26.

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Fatal chicas. Me siento fatal porque les he fallado por primera vez en 25 capítulos seguidos.

Ayer no pude publicarles porque literalmente no lo recordé, he estado tan ocupada con mi trabajo que de alguna manera se me olvidó por completo el hecho de que era #MartesDeMatri.

Pero aquí llegue, mejor tarde que nunca.

Espero lo disfruten porque ya empezó el salseo.

Besos.
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From Noah's POV

Desde aquella escena de besos en mi auto, no podía dejar de pensar en una sola cosa: Finalmente había estropeado todo lo que había logrado avanzar con Emilia.

Me había prometido tanto a mi mismo que no iba a ceder a mis impulsos carnales pues eso implicaría llegar a ilusionar a Emilia con cosas que no podían suceder pero de todas maneras había llegado hasta aquí, en mi oficina con un té aromático en la mano y con la mente perdida en el horizonte de Londres pensando en cuál debía ser mi siguiente paso porque era un imbécil incapaz de manejarse a sí mismo, o a sus acciones.

—Lo veo en tu cara.

Por dos segundos había olvidado la presencia de Michael en el lugar. Su voz me saca de mi laguna mental y le miro, estaba desparramado en mi sofá con los pies sobre la mesa de vidrio y su mirada estaba absorta en su móvil.

—Ni siquiera me estás mirando.

—Pero lo percibo— Sin mover nada más que sus ojos me dedica una mirada analizando las facciones de mi rostro —, Andas muy callado, porque no me dices de una vez que ha pasado y ya está.

Dice muy serio, haciéndome tragar en seco y poniéndome tan nervioso como si fuese mi padre el que estuviese al frente a punto de reprocharme más de una cosa. A pesar de que Mike era mi mejor amigo, sabía que apenas le contase todo lo que había pasado no iba a tardar en mandarme a freír espárragos.

—Tío la he cagado— Reúno los huevos necesarios y doy el primer paso hacia la cruda realidad.

—He escuchado esas palabras tantas veces en mi vida que ya no sé a qué te refieres Noah— Responde Mike a mi confesión repentina poniéndome la tarea más difícil al tener que repetirme —, Venga habla, con qué la has cagado. ¿En dónde has metido el pene que no debías?

Por fin deja su teléfono a un lado y me mira expectante mientras sus pies aún los mantenía encima de la mesa de centro. Ambos nos quedamos en silencio y los cabellos del brazo entonces se me erizan con la sola idea de pensar que diría Michael al respecto.

Taconeo mi zapato en el suelo varias veces antes de responder.

—En Emilia.

Digo de golpe y sin anestesia a lo que los ojos del rubio se abren como si se fuesen a salir de sus órbitas. De un sólo golpetazo baja los pies de la mesa y se levanta, se acerca a mí en un micro segundo y me cuestiona incrédulo de lo que acababa de salir de mi boca.

—Me estás mintiendo Noah.

Sentencia implorando, casi rogando con la voz disminuida a un susurro a pesar de que nos encontrábamos a solas en la oficina.

—Bueno no he metido mi pene exactamente, pero he estado muy cerca— Reitero y en vez de hacer que la situación mejorase, de su tórax sale un maldición a todo dar.

Lo que inevitable me hace volver a mis tiempos de niñez, en donde Michael se hacía responsable de la mayoría de mis metidas de pata para que Cristo no me regañase tanto, no sin antes darme el sermón de que debía dejar de ser tan crío.

Matrimonio a la rentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora