíxires que habían llevado a cabo la noche anterior (aunque también con rastros de los abusos); el que peor se lo había llevado, había sido el poeta. Aunque el peloblanco sospechaba que tenía que ver con aquel sueño que lo había atacado. Dado el estado deplorable del bardo, Regis había propuesto que tomara un baño y todos habían aceptado, retirándose de la cabaña para que Jaskier se quitara la resaca, restos de alcohol y vómito (luego de despertar había vomitado cuatro veces, el brujo lo sabía) y se repusiera, cuanto menos, un poco.

Fuera de la cabaña Regis les servía una y otra vez vasos con agua al resto de los sobrevivientes al exceso nocturno. – He decidido que los acompañaré, buenos señores, si la oferta sigue en pie. – dijo Regis, acomodando su bolsa de lienzo y hierbas y otras pertenencias sobre una montura que había traído del interior del bosquecillo.

- Pues yo no reniego de tu presencia, barbero. – dijo Zoltan. – No dejaríamos a hombre solo en tiempos de guerra. Menos aún a semejante anfitrión. – Geralt miró al barbero, que no era barbero.

- ¡Trae un poco más de agua aquí! – pidió Ojazos sobre Pegaso, asqueada por el exceso de alcohol. Regis hizo como pidió. – Oh, los 30 no llegan solos... no debo olvidarlo. Siempre es igual... - se quejó la trovadora. – Has hecho bien en no beber, Regis... Oh, sí que has hecho bien.

- ¡Pero te has perdido la diversión! – aseguró el gnomo, el barbero sonrió.

- Nada de eso. Me he divertido mucho con ustedes, entre risas, cantos y vómitos. – todos rompieron en carcajadas y, justo en ese instante, Jaskier salió del interior de la cabaña con mejor aspecto que anteriormente.

- ¡Aquí está la moza debilucha! – gritó Caleb.

- Oh, cállate, ¿quieres? No estoy de humor. – dijo Jaskier y montó sobre Sardinilla. Quería ir con Geralt, porque tenía que contarle sobre Ciri y lo que había descubierto.






Cuando se disiparon las nieblas y la bola roja del sol ardió por encima de las coronas de los pinos y alerces de Fen Carn (en Sodden), la compañía ya estaba en camino, marchando con agilidad entre los túmulos. Dirigía Regis, tras el que andaban Percival, el gnomo, y Ojazos, dándose mutuamente ánimos mediante el canto a dos voces de un romance acerca de un pastor y una loba parda. Las voces de los dos sonaban roncas por tanto griterío la noche anterior. Luego iba Zoltan y finalmente, Geralt con Jaskier recostado sobre su espalda y quizás, durmiendo, pensó el brujo. Luego el resto de la compañía.

- Oigan... - interrumpió su canto Ojazos y golpeó a Percival para que se callara. – Tengo una pregunta... para ti, Regis... que pareces saber sobre muchas cosas ¿Qué sabes sobre vampiros? – el barbero pareció sorprendido por su pregunta.

- ¿Cuál es su duda, buena dama?

- Dime Essi u Ojazos... Ya estás en nuestra compañía. – le dijo. – Es que he escuchado ayer a unos campesinos estar dándole caza a un chupa sangres en las cercanías. – miró a Geralt. – Nuestro brujo no me ha sido de ayuda, ¿tú sabes algo más?

- Pero, ¿qué es lo que has escuchado, Essi? – preguntó Jaskier, levantando su mentón de la espalda de Geralt. El brujo supo que no dormía, solo descansaba o pensaba.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora