Capítulo 35: La palabra dolor no podía acompañar a la palabra amor.

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No entendía lo que había en la cabeza de Alaia pero sobre todo no llegaba a darme cuenta de qué era lo que sentía su corazón. En muchos momentos parecía que estaba segura de renunciar a lo que sentía por mí y en otros parecía que se moría de ganas de arriesgar todo lo que tiene por mí. Lo último que quería era hacerle daño y no podía hacerlo porque se lo habría prometido a su padre. Yo trataba de cumplir con cada una de las promesas que le hacía a mi pueblo, a mi familia y a todas las personas que ocupaban un lugar en mi corazón.

Volvíamos a estar en el punto en el que nos encontrábamos hace unos días, Alaia estaba distante y yo le daba su espacio porque sabía que estando cerca nunca podríamos conseguir olvidar aquello que nos unía. A veces pensaba que quizás hubiera sido mejor que ella se hubiera ido de palacio, que no la hubiera retenido o que le hubiese pedido que se quedara porque podría haber vuelto a ser la mujer independiente que era.

Yo quería a Alaia de muchas maneras, la quería con tranquilidad pero a la vez la quería como ese torbellino que llegó un día a palacio para complicarme la vida. La quería fuerte para poder enfrentarse a todos los obstáculos que la vida le impusiera pero también la quería vulnerable para poder cuidarla y hacerle ver que siempre iba a tener el mejor hombro en el que apoyarse, en el mío. La quería siendo mía, siendo un parte de mi vida inquebrantable pero también la quería libre, para decidir, para vivir y para conseguir todo aquello que quisiera. Pero había una manera de quererla por encima de todas las cosas que había mencionado, la quería de verdad, de la manera más sincera que se puede querer a alguien y de la forma más intensa, esa intensidad en muchos momentos hacía que el hecho de quererla doliera. Y entonces algo estábamos haciendo mal porque la palabra dolor no podía acompañar a la palabra amor.

A pesar de todo aquello, las cosas en palacio estaban tranquilas. Estábamos en Navidad, esta misma noche sería la cena de Nochebuena. Fidel había invitado a un montón de sus corruptos e interesados amigos para cenar con nosotros, entre ellos a mi supuesto rival para obtener la corona. Alek vendría a su supuesto hogar, a conocer a lo que no le había tocado heredar y a conocerme a mí, quizás para intentar ser mi amigo y después traicionarme. Quería estar sereno porque los nervios no podían fallarme, era la oportunidad perfecta para demostrarle tanto Fidel como al resto de los invitados que tenía todo bajo control y que era la persona perfecta para desempeñar el cargo al que aspiraba.

Sabía que iba a ser difícil, además Alaia no podría asistir. Había tratado de convencer a mi padre y su respuesta había sido que ya habíamos dado bastante de qué hablar en el baile cuando la gente nos vio llegar juntos. Pero estaba mi madre, que en estos momentos era uno de mis mayores apoyos y Dimitri y su familia habían sido invitados, por lo que sabía que mi mejor intentaría sacarme una sonrisa ante toda aquella tensión.

Terminé de repasar los últimos documentos que me quedaban mientras hacía balance de todo aquello. Dejé mi escritorio ordenado para evitarles más trabajo a las doncellas y salí de allí. Me encontré a Alaia enfrente de la puerta, observando todo el pasillo para tenerlo todo bajo control. Se puso a mi lado nada más salir y entonces decidí hablarle.

—Me hubiese gustado que estuvieses ahí esta noche—dije intentando derribar el muro que se había formado entre nosotros.

—Vas a tener a más personas para apoyarte—respondió tranquilamente.

—¿Vas a pasar esta noche sola?—pregunté curiosamente.

—No sería la primera navidad que paso sola—habló intentando quitarle importancia—Pero estaré en la cocina con Dasha y las demás doncellas ayudándolas a preparar la cena—me explicó haciendo que me sintiera aliviado por no dejarla sola.

—Seguro que lo pasáis mejor que nosotros en esa cena—comenté mientras llegábamos al pasillo donde estaban nuestras habitaciones—Pero para fin de año podemos hacer algo juntos, incluso podemos invitar a Dasha y Dimitri porque mis padres se van de viaje—recordé haciendo que me mirara con interés.

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora