Capítulo 51: Creía en mí porque un día tu también lo hiciste.

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Durante aquellos días no hacía más que buscar la fórmula para poder volver atrás y enmendar el error que acabábamos de cometer. Tendríamos que haber sido más precavidos, tendríamos que haber sabido que Fidel estaba pendiente de cada uno de nuestros pasos pero sobre todo tendríamos que haber mirado por toda aquella gente que estaba dentro de esto.

Mi padre o el que lo era ante los ojos de la gente había descubierto que lo estábamos traicionando y que teníamos un plan en contra de su hijo ilegítimo y él. Siempre que mi madre y yo hablábamos con algo que tenía que ver con la misión lo hacíamos en algún sitio privado como eran nuestros aposentos pero aquel día un solo descuido había hecho que nos volviéramos de nuevo los verdugos del rey de Agni.

¿Cómo íbamos a poder solucionarlo?

¿Llegaría a ser el rey de Agni después de esto?

¿Sabrían qué hacer los rebeldes?

¿Qué pensaría Alaia?

Aquellas eran las preguntas que tenía en la cabeza después de que Fidel me hubiese encerrado en mi habitación para controlar cada uno de mis movimientos porque teniéndome en esa jaula de oro no podrían traicionarle una vez más. Por una parte me sentía liberado porque en ese momento estábamos en igualdad de condiciones pero por otra parte sentía que mi futuro era más incierto. No sabía como íbamos a avisar a los rebeldes de que había habido complicaciones hasta que una de las noches anteriores Dasha llego con la cena a mi habitación, le conté todo rápidamente y le dije que por favor se lo transmitiera a Dimitri porque sabía que él ahora formaba parte de la causa.

A estas horas ya los rebeldes sabrían que mi madre y yo éramos prisioneros del corrupto rey de Agni y ya estarían trabajando para ayudarnos pero mientras tanto yo no sabía que debía hacer. Pensé lo que me dijo Alaia en una de nuestras últimas conversaciones, que era la marioneta de mi padre y supe en ese instante que era la situación conveniente para dejar de ser aquello que detestaba.

De repente, la puerta de mi habitación se abrió y vi como entraban Fidel acompañado del traidor de su consejero real. Ellos se colocaron enfrente de mi cama en la que yo estaba sentado con un libro en las manos para disimular mi preocupación por lo que estaba pasando. La dureza del rostro de Fidel no me fue indiferente y sabía que con nuestros planes escondidos habíamos sacado a la fiera que llevaba dentro pero yo decidí que era el momento de invitarla a salir del todo para descubrir quién era de una vez por todas.

—¿Vienes a darme el sermón de padre enfadado por la traición de su hijo? —pregunté irónicamente.

—Encima de traidor también eres un engreído—comentó mirándome con prepotencia.

—He tenido al mejor maestro—dije levantándome de la cama para ponerme enfrente de él.

—Si no hubiera sido por mí...—empezó hablar pero lo interrumpí.

—Si no hubiera sido por ti hubiera sido feliz—lo interrumpí—Hubiera tenido a mi padre conmigo, podría haber sido un niño feliz con unos padres que se amaban, podría haber vivido todo aquello que no pude por estar aquí, incluso podría haber decidido por mi mismo—solté con rabia haciéndole ver que sabía que no era mi padre—Pero apareciste para jodernos la vida como haces con todo lo que tienes alrededor—concluí viendo como me miraba con rabia.

—Si no fuera por mí, no serías nadie.

—Sería yo, el Uriel que siempre he querido ser—le rebatí.

—Tu madre decidió por ti—apuntó intentado echarle la culpa a ella.

—Mataste al amor de su vida para salvar a su hijo, la llevaste al extremo para poder conseguir lo que te proponías.

—Aunque te haya educado eres igual de débil que tus padres—al pronunciar aquellas palabras me lancé a por él pero su aliado se interpuso entre nosotros—Ahora el que va hablar voy a ser yo—dijo mientras me obligaban a sentarme—Te vas a casar con Kathia en unos días porque tengo que emparentar con su padre para no perder las reservas de petróleo que me prometió porque si no estaremos en banca rota—me explicó haciendo que mi rabia incrementara.

—No voy hacerlo.

—Si no lo haces mataré a tu madre—me amenazó cogiéndome del cuello.

—Eres un psicópata—escupí con rabia.

—¿Vas hacerlo? —preguntó con una sonrisa socarrona.

No contesté porque era incapaz de pronunciar ese sí porque esa respuesta condicionaría mi vida, porque ya no habría vuelta atrás, porque ya no podría tener una segunda oportunidad con Alaia. Mi madre y ella eran el centro de mis pensamientos porque por tener a una podía perder a la otra. Decidiera lo que decidiera una saldría de mi vida, Alaia era fuerte para vivir sin mí pero yo no era lo suficiente valiente como para perder a mi madre.

Asentí de mala gana y Fide aplaudió en señal de victoria.

—Ese es mi hijo—dijo antes de salir de mi habitación.

Tiré el libro que tenía en las manos contra la puerta en cuanto salieron porque no sabía como sacar toda la rabia que había dentro de mí. Aunque quisiera cambiar todo lo que había en mi vida revelándome contra él, siempre encontraba la manera en la que ganar la partida porque jugaba con ventaja. Cuando no tienes escrúpulos, te da igual el precio que tengas que pagar. Y ese era mi error que era demasiado noble para luchar con alguien que no conocía esa palabra, me di cuenta con el tiempo de esto pero en ese momento me daba rabia de no poder llegar a poder ser como él. Y Alaia entonces me acordaba de ti porque siempre me recordabas todas las cosas que me diferenciaban de él, porque confiabas en mí a pesar de tener su sombra a mi lado, porque te paraste en conocerme a mí aún sabiendo cómo era él y así es como volvía a creer en mí porque tú un día lo hiciste en mí. Ojalá todavía creyeras en mí Alaia, ojalá.

*** 

Perdón por la espera.

¿Qué pasará?

¿Habrá boda?

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora