Sentí el resorte del colchón enterrándose en mi espalda mucho antes de despertar. Sin abrir los ojos, llevé una mano al sitio del cual provenía la molestia. Debajo de las sabanas pude rozar la punta sobresalida del espiral. Fruncí el ceño. ¿Desde cuándo los colchones del castillo eran tan incómodos? Mientras analizaba la situación, oí el taconeo de unos zapatos bajando una escalera... ¿Qué demonios? En el pasillo del palacio no había escaleras.
Abrí los ojos y mi estómago dio un vuelco.
Me encontraba en mi dormitorio, acostada en mi cama, cubierta con mis viejas y estúpidas sábanas de caricaturas. Ahora, la que antes me había parecido una acogedora y amplia habitación se sentía pequeñísima. Parecía que las paredes se encontraban tan apiñadas que apenas tendría espacio suficiente para llegar a la puerta sin tropezar con nada. La pintura amarilla que cubría la pared frente a mí se veía terrible en comparación con la paleta de colores que había en el palacio, y los posters, cuadros y carteles de neón solo servían para empeorarlo. Enredadas en el suelo estaban las guirnaldas de luces que había comprado con mi madre días antes de que me llevaran al castillo. Había planeado colgarlas la misma mañana que el guardia apareció en mi casa para arrastrarme al palacio, así que llevaban mucho tiempo en el suelo, incluso podía notar la débil capa de polvo que contorneaba su silueta.
Descansando sobre el escritorio frente a la cama estaba la corona plástica que había ganado en el parque de diversiones, aquella que le había regalado al príncipe antes de que todo se fuera al diablo. La última vez que recordaba haberla visto fue cuando conducía de regreso al castillo... Así que tampoco entendía qué hacía allí. Estaba segura de que si se tratara de una caricatura, el juguete se habría reído de mí con unas escandalosas y despiadadas carcajadas.
Me dispuse a levantarme, pero me había acostumbrado tanto a la amplitud de la cama en el palacio que cuando rodé sobre mi espalda calculé mal la distancia y acabé desparramada en el suelo, enredada entre las sabanas y con un brazo aprisionado en el escaso espacio entre la mesa de luz y el esqueleto de la cama.
La frustración y la confusión recorrieron mi cuerpo como una descarga eléctrica, al mismo tiempo que una punzada apuñalaba mi cabeza. Me llevé la mano libre al lugar donde sentí la puntada y respiré hondo para acallar un gritito. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. La última vez que tuve los ojos abiertos estaba en el despacho del rey entregándole mi brazalete a Emily, y de repente me encontraba en mi habitación, adolorida y confundida.
¿Qué estaba pasando?
—¿Crees que ya despertó? —preguntó la voz de mi madre, del otro lado de la puerta.
—No —respondió Rafael —, pero no tengo tiempo para seguir esperando a que la bella durmiente pierda el hechizo...
El picaporte se movió hacia abajo.
—Solo, vaya y despiértela —pidió la delicada voz de quien supuse, era Sophie —. Así podremos explicarle todo esto cuanto antes.
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KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGS
Jugendliteratur¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si formaras parte de un cuento de hadas? Jillian no. Nunca. Ni en sueños. Tenía una familia genial, un hermano genial, amigos geniales. Una vida por la que no necesitaba fantasear con historias sobre...