Capitulo 32

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Riddle llegó furioso a su casa y sin saludar a nadie, se encerró en la biblioteca y llenó una copa de licor. Se la bebió de un trago y volvió a llenar otra. Se acercó al escritorio y con la varita tiró cada uno de los objetos que había sobre él, estrellándolos con rabia contra la pared. El elfo, al escuchar el estruendo, se acercó a la biblioteca y tras intentar que Riddle le abriera la puerta, éste les ordenó que lo dejaran tranquilo. no habían visto al Sr. Riddle tan enfadado desde que uno desde los planes fue un fallo total y eso solo podía significar que las cosas con la señorita Tarner no habían salido como él deseaba.

Riddle advirtió un dolor intenso en el centro de su pecho y sintió como su estómago se comprimía. Su respiración era agitada y su cabeza se empeñaba en recordar la fatídica conversación de unas horas antes con la mujer que ocupaba sus pensamientos, clavándose en su corazón cada una de las palabras que había recibido, creando el mismo daño que ocasionaría un frío puñal en el centro de su ser. Volvía a saborear la amargura de la traición y el gusto agrio del abandono de la persona a la que amaba.

Por más vueltas que le daba, no entendía el cambio que se había producido en la actitud de Hermione y la única conclusión que podía sacar de todo aquello, era que ella nunca había tenido sentimientos hacia él, algo que le destrozaba.

Tras varias copas de licor, Riddle apenas lograba distinguir los objetos. No solo por el alcohol consumido desde que se había encerrado en la biblioteca, sino también por las lágrimas acumuladas en sus ojos. La ira había dado paso a un estado de angustia demasiado profundo como para poder soportarlo.

Recostado sobre la mesa de escritorio de madera maciza, escuchó la voz de una mujer al otro lado de la puerta que le pedía repetidas veces que la dejara pasar. Riddle estaba ebrio y confundió aquella tonalidad de voz. Estaba totalmente convencido de que quién había ido a buscarlo era su amada Hermione. Rápidamente se levantó y con un ápice de esperanza dibujado en su achispado rostro, con un movimiento de varita abrió la puerta.

En cambio, el malhumor volvió a apoderarse de su cuerpo al descubrir que la persona que había alterado su intimidad había sido Mariene Miller. No quería ver a nadie y con ella, no estaba dispuesto a hacer una excepción. El elfo se disculpó porque no pudo detener la entrada de la mujer.

—Vete de aquí, Mariene —ordenó en un tono casi inentendible.

Riddle comenzó a andar hacia el mueble de licores, con tan mala suerte que tropezó con el sello de plata que antes había tirado y perdió el equilibrio. Mariene, corrió hacia él para sujetarlo.

—¡Oh Tom! ¿Qué ha pasado? ¡Déjame ayudarte!

Mariene, impulsada por la curiosidad que sentía, había decidido ir a visitar a Riddle cuando su padre le informó que el Sr. Riddle había sido liberado. Necesitaba saber si su plan había salido bien, pero fue mejor de lo que ella esperaba. No hacía falta que él le dijera lo que le pasaba pues su pésimo estado lo delataba. Si él estaba ebrio y no había ni rastro de Hermione en aquella mansión, solo podía significar que aquellos dos se habían discutido. Mariene no pudo ocultar su gesto de satisfacción, pero Riddle estaba tan borracho que no se percató de aquel detalle.

—Te dije que no me llamaras así...

— Perdona mi señor...

—Todas las mujeres sois unas traidoras.

Mariene, con mucho esfuerzo, pasó el brazo de él por sus hombros y lo llevó hasta el sofá.

—Hermione me rechazo—decía con frustración—, ella no me... no me ama Yo... yo estaba dispuesto a todo...

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