¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si formaras parte de un cuento de hadas? Jillian no. Nunca. Ni en sueños. Tenía una familia genial, un hermano genial, amigos geniales. Una vida por la que no necesitaba fantasear con historias sobre...
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El banquete estaba resultando mucho más aburrido de lo que imaginé. La música era terrible y muy silenciosa. No había rostros conocidos, excepto por unos pocos con los que no me apetecía hablar en ese momento. La audiencia del reportero estaba más bien conformada por adultos aburridos, y la mayoría de las chicas o mujeres que resultaban interesantes estaban acompañadas por alguien o tenían alguna brillante alianza en sus anulares. Si hubiera un ranking para las peores fiestas del universo, aquella sería la número uno por y para siempre.
Ni siquiera sabía porque permanecía en la sala de reuniones. Supongo que por la comida...
Suspiré y tomé una de las copas de champan de la bandeja que sostenía uno de los camareros que paseaba por allí. El chico recibió el vaso vacio que le entregué y se marchó sin mediar palabra cuando unas personas delante de nosotros lo llamaron para pedirle más bebida.
Agradecí su rápido abandono y me dispuse a continuar con el único entretenimiento que había en ese maldito lugar: beber como si de eso dependiera mi vida.
Una pareja mayor que había cerca de mi me lanzaba miradas juzgonas de vez en cuando, espantados por la cantidad de alcohol que estaba ingiriendo. No estaba seguro si me habían reconocido o no, pero teniendo en cuenta la edad que aparentaban probablemente no sabían de la existencia de mi banda. Así que, ¿qué más daba si veían como me embriagaba en el rincón? Las cámaras estaban tan ocupadas persiguiendo al príncipe y a Jillian que no reparaban en mí.
Tenía todas las cartas a mi favor.
Estaba a punto de llamar al mesero para pedirle una ¿decima?, ¿decimotercera?... ¿vigésima?
¿Cuántas copas iban? Carajo, ya había perdido la cuenta.
El punto era que estaba a punto de llamar al mesero para pedir otra copa, cuando mi atención fue captada por algo más. La cocinera a la que había ayudado la mañana anterior se encontraba a unos pocos pasos de mí. Estaba parada frente a una de las mesas de aperitivos, hablando con la mujer que la atendía. No llevaba la misma ropa de antes y su cabello estaba suelto a diferencia del otro día. En vez de usar unos gastados jeans, tenía una falda marrón y un delicado sweater blanco, los cuales se amoldaban perfectamente a su figura. Los largos rizos de cabello castaño caían por su espalda hasta su cadera, y cada vez que ella reía por alguno de los comentarios de la mujer, se mecían suavemente, brillando por el reflejo de la luz sobre ellos. Estaba lo suficientemente cerca como para poder oírla... y tenía que admitir que el sonido de sus carcajadas era tan melodioso y simpático que en cuestión de segundos me encontré a mi mismo sonriendo como idiota, a pesar de que no tenía idea de qué iba su conversación.
Tal vez había exagerado un poco. Después de todo, sí había personas interesantes en esa sala.
Dejé mi copa vacía sobre la mesa más cercana y revisé mi imagen disimuladamente en el reflejo de una de las bandejas antes de encaminarme en su dirección. Estaba aburrido, ella lucía fantástica, y el champán no era tan rico al fin y al cabo.