Capítulo 27: Aquello que nos separaba era mucho.

65 2 0
                                    

¿Alguna vez os han hablado de los secretos? Hubo un momento en mi vida en que pensaba que vivía rodeado de ellos. Durante toda mi vida la persona que más cosas me había ocultado había sido mi padre. Hay veces que ocultamos cosas por miedo hacer daño a otras personas o por miedo a perder pero mi padre lo hacía para causarme más dolor. Los secretos a veces son revelados pero otras permanecen en silencio durante la eternidad. Y sabía que Alaia guardaba alguno, tan profundo que le daba miedo revelarlo.

Desde el último ataque a palacio no era la misma aunque tratara de hacerme creer que las cosas estaban igual, yo sabía que dentro de Alaia había algo que le preocupaba y que no le dejaba dormir por las noches. El único secreto que yo poseía en esos momentos era el sigilo de que estaba enamorado de ella. Cada noche pensaba en que quizás lo que le atormentaba era lo mismo que a mí, nuestro amor. Alaia nunca me había dicho que me quería ni yo a ella pero sabía que lo que sentía era demasiado fuerte para poder sentirlo solo. Trataba de hacerla sonreír o de hablar para que olvidara todo aquello que atormentaba su mente pero sentía que no lograba hacerlo del todo.

Por otro lado, estaba el hecho de que había encontrado a su padre. No me había contado mucho pero sabía que ese reencuentro no había sido como ella esperaba. Pensaba en ello y no podía creer que alguien fuera capaz de abandonarla. Alaia era de esas personas que una vez la conoces quieres que se quede permanentemente en tu vida porque sabes que te aporta algo especial. Trataba de pensar en cómo se habría sentido durante aquellos años en los que no tuvo un referente y en como la reminiscencia se cumplía en ella. Alaia podría haberse dado por vencida, haberse dejado dominar por el mundo o caer pero ella de todas las cenizas que quedaron con el abandono de su padre había conseguido renacer y convertirse en una persona diferente.

Era curioso porque ambos teníamos alguna cuenta pendiente con nuestros padres. Ella no lo tenía pero lo quería y yo que lo tenía a mi lado quería alejarlo. No habíamos intercambiado muchas palabras durante aquellos días, todavía seguía enfadado por sus mentiras sobre Alaia. Su confesión ante Maksim me hizo darme cuenta de que si me había mentido con aquello, quizás hubiera otras cosas que desconocía. Lo miraba y no reconocía al hombre que tenía ante mí.

—¿Pasa algo?—preguntó mirándome desde el otro lado del despacho.

—¿Siempre que quieres conseguir algo mientes?—cuestioné directamente haciendo que se levantara para acercarse a mi escritorio.

—¿Por qué no me dices lo que quieres decirme?—habló mientras sonreía y se burlaba de mi nerviosismo.

—Alaia no fue la que te dijo que me escapaba de palacio—afirmé haciendo que se sentara enfrente de mí.

—El otro día no estabas tan seguro—bromeó haciendo que sintiera más desprecio del que sentía por él.

—No sé como puedo seguir teniendo la poca confianza que tengo en ti—dije haciendo que su cara cambiara ante mi ataque.

—Porque eres un ingenuo—respondió con desprecio.

—Lo soy—reconocí dándole la razón—Un ingenuo que solo quería ganarse el reconocimiento de su padre—expresé mientras se me entrecortaba la voz.

—Si hicieras lo que te digo, quizás podría llegar a estar orgulloso de ti—me contestó mientras rodeaba el escritorio para posicionarse detrás de mí.

—Lo sé pero yo no quiero ser como tú, quiero vivir y hacer lo que yo quiera. Ser tu hijo, no me convierte en tu copia.

—Sigue siendo ese cobarde al que nadie va a tratar con respeto—habló haciendo que mi autoestima sufriera otro ataque por su parte.

No le contesté, me limité a irme de allí. Cada momento que pasaba con él era como si me contaminara con su presencia, me hacía plantearme si estaba dispuesto a pasar toda la vida amargado por su culpa o quizás era mejor escaparme de allí y renunciar a una estúpida corona que nunca me haría feliz si él estaba atormentándome.

Subí las escaleras corriendo hasta llegar a la terraza. Necesitaba sentir el aire en mi cara, sentir que todavía había cosas por las que seguir como por la belleza de mi pueblo, por las pequeñas cosas como eran el canto de los pájaros o simplemente por hacerme feliz a mí mismo.

—¿De quién escapas, príncipe?—preguntó una voz que solo con escucharla sentía como todo podía ir mejor—Nunca te había visto correr así—dijo Alaia mientras se posicionaba a mi lado.

No contesté porque no sabía que decirle. Porque otro de los problemas que tenía era lo que sentía por ella, era un secreto que tenía que ocultar porque al fin y al cabo nunca podría darse algo entre los dos.

—Este sitio es precioso—volvió hablar mirando las vistas mientras sonreía.

—Es el único lugar de todo este palacio en el que siento paz—contesté mirándola.

—¿Es por tu padre, verdad?—preguntó mirándome mientras yo asentía—Tienes que esperar, estoy segura que vas a poder enfrentarlo, solo tienes que esperar a ser lo suficientemente fuerte para hacerlo—me dijo cómo si confiara en que habría algo que haría que me enfrentara a mi padre.

—A veces siento que lo mejor sería irme y renunciar a esto—le confesé haciendo que me diera un toque en el hombro para que la mirara.

—¿Estás viendo esto?—señaló a las vistas desde donde se podía ver toda la ciudad—Es tuyo y dentro de unos años cuando lo mires verás felicidad resplandecer—habló mirando al frente—Ojalá confiaras en ti como lo hacemos las personas que te conocemos—esas palabras hicieron que sonriera como un niño pequeño, con ilusión porque confiaba en mí como yo no lo hacía Era demasiado bonito para ser cierto—Además, si te vas, yo perdería mi trabajo. Y no quiero pasar hambre porque aquí se come demasiado bien—dijo haciendo que volviera a sonreír.

—Tengo millones de razones para irme y muy pocas para quedarme, tú eres una de ellas—dije haciendo que se sonrojara y dándome cuenta de que quizás estaba siendo muy claro—¿Me puedes enseñar a confiar en mí?—le pregunté dándome la vuelta mientras me apoyaba en la barandilla que nos separaba del vacío.

—Yo no confiaba en los demás pero lo hacía en mí misma. Cuando llegué aquí comencé a confiar en más personas que no fueran yo, como tú. No sé si podré conseguir que lo hagas, pero te enseñaré todo lo bueno que hay en ti para que puedas hacerlo—dijo haciéndome sentir que me moría de amor con cada una de sus palabras.

—¿Me lo prometes?—le pregunté acercándome a ella haciendo que nos quedáramos a poca distancia.

—No creo en las promesas, 

—Entonces yo te haré creer en ellas mientras tú me haces confiar en mí—le contesté para convencerla.

—Te lo prometo—dijo ofreciéndome su mano como si fuéramos a sellar un pacto.

Tomé su mano y aproveché ese momento como si no volviera a repetirse jamás. Porque podía sostenerme en ella si todo lo demás se derrumbaba pero mientras yo agarraba su mano, lo que sentía por ella crecía y mi cabeza me recordaba todo aquello que nos separaba, que era mucho. 

¿Qué pensáis sobre el rey?

¿Podrán aguantar mucho tiempo Alaia y Uriel haciendo que no pasa nada?

Espero que os guste...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora