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Con manos torpes y lentas garabateé el titulo de una nueva etapa en la libretita: apatía, indiferencia (y todos sus derivados)

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Con manos torpes y lentas garabateé el titulo de una nueva etapa en la libretita: apatía, indiferencia (y todos sus derivados).

Desde que el príncipe recibió la llamada de Hunter en el coche, no fui capaz de emitir palabra alguna; no porque estuviera en shock, sino porque ya no me importaba. Buck tampoco habló demasiado durante el transcurso de regreso al castillo, o quizás lo hizo y yo simplemente no le presté atención. Estaba harta. Si los reyes regresaban al palacio y lo encendían en llamas, me preocuparía solo por salir, y luego permanecería en los jardines sentada en el césped observando cómo los enormes muros ardían hasta convertirse en cenizas doradas.

En el castillo todo era un caos. Algunos de los trabajadores, quienes se habían enterado de la fuga de los reyes, buscaban respuestas en cualquier rincón, desesperados por una explicación. Sabía que el príncipe había hecho un rápido anuncio en plena noche, pocos minutos después de que regresáramos del parque, para comentarles una mejorada versión de la historia a sus empleados e intentar que las cosas se tranquilizaran. No sé si tuvo resultado, porque yo estuve encerrada en mi habitación durante el evento. Hunter me dejó allí cuando nos recibió a Buck y a mí, en la madrugada. Me acompañó y me regaló un Yo-Yo dorado cuando nos detuvimos en el umbral. "Se buena niña y juega con esto en tu habitación", dijo antes de cerrarme la puerta en las narices y marcharse por el pasillo, llevándose al príncipe consigo.

No protesté ni hice preguntas, porque no estaba de humor para esas cosas. Acepté mi nuevo juguete y permanecí en donde me había indicado.

Rafael se unió a mi poco tiempo después. Resulta que Sophie lo había echado del lugar donde se encontraba para que no estorbara; la cocinera estaba muy ocupada tratando de hacer que todos mantuvieran la calma y, (aunque intentara disimularlo), el latino estaba tan nervioso que no servía de ayuda. Así que acabó llamando a mi puerta y se derrumbó en mi cama sin siquiera pedir permiso.

Todos tenían mejores cosas que hacer. Todos, excepto Rafael y yo. De repente, volvíamos a ser los intrusos, las personas que estorbaban en los pasillos. ¡Incluso Carson tenía una tarea! El reportero estaba como loco corriendo de un lado a otro llevando la información que obtenía a las personas que estaban involucradas en la situación, asegurándose de que nadie se perdiera ningún detalle. Claro que aquello no nos incluía ni a Rafael ni a mí. Yo ni siquiera terminaba de entender lo que había ocurrido. Sabía que los reyes habían escapado, y sabía que el gemelo amable sorprendentemente había tenido algo que ver con eso, pero mi conocimiento no se extendía más allá. Había tenido la esperanza de que Rafael supiera más, pero no había emitido palabra alguna en todo el tiempo que estuvimos juntos. Así que, o estaba en la misma situación que yo, o no quería compartir la información que tenía conmigo.

Ahora seguíamos en el mismo lugar que antes. Yo me encontraba sentada en la sillita del tocador y Rafael aun estaba en la cama, conservando la misma posición que había adoptado desde que ingresó a la habitación, boca abajo y con la cabeza enterrada entre un montón de almohadas. Estaba tan quieto y callado que por un momento creí que se había asfixiado con la tela de las sábanas.

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora