Capítulo 29: La guerrera de nuestras vidas.

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En palacio era muy difícil confiar en la gente. Desde pequeño trataron de concienciarme que no tenía que fiarme de nadie porque todos quieren algo más que reconocimiento. Solo podía confiar en mis padres, bueno en mi madre. Y cuando llegó Alaia también confié en ella, sin darme cuenta todo lo que había en ella se convirtió en certero para mí.

Aquellas dos mujeres en las que tanto confiaba se habían encargado de hacer que dentro de mí surgiera un gran muro que iba a ser imposible de destruir. Mi padre quería acabar conmigo pero lo que no sabía es que yo ahora quería luchar por lo mío y nada ni nadie me pararía.

Había aguantado años de lecciones, de clases, de vivir la vida de una persona que no podía tener amigos ni podía ser quien quería ser, había tenido que aguantar órdenes, críticas, que me dijeran como tenía que vestir o comportarme pero ya me había cansado de ser el niño bueno que todo el mundo quería. Lo que más había tenido que soportar durante todos esos años eran las humillaciones de mi padre, que habían acabado haciendo mella en mi confianza y en mi autoestima. Y solo por esas humillaciones tenía que vengarme de él y asegurarme de que iba a recibir lo que me pertenecía por el trabajo de toda mi vida.

Después de mi discusión con Alaia la noche acabó para mí. Estaba enfadado con ella pero sobre todo estaba enfadado conmigo mismo porque a pesar de que me había mentido no podía parar de pensar en lo que había pasado entre nosotros. Aquel beso me había removido todas las entrañas, de hecho me había hecho sentir sensaciones que pensé que no tenía y me había hecho darme cuenta de que en muy pocos momentos había sido así de feliz como durante esos segundo. No pude apartar mi mirada de ella en toda la noche, sus ojos verdes brillaban como nunca, como si la tristeza que los caracterizaba se hubiera esfumado y su cuerpo era digno de admirar porque cualquiera mataría por perderse en sus curvas. Ninguno de estos pensamientos, me habían pasado por la cabeza nunca pero ella sembraba en mí todo lo desconocido. Aunque me hubiera mentido era la única que se había dignado a decirme la verdad, mejor tarde que nunca ¿no?

A la mañana siguiente al baile, estuve buscando durante un buen rato a mi madre. Hasta que la encontré en el jardín paseando con sus doncellas, supongo que les estaría contando alguna de las anécdotas de anoche. Cuando vieron que me acercaba a ellas, se apartaron para dejarnos solos. Miré a mi madre duramente, la juzgué sin conocer cuál era su verdad historia o cuál era la excusa que tenía para haberme mentido durante años.

—¿Cuándo pensabas contarme que nada de lo que hay en este palacio me pertenece?—pregunté enfadado mientras la voz se me entrecortaba.

—Alaia cumplió con su advertencia de contarte todo—asintió mi madre mientras se acercaba a mí y yo me alejaba por inercia.

Me pidió que fuéramos hablar a un sitio más discreto porque por allí pasaban muchas doncellas y muchos de los soldados en los cambios de turno. Nos metimos en la biblioteca de palacio, en la que nunca había nadie.

—No eres hijo de Fidel—comenzó hablar mi madre mientras yo asentí en señal de que ya lo sabía—Mis padres me obligaron a casarme con él, yo no quería tener esta vida Uriel pero me la impusieron y yo no tenía palabra para negarme. Mi vida era un caos, era la hija perfecta en casa pero cuando salía de ella era yo misma, así fue como conocí a tu verdadero padre. Trabajaba en el campo ayudando a sus padres, era la única persona que se preocupaba por mí y con la que podía ser yo misma. Me valoraba, me apoyaba y me amaba como nadie nunca lo ha hecho—dijo sentándose emocionada—Cuando le conté que me iba a casar con el rey de Agni, le destrocé el corazón al no aceptar escaparme con él porque sabía que si me encontraban lo matarían. A pesar de que le destrocé el alma, me prometió que siempre estaría conmigo y unos días más tarde me mandó una carta con un amigo suyo diciéndome que se había ido a la academia para formarse como soldado para defender palacio, para que cuando yo estuviera allí, no estuviera sola—todas aquellas palabras hicieron que poco a poco la rabia que sentía por mi madre se fuera desvaneciendo—Cuando llegué a este palacio, él ya estaba aquí. Tuvo la mejor nota de su promoción y no paraba de recordarme que todo lo que había conseguido era por mí, porque no podía hacerse a la idea de renunciar a nuestro amor. Fuimos amantes en este palacio, cada lugar de este sitio conserva un recuerdo de lo que fuimos juntos pero cometimos el mayor error que podíamos cometer, caímos en la tentación de querernos en todos los sentidos, sin medir las consecuencias y unos meses después me enteré que dentro de mí estaba el fruto de nuestro amor—dijo mirándome con orgullo mientras cogía mi mano—Daría lo que fuera porque vieras lo feliz que estaba de que tú fueras a venir al mundo y fue la primera vez que decidí arriesgarme por lo que sentía. Intentamos escaparnos pero Fidel nos encontró, tuve que contarle toda la verdad, me hizo elegir entre él y entre ti—confesó derramando la primera lágrima, aquello era lo típico que hacía mi padre. Llevar a todas las personas al límite para salirse con la suya—Tu padre me pidió que no renunciara a ti por ninguna cosa en el mundo porque a ti te iba a tener siempre. Cuando te elegí, le perdí a él porque tu padre mandó a matarlo por traición a la corona—en ese momento fue cuando mi madre se desmoronó completo y me levanté para abrazarla—No pude despedirme de él, no pude decirle que era mi vida entera y que con su muerte también se aceleraba la mía pero me dejó el regalo más bonito que me han hecho nunca, a ti. Cada vez que te miro Uriel veo su fuerza, sus ganas de ser mejor persona, sus ganas de soñar, de querer, de avanzar...—puso su mano en mi mejilla y la acarició.

—¿Cómo se llamaba?—pregunté con curiosidad porque quería saber todo sobre él.

—Se llamaba Lev—contestó mi madre sonriendo.

—¿Y cómo terminaste uniéndote a los rebeldes?—volví hablar mientras mi madre se sacaba su rostro lleno de lágrimas.

—Hubo varios rumores de que Fidel estaba con otra mujer pero yo no lo sabía certeramente, salvo por los comentarios de la gente. Pasaron los años y un día tuvimos que salir a cubrir un acto y fue cuando se me acercó el padre de Alaia. Me comentó que era muy amigo de Lev, que sabía toda nuestra historia y que querían que tu padre renunciara al trono, todo aquello me lo comentó muy por encima. Entonces, me prometió que intentaría colarse en palacio para que habláramos—eso me hizo sonreír porque en parte mi madre también había hecho cosas que un reina no haría—Nos reunimos en la cocina en una de esas veces en las que traían la comida fresca a palacio. Me contó que tu padre estaba con otra mujer y que había nacido un niño con la misma sangre que él. Fidel estaba vigilado las veinticuatro horas del día por los rebeldes y sabían que no iba a parar hasta acabar contigo pero tú eras la única esperanza de ellos. Tú eres la esperanza de todo este país, Uriel. Todos quieren ayudarte para tener el rey que de verdad se merece Agni—me habló mirándome a los ojos intentando que me creyera que podía ser aquella persona que necesitaban—Desde entonces, yo les paso información de tu padre, de sus movimientos, cambios de leyes, posibles medidas y ellos responden con filtraciones a la prensa, con protestas o con las entrada a palacio—explicó haciéndome entender todo un poco mejor.

—¿Quién es su hijo?—era la pregunta que me rondaba por la cabeza desde que me habían revelado toda la verdad, porque quizás le conocía.

—Se llama Alek, pertenece a una familia de gran dinero de Vikram—me aclaró mi madre para asegurarme de que no lo conocía.

—Voy a luchar por lo que es mío—sentencié levantándome de la silla.

—Uriel—me llamó mi madre mientras se levantaba de su asiento para ponerse a mi lado—Necesito que estés preparado para todo lo que puede venir pero sobre todo que no cambies por el odio hacia Fidel—apoyo su mano en mi brazo para que le mirara.

—Solo te tienes que preocupar por estar muy atenta y contarme todo lo que él te diga, de lo demás yo me encargo—le contesté intentando ser frío con ella.

—Entiendo esa rabia que siento en tus palabras porque te he mentido sobre quién eras pero yo soy la única responsable de esto, no culpes a nadie más—dijo mi madre refiriéndose a Alaia.

—Ninguna de las dos os salváis—respondí antes de dejar sola a mi madre en la biblioteca para marcharme.

Aunque mostrara aquella actitud, por dentro estaba roto. Podría haber tenido otra vida lejos de todo esto, podría haber sido un niño normal y haber tenido una familia llena de amor en la que mis padres se quisiesen por encima de todo pero una vez más el que se hacía pasar por mi padre, había destruido todo aquello. Había tenido tan infravalorada a mi madre, tanto, que me odiaba a mí mismo por pensar que ella solo se preocupaba por organizar bailes y ver que vestido se ponía cada mañana al levantarse. Ella fue capaz de arriesgarse a ser infeliz por no poner en peligro al amor de su vida, fue capaz de vivir el tiempo que les quedaba cómo si se fuera acabar, fue capaz de elegirme a pesar de todas las consecuencias que tendría el no aceptar su error. Le debía todo aquello a ella, que siempre se había preocupado por los hombres de su vida, el mérito lo tenía ella, que era la guerrera de nuestras vidas.

¿Qué os parece la historia de la reina?

¿Pensáis que Uriel cambiará?

Espero que os guste...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora