Capítulo treinta y cuatro.

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—Es una estupidez, no le hagas caso. Quiere que te enfades y lo está consiguiendo—le dije, agarrándole por las mejillas más el sacó mis manos y las agarró.

—No quiero que vuelvas a hablarle, es en serio Leah.

—Ya, no quiero pelear—murmuré. Una pequeña vena lucía en el cuello de Cameron, y joder que lo hacía ver sexy.

—No, promete que no volverás a hablarle ni a verle—dijo y rodé los ojos, no podía creer que estuviera celoso de Jack sólo porque le
dijo aquello.

—Vale, ya está, por favor no hagas un espectáculo —susurré cuando noté que la gente comenzaba a mirarnos. Se relajó notoriamente.

—¿Por qué dice que le has conocido primero? ¿De qué diablos está hablando?—habló con la voz seca, se sentó en una de las sillas y comenzó a mover su rodilla.

Me senté a su lado.

—Le conocía cuando estaba en la escuela, choqué con él y mis libros cayeron al piso, eso es todo. Después no me vio hasta una cena a la que me llevaste contigo.

—Ah, excelente. Chocas con él, caes, te enamoras, ¿Acaso crees que yo no observo las estúpidas novelas que lees?

—¿Estás celoso?—murmuré, tomándole la mano. Él me soltó de inmediato y extrañé el contacto.

—Sí, ¿Tienes algún puto problema con eso?

Suspiré rendida y me acerqué a él.

—Quiero que entiendas que jamás, jamás pasará nada entre Jack y yo. Jamás.

—¿Estás segura de eso?—murmuró, mirándome fijamente.

—Sí, por favor, él quiere esto, ¿No lo ves? Quiere causar problemas y tú le estás dando el favor—le dije, más en su rostro permanecía esa expresión de enojo.

—Bien—susurró. Besó mi muñeca y lo miré mas desentendida que nunca.

Tomó mi rostro y depositó un beso en mis labios, los extrañaba. No lo besaba desde hace días y lo extrañaba. Era extraño, ¿No? es normal extrañar a la persona, no los besos.

Agarró mis cintura posesivamente y me acercó a su anatomía. Era imposible creer que hace segundos estaba queriendo matarme por sus celos.

Le sonreí y besé su frente, tuve que levantarme de puntitas para hacerlo. Era un gesto de amor, sí, y muy inesperado para él por lo que me di cuenta.

Me miró extrañado, pero me quedé en silencio y saqué una copa de champagne de las bandejas que las personas traían.

—Tú no bebes—dijo, mirándome extrañado.

Joder, verlo era maravilloso. No entendía cómo una persona podía ser tan bella.

—Hoy quiero hacerlo—le dije, sonriéndole.

Él me agarró por la cintura otra vez y murmuró

—Lo necesitarás, porque de esta noche no paso sin hacerte mía.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora