Rosa del Destino IV

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Avallac'h descendió paciente hasta el último escalón de la oscura escalera y miró a Zireael. Ciri lo enfrentó, simulando desconocimiento de todo. Pero sabía que el elfo no sería estúpido, y no era casualidad que ella estuviera allí con las humanas. De igual manera, ella tampoco se consideraba estúpida y no se la iba a dejar fácil...

- Zireael, ¿qué haces aquí?

- Me he perdido. - mintió. - Y vine hasta aquí porque soy una persona muy curiosa, fíjate tú. - él guardó silencio, a pesar del sarcasmo de la bruja. - La pregunta más oportuna sería, ¿qué haces tú aquí?

- Te he estado buscando. - Seguramente, pero ¿cómo supiste que estaba aquí? Sería imposible, a menos que me estuvieras siguiendo...

- ¿Quién será el padre del niño? - decidió atacar con una pregunta completamente directa al elfo para desconcertarlo. Y lo logró. La mirada de Avallac'h se mostró en un principio anonadada, pero luego furiosa. Ella había revelado el motivo de su presencia delante de las sirvientas.

Sin embargo, el elfo no le dio el gusto y respondió, paciente:

- ¿El niño? ¿Qué pasó con el "parásito"? - Ciri lo miró. "Niño", porque podría ser que ya estuviera embaraza de Jaskier... - ¿Eso quiere decir que has aceptado?

- Necesito saber todo para tomar la decisión. - dijo ella. Necesito sacar a Jaskier de aquí de inmediato. Necesito hacer lo que me piden para sacarlo de aquí. Necesito salvarlo. Ciri moría de ganas de ver la expresión de a aquellas jóvenes esclavas a su espalda, pero sabía que no debía hacerlo. Y salvaré a los humanos que tienen cautivos aquí. Malditos elfos... No saben quién ha venido a este mundo. Holocausto para ustedes... malditos esclavistas. Soy Golondrina de Destrucción, para todos ustedes...

- El padre del niño - dijo tranquilamente Avallac'h, yendo al grano - será Auberon Muircetach.

> Auberon Muircetach es nuestro... ¿Cómo lo llamarías? ¿El caudillo supremo?

- ¿Rey? - preguntó Ciri y se cruzó de brazos. - ¿El rey de todos los Aen Seidhe? - Avallac'h le sonrió, pero no fue burlón, sino cariñosa aquella sonrisa.

- Golondrina. Los Aen Seidhe, el Pueblo de la Colina, son los elfos de tu mundo. Nosotros somos los Aen Elle, el Pueblo de los Alisos. Pero Auberon Muircetach, en efecto, es nuestro rey. - Ciri guardó silencio, afligida.

Un rey. Un maldito rey. Si estoy embarazada y engaño al rey de todo un mundo élfico... oh, dioses... Dioses... Dioses... ¿Qué he hecho? Sin embargo, hizo acopio de todo su temple para simular un semblante frío e inexpresivo. Sabía que no era muy buena o tan buena como Yennefer, pero debía intentarlo.

- Lamento mucho que sea un pesar tan grande para ti nuestro pedido. De verdad. - le dijo el elfo. Ella supo que estaba siendo honesto. Había algo en el elfo que le otorgaba cariño, pero ella no sabía el qué. Ese elfo la quería. Le tenía paciencia y se preguntaba por qué. - Ven. Te llevaré a comer algo. Estás débil, Golondrina.

- Puedes llamarme Zireael. - lo manipuló Ciri. - Veo que no te gusta decirme Ciri, y Golondrina es lo mismo que Zireael. Tampoco me hará mal. - él le sonrió. Las dos chicas siguieron limpiando luego de haber oído todo aquello, simulando que no existían. Ciri se preguntó si no las habría puesto en peligro.

- Avallac'h... - el elfo la miró. - Si acepto engendrar aquel niño... ¿Dónde tendría que ir?

- A la ciudad de Tir ná Lia. - respondió.

- Bien. Muchas gracias. - respondió la Golondrina. - Pero he de rechazar tu invitación. Comeré algo aquí, en la cocina. Fíjate que he encontrado dh'oine como yo y quisiera estar en compañía con mi raza. - señaló a las chicas. - Espero que no sea problema.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora