Capítulo treinta y nueve.

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Dedicado a @AshleyCoelho gracias por todos tus bellos comentarios. xx.
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Miré a la chica como si acabase de decir una tontería.

—Espera—le dije a Julie cuando ella comenzaba a caminar hacia la que supuse que era la oficina de Cameron.

—¿Qué sucede?—me dijo ella, con la cartera pegada a su brazo.

—¿Cuál es la oficina de Cameron?

—La más grande, la trece.

Debes estar jodiéndome.

—Vale—le dije, comenzando a caminar hasta ella.

No me interesaba que mi hermanastra estuviera antes, ni que la jodida recepcionista estuviera pisándome los talones y gritándome en este momento, definitivamente estos meses me habían hecho una persona distinta, y no dejaría que Cameron me pasara a llevas de esta forma. Ni de joda.

—¡Señorita, por favor no me obligue a llamar a seguridad!

—Llama a quien quieras, pero Cameron hablará conmigo en este momento.

—Señorita se lo ruego, no lo haga enojar, por favor.

Me causó un poco de risa que todos aquí le tuvieran miedo, algo que yo ya le había perdido hace mucho tiempo.

—Me importa una mierda.

A lo lejos vi a Julie apoyada en un barandal, su mirada denotaba enojo pero se limitó a checar su teléfono, ella estaba comenzando a molestarme, en serio.

Abrí la puerta y entré sin más, la chica que venía corriendo atrás mío tapó su boca, incapaz de creer que yo había rechazado sus órdenes. Mi vestido se había subido un poco, y mis tacones hicieron eco por toda la oficina. Crucé mis brazos sobre mi pecho y

Era gigantesca, tenía un escritorio muy grande y una vista espectacular de gran parte de la ciudad.

Cameron revisaba unos papeles y frunció el ceño cuando fue a mi a la que vio frente a él, con la recepcionista al lado.

—Don Cameron, ella ha corrido hacia acá, no he podido detenerla y...

—Está bien, retírate.

Ella se mostró más calmada y cerró la puerta.

Mi respiración estaba agitada, quería golpearlo mil veces hasta no parar. No dijo nada por unos segundos, simplemente me miraba con atención, observando todo mi cuerpo. Mi respiración estaba agotada, estaba herida, mi orgullo estaba por el piso, y mejor no hablaba de mi inexistente dignidad.

—¿Has ido así a la escuela?

Una risa sarcástica sonó en la oficina, Cameron frunció el ceño.

—¿Estás jodiendome verdad?—le dije, mirándolo con furia.

—Leah, no me hables con groserías.

—Jódete, ¡Jódete!—le grité, él se limitó a mirarme asombrado—, ¿Cómo demonios has hecho pasar primero a tu ex novia? Y eso de las Hamilton, ¿Sabes la puta vergüenza que me has hecho pasar?

—Le he dicho que pasara antes porque ella viene aquí por un tema laboral, no para armar una escena estúpida.

—Joder, eres un...

El se levantó de su asiento y me miró expectante.

—¿Un qué?—dijo, noté que la corbata en su cuello se encontraba algo suelta—, no olvides con quién estás hablando—dijo, tomándome la barbilla.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora