4.

5.4K 461 18
                                    


Emilia's POV

— ¿Emilia? — Repite una vez más su pregunta, reafirmándole a la vocecita de mi cabeza que efectivamente el hombre tenía un tono de voz muy sensual.

Las neuronas en mi cabeza parecían no estar trabajando juntas, sé que nos debíamos ver muy extrañas aún estando de pie dentro del ascensor sin musitar palabra pero el espécimen de macho que se había puesto frente a nosotras, no nos dejaba la tarea muy fácil. Miro entonces de soslayo a Lorelei, veo que la pobre chica se ve incluso más atolondrada pero no la culpaba.

El hombre era todo un espectáculo para ver con su piel bronceada, sus cabellos castaños, su altura prominente, su fornido cuerpo y sus ojos encantadores.

— Soy yo. — Reuniendo coraje de algún riñón, doy un paso al frente y extiendo mi mano en un intento de ser cortés. Quien supongo se llama Noah, extiende también su mano y estrecha la mía cubriendo en su totalidad mi débil extremidad.

— Soy Noah. — A total consciencia, el muchacho de cabellos castaños y altura prominente sostiene su agarre durante largos segundos mientras clava su intensa mirada en mi rostro.

Su toque se sentía tibio, pero su mirada me transmitía otra sentimiento. Podía percibirle las pupilas ir desde mi mentón hasta la coronilla de mi cabeza una y otra vez, haciéndome sentir evaluada.

Parecía no darse cuenta de que su saludo estaba siendo incómodamente prolongado. Así que, para no demostrarle tanto que la carne era débil soy yo quien le da un estrujón a su mano y le deja ir.

— Un placer. — Le sonrió con debilidad, para ver sí así puedo agraciarme un poco el rostro. Sí alguien me hubiese dicho que ese era el carón con quien me iba a topar el día de hoy, de seguro me hubiese maquillado un poco más y no hubiese llorado tan sólo instantes antes. — Ella es mi amiga Lorelei, viene de compañía.

Señalo a mi amiga quien todavía parece perturbada. Pero cómo culpar a la pobre, entre este Noah y el papá de su crío existía una distancia abismal.

— Mucho gusto. — Sonríe sin mostrar la dentadura, haciendo que las comisuras alrededor de su boca se enmarcaran dulcemente. Sin embargo, no le estrecha la mano — Pasen.

Se hace a un lado y haciendo un gesto con su cabeza, nos permite entrar a su estrafalario hogar. Con tan solo un paso dentro de la morada, muerdo mi labio para así evitar que un gemido indecente se me escapase de la boca.

El lugar era inmenso, el suelo tenía este hermoso mármol marrón oscuro que iban a juego con los sillones nude de la sala, el tapete beige y los ventanales azul cielo, los cuales por cierto, iban hasta el techo permitiéndole a la luz de sol entrar en todo su esplendor por el cristal. A pesar de ser un hombre solitario en un apartamento, el lugar estaba hermosamente decorado con jarrones y pinturas que encajaban armoniosamente con la paleta de colores predominante.

A mi izquierda, junto lo que suponía era una chimenea eléctrica me topo entonces con unas hermosas escaleras transparentes que llevaban a un segundo piso. En el cual debían estar las habitaciones.

Sin atreverme a subir, doy un giro hacia la derecha y diviso entonces lo que sería la cocina la cual se encontraba enchapada en tonos más oscuros. Las encimeras y la barra tenían un precioso color negro que contrastaba de manera encantadora con los modernos electrodomésticos plateados de la cocina.

Sin embargo, antes de permitirme seguir admirando el lugar noto que dentro de ella se encontraba una segunda persona, un rubio de lentes dorados.

Matrimonio a la rentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora