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Luego de pasar más de una hora agonizando en la cama por todas mis desgracias, decidí tomar una ducha creyendo (ilusamente) que eso me ayudaría a limpiar los malos pensamientos y hacer que la tranquilidad regresara a mí

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Luego de pasar más de una hora agonizando en la cama por todas mis desgracias, decidí tomar una ducha creyendo (ilusamente) que eso me ayudaría a limpiar los malos pensamientos y hacer que la tranquilidad regresara a mí. Al principio todo iba muy bien; eso si no teníamos en cuenta el momento en el que resbalé con el pequeño tapete del suelo mientras batallaba para quitarme los pantalones. Logré atajarme del borde del lavabo, pero aun así me golpeé la cabeza contra la tapa del retrete... Me había acostumbrado demasiado a los espaciosos ambientes del castillo y mi estúpida adaptación estaba trayéndome más problemas de los que me gustaría.

Ahora, aun conservaba la jaqueca de la resaca pero al menos el dolor que el golpe me había regalado estaba disminuyendo.

De pequeña me encantaba pasar tiempo en el agua de donde sea: la ducha, la tina, la piscina, el lago... ¡Incluso amaba chapotear y sentarme sobre los charcos que se formaban en la calle luego de una tormenta! Y eso aun no había cambiado. Estar bajo la suave y cálida lluvia de la ducha me relajaba, era como si todas mis inquietudes se ahogaran con las gotas y se hundieran en lo más profundo de mi interior, en aquel sitio oscuro donde los problemas iban a morir.

La guerra, la decisión suicida de mi hermano, la amarga e inexistente despedida del príncipe, la idea de volver a ver a Nigel sin nada bueno que decir... Los malos pensamientos comenzaban a sucumbir y a desaparecer. Estaba muy cerca de conseguir ese efecto relajante que tanto necesitaba cuando algo sucedió.

Mis inconvenientes recibieron un bote salvavidas y evitaron ahogarse.

Para empezar, mi cabello era un desastre. Estaba completamente enredado. Cuando me vi por primera vez en el espejo del baño, me pregunté cómo había hecho Sophie para hablar con la seriedad con la que había hablado sin detenerse en ningún momento para reírse de mí. ¡Hasta la melena de un león estaba más controlada que la mía!

Traté de deshacerme de los nudos con una grosera cantidad de acondicionador, pero no había resultado bien. Así que, antes de aplicar una segunda parte de crema decidí hacer el esfuerzo y desenredarlo con mis propios dedos. Empecé con calma. Separaba mi cabello en mechones diminutos, me detenía cuando me atascaba en un nudo, lo desarmaba con dedicación y tranquilidad... Pero luego de unos cuantos minutos de inútiles intentos, el agua comenzó a enfriarse y yo perdí la paciencia.

Enterré los dedos en la parte más alta de mi cabeza y los bajé de un brusco tirón. Un débil gruñido escapó de mis labios. Mi cabeza chillaba de dolor y me había arrancado varios cabellos. Pero a pesar de eso no me detuve porque los resultados de mi ira habían sido positivos.

Lo hice una, dos, tres veces más... Y justo cuando estaba por desenredarlo por completo mi mente fue atacada con los fugaces destellos de unas imágenes que no sabía que existían. Las escenas recorrieron mi cabeza con la misma rapidez que un viejo reproductor de cintas. De repente veía el despacho del rey, al príncipe sentado junto a mí riendo ante una de las estupideces que yo había dicho, sentía sus suaves labios sobre los míos y sus dedos acariciando mi cabello con muchísima más delicadeza que la que yo estaba ejerciendo en ese momento...

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora