Capitulo 48

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—¿Qué quieres Hermione? —preguntó Amelia a sus espaldas, Hermione seguía con los ojos cerrados, observando al hombre que amaba—. ¿Has decidido ya lo que deseas hacer? —la chica se quedó muda—. ¡Dímelo querida, y tu deseo se concederá! Pero esta vez, ya no habrá marcha atrás.

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—Deseo regresar, necesito volver a su lado. Él es el hombre al que amo y debo estar junto a él. Todo lo demás, ya no me importa —suplicó entre lágrimas.

—Deseo aceptado. Abre los ojos y camina hacia tu destino...

Marzo de 1952...

Riddle intentó retrasar el regreso a su casa de campo durante varios días, pero no podía seguir aplazando lo inevitable. Tenía compromisos a los que no podía faltar, con sus seguidores planes que cumplir.

Regresar a la mansión Riddle era un verdadero suplicio para él. Cada rincón le recordaba a ella y cada parte de aquella mansión seguía manteniendo su aroma. Pero el lugar que realmente le martirizaba era su cama, aquella que había sido testigo de su última noche con Hermione. Todo había comenzado esa noche y de igual forma, todo había terminado para él. Habían transcurrido varios meses desde que ella se había marchado y cada día que pasaba la extrañaba más. A veces pensaba que no conseguiría soportar el dolor de su ausencia. En consecuencia, su humor había empeorado y se había convertido en un hombre anti-social, frio. Ya no quedaba nada de la persona educada y agradable al que todos adoraban.

Meses después debía volver a revivir aquellos momentos con Hermione, con la diferencia de que ella ya no estaba. Entrar en esa casa era recuperar todo lo vivido. Sin embargo, por mucho que intentara recordarlos con una sonrisa por lo vivido con ella, no dejaban de ser los recuerdos más amargos de su vida. Nunca se perdonaría haber llegado demasiado tarde.

Entró a la habitación, fue a su armario y sacó el pañuelo que Hermione se había dejado olvidado el día que se marchó. Ella no se lo había llevado y él lo guardó como el mayor de sus tesoros. Se tumbó en la cama, abrazado a él y aspiró su aroma que aún estaba intacto en esa delicada prenda, cerró los ojos e imaginó que ella estaba junto a él, intentando convencerse de que todo lo vivido en los últimos meses simplemente había sido una pesadilla. Pero cuando volvió a abrir los ojos y comprobó que era su cruel realidad.

La puerta estaba entreabierta un de los elfos entraron a la habitación. Riddle se levantó tan rápido como fue posible, no quería que nadie le viera en aquel estado de abatimiento.

El elfo al ver la tristeza reflejada en el rostro de su señor, se tensó.

—Perdone mi señor, no era mi intención molestarle —dijo el elfo inclinándose.

—No te preocupes.

—Iba a recoger sus pertenencias.

Riddle lo miró con detenimiento.

—No te preocupes déjalo.

El elfo con una inclinación de cabeza retiro de su señor y salió de la habitación.

Se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana para mirar el paisaje.

Maldijo a voces pegando un puñetazo a la ventana, el cristal se desquebrajó y Riddle se cortó en su mano derecha. Un hilo de sangre empezó a gotear de su mano, pero el dolor que sentía por el golpe nunca sería tan fuerte como el que le ocasionaba la pérdida de la mujer, que unos meses antes, se había convertido en su otra mitad.

EL RELICARIO MALDITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora