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Mi cabeza era una desastrosa página en blanco

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Mi cabeza era una desastrosa página en blanco. Mi padre estaba frente a mí, con aquella mirada implacable que hacía trastabillar a mi corazón y respiración, la misma mirada que me había dedicado durante todos esos años. Y lo único en lo que yo podía pensar era en lo estúpido que había sido al permanecer del otro lado de la puerta en vez de esconderme junto a Kenzie. No tenía forma de escapar de esa situación, si hacía un movimiento brusco para intentar zafarme solo conseguiría potenciar su ira. Me encontraba literal y figurativamente atrapado entre la espada y la pared, la única diferencia era que en mi caso la espada estaba materializaba con la forma del rey.

—Debo admitir que es una grata sorpresa verte aquí —murmuró, intentando ocultar su mueca de desagrado debajo de una fingida sonrisa —. Nunca creí que tendrías las agallas suficientes para enfrentar tus problemas personalmente.

Su gruesa voz se coló en mi interior y retumbó contra mis huesos, haciéndome temblar. Millones de imágenes del pasado recorrieron mi cabeza en cuestión de segundos. Se reprodujeron en mi mente como si se tratara de una horrible película de terror, atormentándome en niveles altísimos y desesperantes, debilitándome. Tomé una profunda bocanada de aire y apreté los labios, mientras me obligaba a mirarlo a los ojos. No era capaz de emitir palabra alguna, pero al menos debía intentar compensar mi silencio devolviéndole la mirada con la misma intensidad con la que él me fulminaba. De esa forma tal vez podría pretender que era tan poderoso y despiadado como él.

Mi padre dio un pequeñísimo paso hacia atrás, si no lo hubiera visto mover los pies habría pensado que simplemente se había inclinado.

—¿En las manos de quién has dejado el castillo? —preguntó, alzando una ceja —. ¿Tú amiga cocinera? ¿El reportero? ¿O en las de tu linda y falsa noviecita?

No respondí, y obviamente él sabía que no recibiría respuesta, porque no se molestó en aguardar por ella. Chasqueó la lengua meneando la cabeza con desaprobación y siguió hablando:

—Supongo que has improvisado sobre la marcha... —dijo —. Es una lástima, creí que eras un hombre más listo.

Soltó un ruidoso suspiro. Mi cabello revoloteó levemente por la brisa que su soplido provocó.

—Escucha, Buck. —Pronunció mi nombre como si se tratara de una maldición. Hizo una pausa, para incrementar el dramatismo en su comentario, y cuando se aseguró de que tenía toda mi atención siguió hablando—: Estoy de buen humor hoy, así que les daré la oportunidad a ti y a tu diminuto equipo de que se marchen sin un rasguño —dijo, meneando la cabeza como si se sorprendiera de su propio ofrecimiento —. Tú, más que nadie, sabes lo mucho que me molestan las distracciones. Y justo ahora ustedes están siendo una de ellas, una muy fastidiosa si me permites decirlo... —selló los labios —. Vuelvan a sus casas ahora y estaré dispuesto a fingir que no me han contrariado.

Solo un idiota podría creer sus palabras, y me molestaba saber que él pensaba que era lo suficientemente estúpido como para tragármelas. Nunca había tenido tantas ganas de golpearlo como en ese momento. Aquel hombre se había encargado de hacerme sentir como un peso muerto en todos y cada uno de los años de mi vida. Incluso cuando no lo dejaba explicito en sus oraciones, sus desprecios y burlas se hacían oír ocultas disimuladamente detrás de otras palabras.

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora