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Una carcajada escapó de mi garganta al ver la expresión en el rostro de Nigel

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Una carcajada escapó de mi garganta al ver la expresión en el rostro de Nigel. Él no rió, ni siquiera esbozó una pequeña sonrisa. Se abrazó el abdomen con un brazo y se arrodilló en el suelo para apretujar el césped con los dedos de su mano libre. Respiraba entrecortadamente, agitado.

—La próxima vez... yo eligiré el lugar de nuestra cita —dijo, mirándome con las pupilas dilatadas por el miedo —. No más parquis de diversiones...

Los gritos de las personas en las sillas voladoras opacaron mi risa.

—De acuerdo, los juegos extremos quedan fuera de la lista —respondí, trazando una línea en el aire, como si tachara mis propias palabras. Nigel copió mi gesto con mucho más ímpetu.

—Los dijaremos súper fuera —exclamó, riendo nerviosamente. Asentí, sonriendo, y me arrodillé frente a él para darle un rápido beso antes de ayudarlo a ponerse de pie.

—Ven, demasiada aventura por hoy —dije, tirando de su mano para alejarnos de allí.

—¿También sientes que tu cabiza estallará? —preguntó, recargándose suavemente sobre mí.

—Creo que mejor deberíamos estar en la sección infantil —me burlé, señalando el sector del parque dedicado a los niños pequeños, para que Nigel entendiera lo que acababa de decirle. Él rió.

—Eres criuel —dijo, dándome un suave empujón con la cadera.

Sonreí. Desde que Nigel pasó por mí no había podido dejar de reír. No conocía el idioma, así que era un chico de pocas palabras, eso hacía que sus comentarios y chistes valieran el doble. La forma en la que gesticulaba con las manos y rostro lo volvía una de las personas más divertidas que había conocido.

Después de la boda de mi hermano, (hace dos semanas), temí que las cosas entre nosotros se tornaran incomodas. La vez que me había interesado por un chico, salió huyendo tras el primer beso; pero Nigel no. Al contrario, era como si hubiera ganado confianza luego de descubrir que yo correspondía sus sentimientos.

Claro que no todo era tan perfecto, los paparazis no tardaron en hacer sus cosas, en cuestión de horas, mi relación con el bajista de la banda fue documentada por todas las redes y revistas. Sin embargo, eso no cambió la personalidad del italiano. Si me había parecido un chico adorable y tierno al principio, ahora había superado mis expectativas ampliamente. Las cosas iban en serio, y no podía sentirme más feliz por eso.

¡Per l'amor del cielo! —exclamó Nigel —. Ven, ven, ven —pidió, tirando fuertemente de mi mano para que corriera tras él.

—¿Qué ocurre? —pregunté, curiosa por su repentina emoción. Nigel solo sonrió y me guió hacia un inmenso puesto.

Muchísimos globos estaban atados en un enrejado, a unos pocos metros de distancia del mostrador desde donde las personas arrojaban dardos, con la intención de explotar alguno de ellos y ganar uno de los inmensos peluches exhibidos en la red que colgaba del techo.

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora