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HACE DOS DÍAS

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HACE DOS DÍAS

Las puertas del palacio se abrieron, un guardia uniformado de rojo se inclinó mostrando respeto y nos invitó a pasar con un educado gesto de su mano.

—Lady Emily, señor Barnes —saludó —. Síganme por aquí, por favor.

El hombre comenzó a caminar.

—¿Señor? ¿Porqué tu eres Lady y yo señor? —protesté en voz baja, inclinándome para hablarle a Emily al oído. Ella sonrió.

—¿Acaso prefieres que te llamen Lady Barnes? —se burló.

—Al menos suena más bonito —dije, encogiéndome de hombros.

Emily rió y tiró de mi mano para comenzar a seguir al guardia.

—Deja de protestar y camina, Lady Barnes.

Sonreí y dejé que me condujera por los pasillos del castillo de Golphier.

No era la primera vez que visitaba ese reino, la banda había tocado allí en varias ocasiones. Pero si era la primera vez que entraba al palacio. Todo en ese lugar era muy diferente a Taythor. Para empezar, la paleta de colores no era dorada. Allí la tonalidad que predominaba en las paredes, muebles y cerámicos era la que representaba al reino: naranja, como las frutas que crecían en sus preciados árboles. La estructura del castillo cambiaba también. El techo no era plano ni transparente. Este se abombaba en las puntas, formando unas inmensas cúpulas, y del centro colgaban unos grandes candelabros de cristal. En la entrada no había ninguna escalera, sino un largo y único pasillo.

El palacio de Golphier era mucho más sencillo que el de Taythor.

—Nada ha cambiado desde la última vez que estuve aquí —comentó Emily, mirando todo con atención.

—¿Ya había visitado el reino, alteza? —preguntó el guardia, cortés.

Ella asintió.

—Hace unos cuantos años —dijo —. Acompañé a mis padres en una junta de negocios. Escapé del almuerzo para jugar con la mascota del príncipe Flynn y acabé perdiéndome en los pasillos.

Sonreí.

—Creo que lo recuerdo —comentó el hombre, aminorando la marcha para que poder hablar con más comodidad —. Usted a penas era una señorita, me pidió ayuda para volver al comedor.

—¡Es cierto! —exclamó, riendo —. Recuerdo que le dijo a mi madre que no me regañara cuando me regresó con ella.

El guardia asintió lentamente.

—¿Y lo hizo? ¿La regañó?

—Todo el camino de regreso a casa —respondió Emily, con pesadez —. Me castigó con clases de comportamiento por una semana completa.

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora