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No era consciente del caos que había en la cocina

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No era consciente del caos que había en la cocina. Me encontraba en el almacén. Mientras escogía los ingredientes para comenzar a preparar pastas mi cabeza estaba perdida en Yreister y los recuerdos que formaban parte de mi vida pasada. Papá adoraba esa comida. Yo solía prepararla todas las noches del último sábado del mes. Aun podía oír las alabanzas que hacía mi padre antes de sentarse en la mesa a disfrutar de su plato.

Lo extrañaba, a él, a mi vieja vida.

Antes vivíamos en una pequeña casa en Yreister. No era un lugar cómodo, comparándolo con el castillo nadie podría entender como hacíamos para vivir allí, pero a pesar de su falta de espacio era más acogedor que cualquiera de las habitaciones en ese palacio. Nuestra agenda también era muy apretada, la palabra tiempo libre ni siquiera formaba parte de nuestro vocabulario. Mi madre trabajaba todos los días en un viejo restaurante y mi padre era consumido por tres empleos distintos, aquellos que se había visto obligado a tomar para poder pagar la renta a fin de mes. Entre las clases de la escuela yo me encargaba de mantener la casa en orden y preparar comidas decentes con los escasos ingredientes que podíamos comprar, para que cuando mis padres llegaran luego de su último turno en el trabajo pudieran comer e ir a la cama.

Era una vida muy distinta a la que tenía ahora. Sin embargo, jamás la habría cambiado. El día que papá llegó a casa con dos pasajes de avión seguía reproduciéndose en sueños de los que despertaba llorando por la angustia que me generaban. El momento en el que anunció que deberíamos separarnos para que mamá y yo tuviéramos una vida estable en Taythor me atormentaba todas las noches.

Habían pasado diez años desde que eso sucedió, y la distancia aun dolía como una herida reciente. Logré adecuarme en el palacio, tenía buenos amigos y muchas cosas bonitas, pero no podía dejar de sentir un vacio en mi interior. Saber que mi padre ahora vivía en los callejones del reino, lidiando con la hambruna y el frío, me volvía loca. Por eso estaba tan decidida a hacer hasta lo imposible para sacarlo de allí, de la misma manera que él lo había hecho con mi madre y yo.

Suspiré. Todo estaba saliendo bien, en poco tiempo podría tener a mi familia reunida de nuevo. Me repetía esas palabras día y noche, para convencerme de que no tenía nada de que preocuparme.

Todo estaba saliendo bien. Todo estaba saliendo bien.

Todo.

Estaba.

Saliendo.

Bien.

Abandoné el almacén justo a tiempo para oír el chillido de una de mis compañeras resonar en la cocina. Pude ver un tumulto de gente amontonándose alrededor de algo cerca de la puerta de entrada. Fruncí el ceño, confundida. En sus puestos solo quedaban unos pocos cocineros, los cuales parecían estar tan perplejos como yo. Sacudí mis manos de harina contra el pantalón, y cuando estaba a punto de acercarme a averiguar qué sucedía, mi madre se sumó a la escena, con un gesto enfadado en el rostro y los brazos en jarras.

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora