Cpitulo 20

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Hermione se sentía aliviada y entusiasmada por la decisión que había tomado. Por primera vez desde que llegó a aquella época estaba actuando libremente. No le importaban las consecuencias y su optimismo había vuelto a instalarse en su cuerpo, esta vez para quedarse con ella. "Estoy segura que todo saldrá bien."

El trayecto hacia el lugar que había decidido que sería su refugio se le hizo muy largo, sin embargo, eso no le importó pues no tenía prisas por llegar. Estaba disfrutando de su paseo y de la perfecta tarde de primavera que hacía. El cantar de los pájaros le acompañó durante el camino, como si quisieran escoltarla para que llegara sana y salva a su nuevo destino.

Una mansión se alzaba sobre una pequeña colina, rodeada de hierba y árboles, haciendo de aquella casa un perfecto lugar de residencia.

Conforme se iba acercando a la enorme casa, más le entusiasmaba lo que estaban viendo sus ojos. A lo lejos divisó a dos pequeñas jugar alegremente con un perrito de color canela.

Con cuidado, se dirigió a saludar a las pequeñas.

—Buenas tardes preciosas, ¿es que vivís aquí cerca?

Las niñas se sobresaltaron cuando escucharon la voz de la mujer, pero rápidamente las gemelas la reconocieron. Sin apenas darse tiempo a reaccionar.

—Hola, si... espera me suena tu cara, eres la mujer que acompañó a mi hermana Abril el otro día —anunció una de las niñas.

—Y la novia del Sr. Tom Riddle —susurró la otra niña, la más traviesa de las dos.

— Así que soy las hermanas pequeñas de Abril ¿Y por qué dices que soy la novia de Tom Riddle? —preguntó Hermione ruborizada, agachándose para ponerse a la misma altura que ellas.

—Porque el día que fuisteis a casa de la abuelita os vimos abrazados —intervino la pequeña.

—Nuestra hermana dice que un hombre y una mujer solo pueden abrazarse si van a casarse. —Rió una de las niñas tapándose la boca con sus pequeñas manos.

Hermione se contagió también de las risas de las niñas y empezó a reír a carcajadas hasta que una de las gemelas le confesó algo que hizo que su corazón diera un vuelco.

—Además, un día escuchamos al Sr. Riddle gritar tu nombre mientras dormía en el sillón—dijo la niña.

—Pero es un secreto, no podemos contárselo a nadie. Él nos lo prohibió y nosotras tenemos que hacerle caso —susurró la pequeña.

—No os preocupéis, vuestro secreto está a salvo conmigo —consiguió decir Hermione disimulando tranquilidad, aunque realmente aquella

confesión había hecho que su corazón latiera con mayor intensidad.

—¡Promételo! —exclamaron las niñas al unísono.

—Os lo prometo.

Las niñas se miraron y con una compaginación que parecía ensayada a la perfección, negaron con sus oscuras cabecitas mientras que llevaban sus manos a la cintura.

Parecen dos viejas achicadas. Rió Hermione.

—Así no se promete. Tienes que alzar tu dedo índice, tocarte la nariz con él, nos tocas nuestra nariz y después, lo juntas con nuestro dedo —explicó una de las gemelas.

Las niñas hicieron la demostración para que Hermione lo entendiera mejor. Ambas alzaron sus dedos índices, se tocaron sus propias narices, cruzaron sus manos para tocar la nariz de su hermana y juntaron sus dedos índices en el aire.

EL RELICARIO MALDITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora