Capítulo 17: Me gustaba la Alaia de la guerra de nieve.

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En cuanto llegamos a palacio cada uno nos fuimos a nuestros aposentos. Yo tenía que prepararme para el duro día que me esperaba porque hoy vendrían algunos consejeros del gobierno hablar sobre los presupuestos del año. Diciembre estaba a la vuelta de la esquina y queríamos dejarlo todo aclarado antes de la Navidad.

Sería la primera navidad que pasaría con Alaia, esa chica era una caja de sorpresas. Me tumbé en la cama durante unos minutos y pensé en todo lo que había descubierto de ella la noche pasada. Aunque parecía fuerte dentro de ella había algo que la hacía débil, era sincera y no se esmeraba en aparentar más de lo que era. No hacía falta que lo hiciera porque con cada acto que tenía, nos llevaba a darnos cuenta de que era alguien distinto a todo lo que habíamos conocido.

Me levanté y me fui directo a la ducha. Necesitaba quitarme todo el olor a tabaco y vodka de la noche anterior para trabajar, le había pedido a una de las doncellas de palacio que me subieran el desayuno a la habitación porque no me apetecía almorzar con mis padres. Cuando estuve completamente listo y calculé que mi padre ya estaría en el despacho trabajando me dirigí hacia allí, justo cuando estaba saliendo por la puerta Alaia salía de la suya para acompañarme hasta el despacho. Era una medida de seguridad, debido a los ataques constantes de los rebeldes.

—Algo me dice que tienes una gran resaca—comenté mirando sus ojeras que la hacían tener el mismo rostro brillante.

—Ahora me estoy arrepintiendo de haber salido de palacio—contestó andando a mi lado.

—Han sido muchas aventuras para una sola noche—hablé haciendo que sonriera.

—Y todavía nos queda todo el día.

Después estuvimos hablando de cosas banales, cómo cuáles eran mis tareas de hoy o en qué consistían los presupuestos de los que iba hablar con los consejeros del gobierno. En el momento en el que llegamos al despacho, nos despedimos con una leve sonrisa hasta que yo volviera a salir de aquella habitación. Ella se quedaba haciendo guardia por las partes del castillo donde yo me encontrara, sabía que con lo curiosa que era le acababa aburriendo pero siempre tenía un libro en sus manos para leer.

Entré al despacho y me encontré con mi padre mientras leía unos documentos. Al verme entrar me miró seriamente y no tardó en dirigirme la palabra.

—¿Ha descansado el señorito después de su noche de juerga?—preguntó haciéndome saber que me había descubierto.

—¿De qué estás hablando?

—Sé que anoche saliste de palacio con Dimitri y que no es la primera noche—explicó enfadado.

—Te lo puedo explicar, padre—intervine intentando que se tranquilizara.

—No hay nada que explicar, solo que te limitas a salir de palacio para hacer tonterías con el estúpido de tu amigo—expuso sin mirarme a la cara.

—No puedo estar encerrado toda la vida entre estas paredes... ¿cuántas veces te he pedido que me dejes salir aunque sea acompañarte algún acto?—hablé mirándolo con tristeza—Me asfixia el hecho de pensar que tengo que pasarme toda la vida entre estas paredes, no quiero ser como tú que se niega a tratar con su pueblo—escupí con rabia.

—Me ha quedado bastante claro que nada de lo que hago te parece bien pero no pienses que porque seas el heredero de esta corona, puedes hacer lo que te dé la gana—explicó al borde del colapso—Puedo hacer que esa corona no sea tuya—dijo haciendo que yo levantara la cabeza para mirarlo.

—Los rebeldes llevaban razón en lo que me dijeron, que no me fiara de ti porque eras capaz de traicionar a tu propio hijo—respondí enfadado haciendo que se acercara y me pegara una bofetada.

—Te fías más de esa gente que de mí porque claro, son básicamente como tú—se rió mientras continuaba hablando—Yo por lo menos voy de frente, a ti te rodea gente que me cuenta cuáles son tus pasos, por eso he descubierto tus salidas—dijo haciéndome pensar en Alaia.

—¿Te refieres a Alaia?

—Ya la nombras por su nombre parece como si tuvierais confianza, a lo mejor esa chica no es como tú piensas—sonrió irónicamente haciéndome desconfiar de ella—Se ha suspendido la reunión, vete a tu cuarto y no salgas en todo el día. Ya he dado la orden de que te lleven allí la comida—dictó como si todavía fuera un niño al que pudiera castigar.

No lo miré, me limité a salir de aquella habitación con toda la rabia acumulada por sus palabras. Se estaba planteando dejarme sin la corona, sin el puesto por el que llevaba luchando durante años y por el que había tenido que soportar sus maltratos. Aquella bofetada no dolió porque lo hacían más sus palabras, su desprecio y sus ganas de arruinarme la vida. Salí  sin ni siquiera dirigirle la palabra  a Alaia porque era como él, solo se movía por interés y de nuevo me había traicionado.

—Uriel—me llamó caminando detrás de mí—¿Ha pasado algo?—preguntó haciéndose la inocente.

—¿Cómo puedes ser tan hipócrita?—pregunté girándome para mirarla.

—¿Perdona?

—Mi padre se ha enterado de lo de anoche—le confesé haciendo que su cara cambiara—Nadie lo sabía, excepto tú—dije acusándola.

—Eres un títere de tu padre—escupió directamente sin pensarse sus palabras—Todo lo que te dice o lo que hace te acaba afectando y seguro que te ha hecho pensar que he sido yo—apuntó haciéndome enfadar.

—Anoche me volviste a chantajear, no sé qué quieres que piense—me excusé agachando la cabeza.

—No quiero que pienses Uriel, quiero que te escuches, que escuches lo que sientes, en lo que crees, en tus sensaciones. Pero que dejes de ser la marioneta de todas estas personas—me contestó enfadada.

—Lo siento pero es lo que pienso.

—Nunca te traicionaría por tu padre porque le detesto, quiero que te quede muy claro—dijo triste haciendo que parara para escucharla.

—A veces parece que también me detestas a mí—le eché en cara sin mirarla.

—Anoche te dije que te admiraba pero admiraba al Uriel que no le importa el poder y solo piensa en los demás y en lo que siente...—explicó mientras se le cortaba la voz—Pero al que eres estando en este palacio, no le admiro solo le tengo lástima—habló haciendo que esas palabras se me clavaran en la mente.

No le contesté, aceleré el paso y entré rápidamente en mi habitación. Algo en mí me decía que Alaia era sincera y que esto solo era una trampa de mi padre para hacer que la despidiera. Por otra parte, pensaba en la ambición y en los constantes chantajes de Alaia, entonces pensé que a mí también me gustaba la Alaia de la guerra de nieve, la que podía hablar conmigo de todo y la que creía en mí solo con mirarme.

Parece ser que Alaia Y Uriel vuelven a tener problemas...

¿Pensáis que lo arreglarán?

Espero que os guste...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora