Capítulo 21: Solo necesito que las cosas vayan bien.

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¿Sabes cuándo sientes que estás cambiando? Cuando miras atrás y no ves a la misma persona que eras en el pasado. Pues eso sentía yo, estaba experimentando una vorágine de pensamientos y sentimientos. Sentía que no era el mismo Uriel de hace unos meses, que no era ese chico engreído y que intentaba aparentar que todo iba bien delante de la gente. No era aquel que sentía que solo quería el poder para dejar de tener que obedecer a mi padre, ahora quería esa corona para poder obedecer a mi pueblo. Estaba cambiando, mi mente se estaba abriendo a ideas que nunca hubiera podido imaginar que estaría de acuerdo con ellas.

No le había reprochado a mi padre nada de lo de Alaia, me había limitado a restregarle la buena relación que teníamos. Bromeábamos cuando estábamos cerca de él, hablábamos de libros o de cualquier tema que se nos ocurriese, eso terminaba uniéndonos a nosotros y acabando con él. Miraba a Alaia y la veía feliz, sentía que sus ojos brillaban más desde que había aprendido a confiar en mí, desde que se había quitado una de las capas que cargaba conmigo y cuando tenía un mal día estaba ahí para decirle que todo iría bien. Ella hacía lo mismo conmigo, cuando se daba cuenta de que la corona era la responsabilidad más grande que tenía, también trataba de quitarme peso.

Respiraba y sentía que el aire llenaba mil pulmones. Había aprovechado que ese era el día libre de Alaia para subir a la terraza, para pasar un rato conmigo mismo y asumir ese cambio que se estaba produciendo en mí.

Estaba pensando en todo aquello cuando sentí como alguien se acercaba por mi espalda, me giré y me encontré con mi mejor amigo. Llevábamos sin hablar desde la noche que nos escapamos de palacio con Alaia y no habíamos sido los mejores amigos aquella noche. Lo miré y sonreí, porque a pesar de todo nunca me había dejado, siempre había entendido mi posición y nunca me había juzgado.

—¿De qué te ríes?—preguntó mientras se acercaba a donde estaba.

—De lo tontos que fuimos el otro día—contesté haciendo que él también sonriera.

—Llevabas razón, Alaia es diferente—dijo dándome la razón—Me alegro que estés bien, me enteré del ataque a palacio del otro día—me contó mientras me ponía una mano en el hombro en señal de unión.

—Gracias Dimitri—le agradecí sinceramente—Han sido unos días un poco raros—le conté mientras me sentaba en una de las sillas que había a pocos metros de nosotros.

—Cuéntame, si quieres.

—Mi padre se enteró de que me había escapado por la noche de palacio, me mintió sobre quién se lo había contado, los ataques de los rebeldes y Alaia...—resumí porque no quería entrar en detalles.

—¿Qué pasa con Alaia?

—Me asusta lo que está pasando entre nosotros—confesé haciendo que me mirara sin entenderme—Siento que tengo una confianza ciega en ella, que necesito que esté a mi lado para sentirme seguro y me da miedo porque nunca he tenido una conexión tan grande con alguien—le expliqué haciéndole sonreír.

—¿Sabes la leyenda del hilo rojo?—preguntó mi mejor amigo mientras yo negaba—Esa leyenda dice que las personas que está destinadas a conocerse están unidas por un hilo rojo, ese hilo nunca se romperá. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni el tiempo que pases sin verla, ni siquiera si vive en la otra punta del mundo: el hilo se extenderá hasta el infinito y nunca se romperá—me contó haciendo que nos viera reflejados en esa leyenda a ella y a mí.

—No entiendo qué me quieres decir.

—Hace unos meses me pedías que querías algo nuevo en tu vida, emociones nuevas y eso ha venido en forma de persona—habló refiriéndose a Alaia.

—Pero esas emociones empiezan asustarme...

—Te da miedo enamorarte de Alaia—afirmó haciendo que lo mirara sorprendido—A eso me refería el otro día a que cuando estuviera preparado me lo contarías, no la miras de la manera en la que miras a las demás mujeres de palacio—dijo delatándome.

—Da igual como la mire, va a tener que seguir siendo un secreto porque prefiero tenerla de esta manera que no tenerla—expliqué negando lo que decía que sentía por Alaia.

—Te atreverás amigo—aseguró mirándome a los ojos—Algo dentro de ti, está cambiando y está haciendo que te conviertas en una mejor persona. Solo tengo que mirarte para darme cuenta de que eres feliz con lo que estás viviendo—él también se estaba dando cuenta de que no era el muchacho de antes, de que estaba habiendo una simbiosis dentro de mí.

—Solo necesito que las cosas vayan bien—pedí en forma de deseo.

Todo aquello de lo que hablaba Dimitri, era demasiado bonito para ser cierto. También había muchas cosas que a pesar de que me hicieran feliz, no podían ser. No porque yo no quisiera sino porque la vida que tenía las limitaba. Pero todo lo que estaba pasando en aquel momento, me llenaba de esperanza porque aquellos meses llenos de cambios, me habían demostrado que los cambios también son buenos y que pueden llenarnos de felicidad en forma de pequeñas cosas como son personas, momentos o palabras que terminan marcando el alma.

Me prometí que defendería a todos aquellos que estaban convirtiéndose en mis pilares para mantenerme a flote. Defendería todas las ideas que tenía para mi pueblo, me defendería de los ataques sin sentido de mi padre, me defendería de los rebeldes que querían acabar con la tranquilidad de mi hogar, me defendería de todas aquellas personas que no querían lo mejor para mí, defendería mi amistad con Alaia, defendería su bienestar y todo lo bonito que tenía dentro. Porque todo aquello estaba ayudándome a ser mejor persona, sin que ella lo supiera, sin hacerse notar, había ido dándome lecciones como si hubiera venido a demostrarme que en la vida hay cosas más importantes que los berrinches de mi padre y los presupuestos que no me deja sacar, la vida iba de querer, de sentirse querido y de enfrentarnos a lo que el destino nos tuviera preparado.

¿Pensáis que las cosas irán bien?

¿Que pasará?

Espero que os guste...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora