Veterano pescador de voluntades I

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El armero le entregó una espada a la joven Ciri y ella la tomó sobre sus manos. Sintió cómo la salamandra de la empuñadura se adecuaba con fuerza a su mano y cómo el peso la invitaba a lanzar un ataque y cortar. La joven bruja sonrió, sin poder evitarlo. El bardo no le quitaba los ojos de encima. Espera que traiga otra espada, así estoy armado también. Ciri lo miró, él la tranquilizó con sus ojos ambarinos. Esa espada no era perfecta para ella, era buena, pero no perfecta.

Bonhart sacó su espada de la vaina, la hizo girar. - Al patio. - ordenó. Ciri miró a Valdo, el bardo le dedicó su mirada, los dos sabían que necesitaban otra espada. Ella caminó al patio. Bonhart detrás de la jovencita.

El mercenario la atacó, ella también, como un rayo. Gritó, lo atacó en una plana siniestra. La hoja tintineó, pero Bonhart la paró. Ciri dejó caer la espada. Le pesaba sobre la muñeca... y esa sería de Valdo. Bonhart se acercó, ella hizo una pirueta brujeril, se tiró sobre la espada que había soltado, atacó con braveza al hijo de puta que la mantenía cautiva y éste volvió a parar el golpe.

- ¡Esa espada es pesada para ti! Por eso eres lenta como un caracol. - rio. Bonhart le dio un golpazo con la empuñadura de su arma y la insultó. Ella se mareó y se estampó sobre una mesa que tenía escudos, haciéndolos caer al suelo, estrepitosamente. Sintió mucho dolor, pero también euforia, por vivir. Ciri dio una vuelta de ballet, élfica, etérea y estuvo sobre el mercenario en menos de un segundo, estampándole una patada regia sobre el cuello.

- ¡¡Con armas, ratoncillo!! - se burló el tipo. - ¡Con la espada o nada!

Bonhart la tomó del brazo y tiró de ella frente al armero, una vez más. - ¡Otra! - exigió. - Esa espada no es para ella.

Esterhazy miraba totalmente estupefacto aquellos dos y no le quitaba los ojos de encima a Cirilla, luego de baile mortífero que había realizado. Después de varios segundos de silencio el armero se dio la media vuelta y se retiró.

- Ese idiota espero que te traiga una espada adecuada para ti. - dijo el mercenario.

- Espero. Así te corto el cuello con ella. - respondió Ciri. Él rompió en risotadas maliciosas.

- Cómo me diviertes, ratoncillo. No sé qué haría sin ti.

Valdo y Ciri no respondieron. Bonhart miró al bardo. - ¿Y tú? Cuando encuentre la espada adecuada para el ratoncillo, haré que te mate y disfrutaré viendo cómo tu sangre emana de ese cuellito tan lindo que tienes.

- Cuando tenga una espada adecuada será tu cuello el que despida sangre, estúpido hijo de puta. - insultó Ciri a Bonhart, lo que le valió una trompada sobre el rostro, que la dejó en el suelo. Valdo habría querido sostenerla, pero sabía que solo sería para peor.

Nadie agregó palabra a la conversación. Ciri se puso de pie en cuanto el vértigo abandonó su mente.

Al poco tiempo el armero se hizo presente con un estuche y lo dejó sobre una mesa. Miró a Ciri que tenía enrojecida su mejilla, la misma de la cicatriz, pero no dijo palabra alguna. Solo fue cómplice del mal trato en silencio. Como siempre sucedía. Siempre la esclavitud tenía lugar en el mundo por cobardes cómplices como aquel armero, pensó Ciri. Pero yo soy bruja. Mato monstruos.

Los tres se acercaron. Valdo miró la otra espada, tirada sobre el suelo, la que él tomaría cuando fuera el tiempo adecuado. Sonrió y rápidamente dejó de hacerlo.

Ciri miró el estuche sobre la mesa. La espada especial que el armero había traído para ella. - Esto es tuyo. - le dijo Esterhazy. - Una verdadera gwyhyr gnoma. Este núcleo tiene más de doscientos años. La guarnición, por supuesto, es mucho más reciente. - Ciri miró la espada que le había dado. Había unos garabatos difíciles de comprender, pero que algo removieron en su interior. - Que se cumpla lo que se tiene que cumplir. - dijo aquel hombre. - Te la regalo, jovencita.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora