Capítulo 39: Cobardía.

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Alaia había vuelto a salir de palacio sin decirme nada. Ella sabía que yo lo sabía pero no era capaz de darme una explicación porque sé que ella era libre para hacer lo que quisiera con su vida aunque la mía dependiera de su trabajo. No me escondía nada porque sus ojos estaban limpios de culpa pero sabía que irse de este palacio la hacía sentir que llevaba las riendas de su vida de nuevo.

Nos estábamos distanciando, ambos los notábamos pero no decíamos nada. En el fondo era lo que queríamos, queríamos tener una distancia para justificar nuestro olvido. No hablábamos cuando estábamos solos, no nos sonreíamos, no nos interesábamos por el otro, solos nos encargábamos de mantener las formas cuando había gente alrededor de nosotros.

Toda aquella situación me hacía sentir rabia, más rabia que las mentiras de mi madre o que la actitud déspota de Fidel. Aquella noche no podía dormir porque necesitaba sacar todo lo que llevaba dentro, necesitaba decirle que no quería perderla pero que tenía que fingir con Katia para hacerme más fuerte contra mi padre.

Salí de mi habitación comprobando que no hubiera nadie en los pasillos, llegué a su puerta y puse mi cabeza cerca de ella para ver si se escuchaba ruido, no se escuchaba nada. Pasé sin llamar por si estaba dormida y la encontré sentada en el poyete de la ventana mirando a la luna. Cuando me vio cerró los cristales rápidamente y se puso de pie para recibirme. Nuestros ojos no dejaron de estar conectados durante aquellos leves segundos y sentía como su mirada me exigía cosas que yo no podía darle.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó sin apartar la mirada de mí.

— ¿Qué nos está pasando?

— ¿A qué te refieres? —cuestionó sin entenderme muy bien.

—Me refiero a que parecemos extraños que conviven juntos—respondí haciendo que ella elevara los ojos.

—Por si no te has dado cuenta estás conociendo a otra chica—comenzó hablar acercándose a mí—Yo no puedo estar en medio de vosotros dos—me miró tristemente.

— ¿Y tenemos que cambiar lo que somos por eso?

—A eso a lo que tú no le das importancia, a mí me está matando por dentro—contestó haciendo que me diera cuenta de que mi intento de tener un relación que no fuera con ella le hacía daño.

—Sabes que no la quiero—apunté para que le quedara claro.

—Ella a ti sí—afirmó—No puedes hacerle daño—me aconsejó.

—Tampoco quiero hacerte daño a ti.

—Yo no importo Uriel, solo soy tu guardaespaldas—señaló haciéndome enfadar.

—¿Quieres dejar de infravalorarte? —pregunté cogiéndola de su brazo para acercarla a mí—Daría lo que fuera por estar contigo—le dije mientras ella negaba.

—No dejarías este palacio ni ese trono por mí.

— ¿Renunciarías tú a ser una chica normal por estar conmigo? —cuestioné haciendo que se quedara callada—No soy el único que piensa en él—comenté enfadado.

—Quizás es que no nos queremos lo suficiente.

—O quizás es que somos muy cobardes para amarnos—señalé apoyando mi frente en la suya.

De repente el silencio quedó alterado por un golpe en el cristal. Alaia se separó de mí sin alarmarse y corrió las cortinas para encontrarse con aquel chico con el que había discutido el día que fuimos al refugio. Le abrió la venta y él entro rápidamente a la habitación. Me miró con indiferencia y después le sonrió a ella.

— ¿De dónde has salido? —preguntó Alaia alegremente.

—Peleona te echaba de menos—bromeó aquel chico haciéndome ver que tenían más confianza de la que pensaba.

— ¿Ha pasado algo?

—Me ha mandado tu padre para deciros que hemos descubierto que Fidel está organizando una gran rebelión para atacar palacio en nombre de los rebeldes—nos explicó rápidamente—Hemos descubierto el lugar desde donde se organizan y donde tu padre los visita—me dijo hablándome a mí directamente.

—No es mi padre—le corregí haciendo que me diera cuenta de que él también conocía que mi vida era mentira.

— ¿Vamos a parar ese ataque, verdad? —dijo Alaia haciendo que el chico se riera.

— ¿Vamos? —volvió a preguntar él irónicamente—Tú te quedas en palacio que bastante tienes con controlar todo esto—señaló este haciendo que Alaia se enfadara.

—Me apetece un poco de acción—comentó Alaia haciéndonos reír.

—Si ella va, yo también—declaré mientras ambos me miraban.

—Es mejor que te quedes aquí Uriel—me aconsejó Alaia.

—Esta causa que han hecho suya es mía, así es que voy a ir—sentencié haciendo que la habitación se quedara en silencio.

—Se lo diré a Viktor—respondió el chico poniéndose la capucha para irse—Huye de lo que no te hace feliz, peleona—susurró a Alaia desde la ventana antes de irse corriendo por los tejados de palacio. Ella cerró la ventana mientras negaba sonriendo. Cuando se dio la vuelta se volvió a encontrar con mi rostro serio.

—No sabía que os habíais hecho amigos—comenté mientras ella se dirigía a su cama.

—No somos amigos—negó mirándome—Solo nos dimos cuenta de que era una tontería seguir discutiendo cuando íbamos a tener que vernos—apuntó haciendo que no la creyera.

—Claro.

—¿Te importa que tenga amigos fuera de aquí? —cuestionó mirándome a los ojos.

—No me importa porque solo eres mi guardaespaldas—contesté sabiendo que esa respuesta le dolería.

No me contestó solo se limitó a mirarme seriamente. Y yo no pude resistir seguir en el mismo sitio que ella porque era un cobarde. Era un cobarde que tenía que hacerle daño a la persona a la que quería para alejarla de mí, era un cobarde por no dejar una vida que no era mía para fugarme con ella, era un cobarde por no reconocerle que estaba celoso porque ese chico la miraba de una manera especial, era un cobarde por no reconocer que me daba miedo que él pudiera darle todo lo que yo no podía pero sobre todo era un cobarde porque no podía reconocer que la quería y que me daba miedo que se fuera de mi vida. 

Perdón por estar tanto tiempo sin actualizar...

¿Qué os ha parecido el capítulo? Fue uno de mis favoritos al escribirlo...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora