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Unos rápidos puñetazos en la puerta me despertaron

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Unos rápidos puñetazos en la puerta me despertaron. La madera se abrió y las tenues luces de mi habitación se encendieron.

—Princesito... Ew, ¿duermes en bóxers? —la voz de Hunter resonó en toda la habitación. Me removí en la cama con pereza y cubrí mis ojos con un brazo, para protegerme de la luz. No pude evitar sentirme fastidiado, había tardado demasiado tiempo en conciliar el sueño y el hermano de Bellamy tenía la reputación de fastidiar a los demás cuando hacía guardia durante las noches... Solo esperaba que tuviera un buen motivo para hacerlo.

—¿Qué quieres, Hunter? —pregunté con voz soñolienta.

—Siempre creí que dormías con tu traje puesto... —susurró, burlón. Me quité el brazo del rostro para fulminarlo con la mirada, él sonrió divertido y siguió hablando—: Bellamy acaba de recibir a la niña —informó —, ha regresado.

Me senté en el colchón rápidamente, sorprendido.

—¿Jillian?

Hunter rodó los ojos.

—No, la niña scout que vende galletitas —ironizó en un murmullo —. ¡Claro que es Jillian! —se desesperó levantando los brazos. Tomó los pantalones que descansaban en los pies de la cama y me los arrojó a la cara —. Vístete y apresúrate —ordenó antes de abandonar la habitación, cerrando la puerta tras su salida.

Luego de tres fallidos intentos logré enfundarme los pantalones, me calcé los zapatos sin desanudarlos y busqué la camisa blanca que había usado el día anterior. Si mi mayordomo hubiera estado allí, se habría escandalizado al ver el descuido con el que me estaba vistiendo. Los últimos botones de la camisa se desprendieron cuando la pasé por mi cabeza, los abroché con manos torpes y adormiladas, y finalmente me marché de la habitación.

Zigzagueé por los pasillos hasta que llegué al recibidor. Hunter y Bellamy estaban allí, parados frente a dos personas, me sorprendió descubrir que Jillian iba acompañada por Rafael Reyes, el chico que había rechazado a Bellamy el día que le propuso el plan. Casi en contra de mi voluntad, mis ojos se dirigieron a ella en cuanto me detuve al comienzo de la escalera. Jillian me sostuvo la mirada y soltó un suave suspiro antes de hablar:

—Tú ganas... Casémonos.

Si su regreso ya me había tomado por sorpresa, ahora que aceptaba mi petición me sentí completamente perplejo. Tan solo pude mover la cabeza en un corto y único asentimiento. Ella hizo lo mismo. Me obligué a terminar de bajar los escalones que restaban y me detuve frente a los nuevos visitantes. La mirada con la que el baterista me fulminó hizo que me sintiera mas incomodo de lo que ya estaba. Era obvio que no estaba contento de encontrarse allí.

Carraspeé e intenté simular que tenía la situación bajo control.

—Es... muy tarde, y supongo que deben haber tenido un largo viaje —dije mirándolos a ambos —. Será mejor que descansen. Mañana podremos discutir todo con más tranquilidad.

KINGS, QUEENS, AND FUCKED UP THINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora