7.

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Escucho a mi compañero de trabajo maldecir por lo bajito atónito por lo que sus ojos estaban viendo, un encanto de unos metro ochenta con gorro de lana y chaqueta abultada.  A esta altura de la situación, podía deducir que Noah estaba acostumbrado a causar ese tipo de reacción en las personas, pues lucia imperturbable ante el incómodo silencio que se había plantado entre los tres desde su repentina llegada.

—Noah— Le regreso el saludo intentando sonar tan distante y fría como se me es posible. Me doy la vuelta, y planto mi mirada en mi colega quién no quita la suya de Noah:— ¿Puedes por favor cubrirme un momento?

Le pido con mesura. Las personas aquí eran bastantes comunicativas con mi jefa por lo tanto no quería que llegara a sus oídos que había abandonado mi puesto de trabajo por irme a farolear con un perfecto desconocido.

— Todo lo que quieras Ems. — Responde con una amabilidad inusual. Me sonríe de comisura a comisura y con gentileza acaricia mi cabello, susurrándome al oído— Tenemos un café pendiente, o dos.

Asiento, salgo desde detrás del estante y camino hasta una mesa solitaria con Noah pisándome los talones. Una vez ahí, nos sentamos uno en frente del otro.

— ¿Por qué estás aquí? — Le cuestionó en un murmuro con tinte algo agresivo — Para empezar, ¿cómo sabes qué trabajo aquí?

Se encoge de hombros y entonces lo recuerdo:— Ah, el súper efectivo investigador privado. ¿Sigues investigándome Noah?

Rápidamente niega con la cabeza, previniendo una reacción de mi parte.

— Esto es lo último Emilia, lo juro. — Asegura mirándome con pasividad — Sólo necesitaba con urgencia hablar contigo.

Guardo silencio unos instantes, mirándole fijamente.

— Te dije que me dieras tiempo Noah.

— Tiempo es lo que no tengo Emilia, el comité de familia me está evaluando todos los días y aún sigo sin presentarles a la misteriosa novia que me piden — Expone luciendo estresado. — ¿Qué has pensando?

— No ha pasado ni un día, no puedo pensar en menos de un día Noah.

Ja, si tan sólo supiera que ya pensaba aceptarle.

Exhala con malogro, analiza la situación unos instantes y de un momento a otro inclina su torso acercándose peligrosamente a mí.

— Seis mil euros Emilia. Te ofrezco seis mil euros — Suelta de repente, dejándome los oídos retumbando por la estruendosa propuesta —  Mil euros por cada mes que cooperes conmigo. Yo necesito de ti, tú necesitas de mí no hay de otra aquí.

Trago en seco, pensando en la cantidad de dinero que eso significaría en mi vida. Podría liberar a mis padres de todas sus deudas, podría incluso brindarles algo de dinero para que inicien la compra de una casa propia. En definitiva seis mil euros era un alivio para mis problemas sin embargo continuaba pareciéndome una cantidad exagerada para esta situación pero claro cómo olvidarlo, este era su dilema millonario.

Aparto mi mirada de la suya, inhalo profundamente y en un susurro digo lo que el joven frente a mi había querido escuchar desde el día anterior.

— Acepto. — Al escucharme, sus ojos se abren como platos y su rostro se ilumina con emoción.

— Por favor, repítelo. — Implora sin poder ocultar la sonrisa que se le plantaba en el rostro de extremo a extremo — Sólo una vez.

Como niño pequeño ruega, y sin poder resistirme le cumplo su deseo.

— Que acepto Noah, hagámoslo. — Al oírme repetirlo mirándole a los ojos, salta de su asiento y se pone a celebrar como si hubiese marcado el gol determinante en una final de un mundial. Llamando por supuesto la atención de todos en el lugar. — Noah, óyeme shhhhhhhh.

Matrimonio a la rentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora