¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si formaras parte de un cuento de hadas? Jillian no. Nunca. Ni en sueños. Tenía una familia genial, un hermano genial, amigos geniales. Una vida por la que no necesitaba fantasear con historias sobre...
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—Majestad, Lady Kenzie está aquí.
El consejero y secretario de mis padres anunció mi entrada a su despacho en cuanto crucé el umbral. Ambos estaban parados frente a la ventana, observando en silencio como el manto blanco que caía del cielo cubría los jardines de nuestro castillo. Las manos del rey descansaban sujetas detrás de su espalda, la reina se abrazaba a sí misma con toda la delicadeza y elegancia del protocolo. Mi padre asintió una única vez y le agradeció a su consejero sin siquiera voltear a verlo. El hombre agachó la cabeza, me dedicó una rápida y educada reverencia y finalmente se marchó, cerrando la puerta detrás de él.
No estaba segura de qué hacer a continuación. Generalmente eran ellos los que empezaban a hablar cuando me llamaban, pero en esa ocasión ninguno de los dos parecía tener intenciones de hacerlo. Y yo tampoco. Hace unos minutos estaba a punto de ser la campeona de una partida de Twister entre los guardias del pasillo, y por culpa del urgente llamado de mis padres acabé abandonando el juego y mi victoria. Así que, si tan importante era el asunto, serían ellos quienes abrieran la boca primero.
Durante unos cuantos segundos permanecí en mi lugar, parada con una postura totalmente inadecuada, mientras inflaba y desinflaba mis mejillas, aburrida.
Repentinamente, mi padre giró sobre sus talones, tomándome desprevenida y haciendo que el aire en mis mejillas escapara de golpe. Mis labios profirieron un ruidito para nada delicado. Carraspeé, deseando que hubiera pasado desapercibido y me paré derecha para evitar que me regañaran por mi postura.
—Padre, madre... ¿Qué sucede? —pregunté, actuando con seriedad, como si estuviera preocupada por lo que tenían que decirme.
Mamá intercambió un vistazo con mi padre antes de indicarme con un gesto que tomara asiento. Inhalé hondo y me acerqué al lugar que ella había señalado, frunciendo levemente el ceño. Ellos se ubicaron en las butacas frente a mí y me observaron con la misma mirada que solían utilizar cada vez que tenían que decirme algo importante.
—Queríamos hablar contigo, hija —comentó el rey —. Es sobre el príncipe Buck...
—¿Qué ocurrió? —quise saber, esperando que estuvieran hablando de lo que imaginaba que estaban hablando, y no de algo más. Si aquel idiota se había metido en algún problema mayor lo salvaría solamente para poder patearle el trasero después.
Por el momento, no tenía muchas noticias de cómo estaban yendo las cosas en su reino. La última vez que había hablado con Buck fue la noche antes de su entrevista en el programa de Carson Wheeler, aquella en la que anunció su compromiso. Luego de eso no volvimos a comunicarnos. En ocasiones llamaba a Sophie o alguno de los gemelos para que me mantuvieran al tanto, pero la cocinera siempre estaba ocupada, Bellamy no era un gran hablador, y cada vez que Hunter intentaba resumirme algunos detalles acababa desviándose de la conversación hablando sobre idioteces que no tenían sentido alguno, así que me rendía y cortaba la llamada, con la esperanza de que todo fuera como lo planeado.