CAPÍTULO 2: Necesitaba cambios en mi vida.

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Llevaba toda mi vida preparándome para algo que no sabía si me gustaría, llevaba toda mi vida encerrado entre unas paredes que reflejaban el lujo y la riqueza con la que había crecido pero lo más importante de todo es que había crecido sin poder dar mi opinión, sin poder demostrar mi valía y teniendo que hacer lo que otros me decían.

A veces me sentía irrelevante porque sentía que si yo desapareciera, nadie me echaría de menos. Necesitaba cambios en mi vida pero no era un chico de veinte años normal, era el heredero de la corona de Agni y tenía que ser el mejor hijo, el mejor amigo e incluso el mejor monarca. Me gustaba pensar que algún día haría sentirse orgullosas a todas las personas a las que servía porque en estos momentos no estábamos atravesando el mejor momento. Mi país había tenido que independizarse de Rusia, nos tuvimos que enfrentar a los problemas económicos que eso conllevaba y sobre todo seguíamos siendo un país que estaba estancado en el pasado. El pueblo necesitaba un soplo de aire fresco con el que sentirse parte de algo especial pero mi padre pensaba que la palabra tradición iba ligada a estabilidad. Eso hizo que muchas personas se pusieran en nuestra contra, personas que habían tenido que pasar hambre, que no habían podido llegar a estudiar por falta de recursos y que habían tenido que dejar de soñar cuando la realidad les dio un golpe. Llevábamos unos meses muy intensos en los que no cesaban los ataques a palacio, al principio eran pequeños pero poco a poco se hacían más letales. Digamos que nunca atentaban contra mí pero si contra mi padre y eso hacía que cientos de soldados murieran por la causa. Hace unos días fue la última revuelta en palacio y con ella se llevó al que había sido mi guardaespaldas pero también mi amigo desde que tenía uso de consciencia. Edgar había muerto por defender al rey de Agni, si no hubiera sido por él quizás ahora estaría velando a mi padre y preparándome para asumir el lugar que tengo destinado desde que nací.

Cuando estaba pensando en todo esto, mi padre apareció por la puerta de mi despacho, sin llamar como si fuera el dueño de todo y de todos los que le rodeábamos. Era un hombre amargado y nunca entendí el por qué, quizás el puesto que había ocupado era grande para él, quizás hubiera tenido una infancia dura o había renunciando algún sueño importante pero nunca lo supe porque nuestra relación no era la mejor. Él siempre me exigía mientras que yo intentaba ser lo que él esperaba de mí pero nunca alcanzaba sus expectativas, a veces me hacía sentir inferior con sus palabras pero siempre me refugiaba en mi madre y en el día en el que no tendría que pedirle explicaciones para hacer lo que quisiera.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó malhumorado.

—Estoy revisando los últimos informes de educación, había pensado...— contesté mientras mi padre me interrumpía.

—No estás aquí para pensar, estás para aprender—rugió situándose enfrente del gran ventanal del despacho. Su pelo había perdió el color rubio que recuerdo que tenía cuando era un niño y ha pasado a tener el color de la nieve, que era la protagonista de nuestros inviernos.

—Papá—lo llamé para captar su atención— Si invertimos en educación nuestro país crecerá—insistí.

—De lo que te tienes que preocupar es de encontrar una esposa pronto— propuso recordándome la estúpida idea del matrimonio. Desde que tenía quince años se había encargado de presentarme a las herederas de todas las coronas europeas pensando que en uno de esos encuentros él ganaría una alianza y yo una esposa. Todas esas chicas eran preciosas, elegantes y demasiado perfectas. Eso era lo que me echaba para atrás porque a mí no me gustaban las apariencias, me gustaba la verdad.

—¿Por qué tienes tanta prisa?

—Porque yo a tu edad ya estaba casado con tu madre y preparado para tomar la corona pero tú no tienes nada de esas dos cosas—respondió haciéndome enfadar más—Solo estás pendiente de pensar en los pobres de este país y en como hacerles creer que pueden ascender en la sociedad—se burló haciéndome sentir rabia por escuchar como hablaba de la gente que formaba parte de su pueblo—Y no podemos olvidarnos, de tu preocupación por las estrellas—dijo con desprecio. Adoraba la astronomía, desde que era un niño me habían llamado la atención los planetas y las estrellas. Me gustaba estudiar y leer libros que tuvieran que ver con ello, además poseía numerosos telescopios.

—Ya sé que no te gusta nada de lo que hago pero no hace falta que me lo recuerdes—expresé levantándome para salir de la habitación.

—Está bien—dijo dejándolo estar —Venía a decirte que pronto llegará el nuevo guardaespaldas—anunció recordándome la muerte de Edgar.

—Ninguno será tan bueno como Edgar —opiné recordando los buenos momentos que habíamos pasado juntos.

—Era muy fiel y eso es algo de admirar.

—¿Cómo lo elegirán? — pregunté con curiosidad.

—Al parecer será el mejor soldado de la promoción que acaba este año, será elegido por méritos propios—me explicó brevemente.

—Ojalá pueda encontrar en él otro amigo como Edgar.

Y lo que no sabía es que por primera vez la vida me tenía preparada la mayor sorpresa que podían haberme dado jamás. El día que mi guardaespaldas llegó a palacio cambió mi vida, nunca más volví a sentir que me aburría entre esas paredes y lo que nunca pude haber imaginado es que con su llegada conocería el amor pero también acabaría por conocerme a mí y a lo que era capaz de hacer cuando quería de verdad. 

Espero que os guste este capítulo. Creo que es especial y distinto porque conocemos al otro protagonista. Gracias por las 200 visitas en estos días. ¡Nos leemos! El domingo próximo capítulo. 

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora