Capítulo 15: Alaia nunca huía.

59 4 0
                                    

La calma parecía invadirnos de nuevo, por fin podría respirar tranquilo y saber que todas las personas que me rodeaban estaban bien, me aliviaba. Después de aquellos días llenos de tensión y de ataques, la vida nos concedió un poco de paz. Entonces aproveché para pedirle de nuevo a Dimitri de salir una noche juntos, quería olvidarme de todo por un tiempo. Quería dejar atrás mi mala relación con mi padre, el conflicto de la llegada de Alaia a palacio y los ataques de los rebeldes que cobraban cada vez más fuerza.

No hizo falta que tratara de convencerlo, mi amigo aceptó sin ningún problema. En parte me emocionaba en pensar en la noche, ya me daba igual si me pillaban o no. Quería vivir la vida aunque eso me costase perder aquello que amaba, mi pueblo, pero estar entre estas cuatro paredes estaba generándome ansiedad.

—Ahora no solo te tienes que escabullir de palacio sino que también tienes que hacerlo de Alaia—comentó haciendo que me diera cuenta de que no había pensado en ella.

—No había pensando en ello pero le diré que me voy a dormir temprano o algo así—propuse sonriendo.

—No deberías de mentirle ahora que las cosas van mejor entre vosotros.

—¿Me vas hacer sentir culpable?—pregunté sorprendido ante su actitud—Si tú nunca te preocupas por darle explicaciones a nadie—le achaqué haciendo que me mirara seriamente.

—Esa chica es diferente a todo lo que conocemos—contestó como si le importara realmente.

—¿No estarás pensando en cortejar a Alaia?

—¿Qué pasaría?

—No puedes hacerlo—ordené enfadado.

—¿Por qué?—preguntó interesado en mi respuesta.

—Porque no es de tu clase social, además es mi guardaespaldas.

—Tú nunca has creído en las clases sociales ni en ninguna de esas tonterías—habló mirándome a los ojos—Hay algo más por lo que no quieres que me acerque a ella y lo sabes pero no te voy a obligar a que me lo digas, ya lo harás—dijo seriamente.

—Voy a cambiarme y nos vamos—me limité a decir mientras me dirigía al vestidor.

No podía creer en lo que estaba pensando en mi mejor amigo, el otro día ya me había admitido que le parecía preciosa y ahora no se había opuesto a la idea de acortejarla. Dimitri cada vez que quería algo, no paraba hasta conseguirlo y no quería que Alaia se convirtiera en una de sus obsesiones porque tendría que meterme en medio. No sabía porque dentro de mí había algo que me decía que esa relación era una mala idea, que no podía permitirlo y que Alaia no podía dejarse embaucar por la palabrería de Dimitri. A mí me tenía que dar igual qué hiciera ella con su vida porque yo solo mandaba en su trabajo, su vida era de ella y yo no era nadie para cambiarla.

Cuando estuve listo, salimos en silencio de mi habitación. Nos dirigimos hacia la azotea porque habíamos descubierto una nueva manera de salir de allí. Hace unos años mi padre mandó construir una tirolina para que Dimitri y yo jugáramos, aquella atracción seguía intacta, por lo que era nuestra nueva herramienta para salir de palacio. En el momento en el que llegamos a la terraza comenzamos a preparar los arneses que nos ayudarían llegar hasta el bosque que era limítrofe con el castillo. Estábamos recordando cuando Dimitri se llevó un árbol por delante cuando una voz nos asustó.

—¿A dónde se supone que vais?—preguntó una voz a nuestras espaldas.

Me giré para encontrarme con Alaia. Nos miraba fijamente mientras se iba acercando a nosotros lentamente y observaba todo lo que nos rodeaba.

—¿Estás pensando en volver a escaparte de palacio?—cuestionó seriamente.

—Necesito tomarme un respiro de este sitio—contesté agobiado.

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora