Capítulo 12: "No vengo a complicarte la vida".

107 4 2
                                    

—Así es que esa chica se ha atrevido a llevaros la contraria a tu padre y a ti —dijo riéndose Dimitri mientras me miraba burlándose — ¡Me muero por conocer a esa mujer!— exclamó sin parar de reír, después de que le hubiese contando la llegada de Alaia a palacio.

Estábamos paseando por el jardín como muchas de las tardes que pasábamos en palacio. Cuando éramos pequeños, no parábamos de correr por todos sitios mientras jugábamos a que este palacio era de ambos y que teníamos que luchar contra gigantes y monstruos. Y ahora yo solo soñaba con escapar de este palacio, de esta vida y de la chica que había llegado a complicarme la existencia. 

—A mí no me hace tanta gracia—le contesté seriamente—Esa chica se piensa que puede hacer con nosotros lo que quiera—comenté pensando en las conversaciones que había tenido con ella.

—No me digas que no sientes que es aire fresco para este sitio—habló como si la llegada de Alaia hubiera traído solo cosas buenas.

—Yo diría que no es aire fresco sino un torbellino que viene dispuesto a llevarme por delante—expresé haciendo que estallara en carcajadas.

—Le debes disculpas Uriel.

—¿Cómo?—cuestioné sin creerme lo que estaba escuchando.

—Dudaste de su trabajo y de su capacidad, solo por el hecho de ser mujer—explicó mientras me adelantaba y se sentaba en uno de los bancos del jardín—Y sabías de sobra que este puesto era perfecto para ella, te lo demostró antes de conocerte—me recordó haciéndome sentir culpable.

—Puede ser—reconocí dejando atrás mi orgullo—Pero... ¿y lo que le dijo a mi padre?—le recordé para conocer su opinión.

—Creo que es algo que pensamos todos y es la única que se ha atrevido a decírselo.

—¿De verdad, Dimitri?—le pregunté enfadado por darle la razón a una desconocida.

—Lo siento, amigo—me sonrió en modo de consuelo—Este país y tu padre necesitan darse cuenta de que las mujeres necesitan avanzar para que todos lo hagamos—apuntó haciendo que esa idea que me quedara clavada.

—Trato de que me caiga mal pero no consigo hacerlo, cada vez que trato de hacerlo me gusta más su forma de ser—confesé haciendo que me diera un golpe en el hombro riéndose.

—Te vas a terminar enamorando de esa chica, lo sé—afirmó mirándome.

—¿Estás loco?—pregunté mientras yo le daba otro golpe.

Cuando iba a contestarme, escuchamos unas risas cerca. Me levanté inconscientemente y le hice una señal a Dimitri para que me siguiera. Fuimos hasta el lugar de donde provenían las risas que habíamos escuchado, nos encontramos con Alaia y Dasha, una de las doncellas de palacio mientras recogían flores del jardín.

Hoy era el día libre de Alaia, por eso no iba con su uniforme. Vestía unos pantalones blancos anchos con un abrigo de color negro, era la primera vez que la veía sonreír desde su llegada a palacio y me di cuenta de que se veía muy bien haciéndolo.

—¿Cómo piensas hacer que esas flores me quiten el dolor de cabeza?—preguntó refunfuñando Alaia a Dasha.

—Es una receta única de mi madre, sirve para la fiebre y los dolores de cabeza—contestó alegremente—Puedes preguntarle a cualquiera de este palacio y te dirán que es el mejor remedio que conocen—dijo recordándome las veces que su madre me la había preparado cuando era un niño y estaba enfermo con fiebre.

Salimos de nuestro escondite para dirigirnos hacia ellas.

—Yo puedo dar fe de eso— hablé haciendo que se giraran hacia nosotros.

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora