Capitulo 47

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Junio de 2011...

Hacía un par de meses que Hermione había vendido la casa y se había mudado a la de sus padres, donde la mimaban y cuidaban, hasta que diera a luz. No le faltaba de nada y todos esperaban ansiosos el nacimiento de los mellizos. Cuando el médico le adelantó que esperaba dos bebés, tuvo que reconocer que se agobió un poco, pero a los minutos se le pasó y ahora estaba encantada.

A pesar de lo afortunada y dichosa que se sentía, seguía faltándole algo muy importante. No había dejado de pensar ni un solo día en él, lo extrañaba muchísimo y cada día que pasaba, lo necesitaba más a su lado. Cuando decidió regresar, estaba casi convencida de que así podría sacarlo de su corazón, pero había comprobado que no conseguiría olvidarlo nunca. Aquel hombre se había acomodado en su alma y no tenía intenciones de irse. Y mucho menos cuando sus hijos nacieran y se lo recordaran a cada momento del día. "Ojalá sean tan guapos como él.", había deseado en infinidad de ocasiones.

Aquella noche, fue a pasear en unas calles que hay donde había pequeños comercios con Harry y los demás habían ido muchas veces, y los muggles no podía entrar. Hechiceros, brujas que leían el futuro, expertos en rituales especiales para esos días, vendedores de amuletos y piedras preciosas, tarotistas, habían sido colocados a lo largo del bonito paseo de la ciudad, haciéndolo un escenario único.

Todos los años le gustaba ir allí por el buen ambiente que reinaba en el lugar, pero ese año todo aquello le transportaría a unos meses antes, cuando descubrió el poder de la magia en su propia persona. No pudo evitar pensar en la hechicera, aquella mujer que le había dado el amuleto de su destino y que, con él, le había transportado a otra época, viviendo momentos que nunca olvidaría. "En cierto modo, ella ha contribuido a esto." Pensó tocándose la abultada barriga con lágrimas en los ojos.

Recordando lo que hablo con su padre esta mañana...

—Hermione, ¿sabes ya qué deseo vas a pedir?

—No voy a pedir ninguno este año, mamá —afirmó sacando el papel en el que había escrito algo con tinta verde. Su madre la miraba atónita—. Más bien, quiero agradecerle a alguien lo mejor que me ha dado la vida.

—¿Es para el padre de tus hijos? —preguntó su padre intrigado.

—Así es papá, aunque nunca lo llegue a saber, me ha dado la mayor felicidad que una persona puede sentir.

—¿Sigues decidida a no intentar buscarlo?

—Sí papá, no tengo ningún dato de él, es imposible encontrarlo, no es poner el GPS y ya está. En el mundo mágico las cosas van diferentes. Aunque es lo que más me gustaría —se sinceró con una punzada de dolor en su corazón.

Durante media hora y tras haber quemado sus deseos en la hoguera, estuvo paseando por el rastro, parándose para mirar todos los puestos que había. De vez en cuando tenían que detenerse y sentarse en algún banco que encontraban a su paso, pues la barriga de Hermione ya pesaba demasiado y sus hinchados pies le dolían bastante.

Observaba con ilusión a las madres que paseaban con sus bebés recién nacidos y se secó unas lágrimas furtivas que escaparon de sus ojos. En unas semanas, si todo salía bien, ella se vería en la misma situación y la idea le emocionaba y encantaba a partes iguales.

Su mirada se clavó en un puesto que aún no habían visitado pero que llamó muchísimo su atención. Su mente voló a unos meses antes y reconoció la similitud entre el puesto que tenía delante de sus ojos y el que fue de la hechicera. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al pensar que podía tratarse de ella.

EL RELICARIO MALDITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora