Capitulo 26

556 42 2
                                    


El humor de todos iba de mal en peor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El humor de todos iba de mal en peor. La Sra. Tarner se había encerrado en la habitación de Hermione y se negaba a salir de allí hasta que su hija apareciese. No quería comer y se pasaba el día llorando, abrazada a los vestidos o a algún otro objeto personal de su primogénita.

Sara también había caído en un estado crónico de apatía y solo le interesaban las noticias que tuvieran que ver con su amiga. Ella estaba casi convencida de que Hermione iría a casa del Sr. Riddle, pero cuando Antonin le aseguró en su encuentro que no estaba con su amigo, se arrepintió de haberla apoyado en su decisión de escapar.

El Sr. Tarner se volvió un hombre de acero, sin sentimientos aparentes y con una frialdad demasiado evidente. Pero eso era la apariencia exterior porque por dentro, se sentía abatido y cuando se encontraba a solas, no podía controlar que un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas. Su hija y su mujer eran lo más importante de su vida y no quería que les pasara nada. Sin embargo, seguía pensando que debían acatar sus órdenes y mientras no lo hicieran, continuarían teniendo serios problemas.

Abril no se sentía mucho mejor que el resto de familiares. Ella le había ayudado a escapar y si algo le llegara a pasar, toda la culpa sería suya. Cuando decidió ayudarla no había pensado en las consecuencias y en aquel momento, sin recibir noticias de Hermione, Abril se arrepentía de haberle prestado auxilio.

Pero como bien dicen, la esperanza es lo último que se pierde y todos ellos creían que en cualquier momento Hermione rectificaría en su decisión y regresaría con ellos. Aunque las horas seguían pasando y no había ninguna noticia sobre la mujer desaparecida.

* * * * * * * * * * * * * *

Olivia aprovechó que su hermana se había ido hacer unos recados, para pedirle a Hermione que cogiera los libros de hechizos y la acompañara a casa de un buen amigo suyo que practicaba diferentes tipos de magia.

—¿Crees que él podrá ayudarme?

—No lo sé querida, pero no perdemos nada por intentarlo.

—¿Confías en él?

—Por supuesto.

Cuando Hermione entró en casa del hechicero, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. La decoración era oscura en tonos negros, grises y amarillos y en todas las mesas y muebles, había velas encendidas. La esposa del hechicero, una mujer bajita con el pelo enmarañado de color plata, las hizo pasar a la diminuta salita familiar, también repleta de velas, pero estas en color negro.

—Este lugar es muy terrorífico, me recuerda a una tienda que hay en el callejón Knockturn—dijo Hermione inquieta.

—No te preocupes, querida —susurró la mujer—, mi marido es muy enigmático, pero cuando lo conozcas, te caerá bien.

Una señora mayor salió de la habitación donde estaba el hechicero y su esposa les indicó que era el turno de ellas. Hermione se quedó sorprendida cuando entró y observó todo con detenimiento mientras Olivia saludaba amistosamente al hechicero.

EL RELICARIO MALDITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora