Habían pasado varios días desde que nos habíamos enfrentado a las últimas pruebas que nos habían hecho en la academia. Todavía podía sentir la adrenalina al hacer tanto las pruebas teóricas y físicas que decidirían mi nuevo destino. Sabía que me quedaba muy poco tiempo en ese lugar y que de ahora en adelante yo sería la dueña de mi propia vida, tendría que tomar decisiones pero por encima de todo tendría que enfrentarlas.
Estaba recogiendo todas las cosas que había acumulado en mi habitación durante los últimos años. Insignias, uniformes y miles de hojas que certificaban que había superado cada uno de los niveles. Sentía nostalgia y alegría a la vez, porque era lo único que había conseguido en mi vida. Todo lo que había intentando antes se había quedado en eso, en intentarlo. No había podido superar el abandono de mi padre, la muerte de mi madre o los abusos de Diego.
Sentía mucha intriga porque no sabía si habría conseguido finalmente la beca. A muchos de mis compañeros les daba igual porque venían de familias acomodadas y después de su estancia aquí las cosas para ellos volverían a ser lo mismo pero para mí no. También había muchos otros que aspiraban a la misma recompensa y que sentían rabia porque una mujer se lo arrebatara. Seguíamos viviendo en un país machista por mucho que nuestro rey se encargara de vender una imagen contraria al exterior. Todos los mejores cargos, todos los mejores soldados y todas las medallas iban destinadas a hombres, a pesar de que muchas de las mujeres que estábamos aquí éramos mejor que ellos. No asimilaban el hecho de que pudiéramos dedicarnos a lo mismo, de que pudiéramos compartir experiencias o que pudiéramos luchar juntos.
Y uno de mis miedos era que hasta en la academia llegara la corrupción a la que estábamos sometidos con nuestro actual rey. Todo el mundo sabía que había sido hechizado por el poder y que no amaba a su pueblo. Solo era admirado por aquellos con los que compartía riqueza porque al fin y al cabo eran los únicos que alababan sus inútiles reformas. Por el contrario, su hijo estaba ausente y nunca le daba el protagonismo que se merecía como próximo monarca de Agni. Siempre había sido un desconocido para todo el país, que se limitaba a estar encerrado en palacio y en salir de él en las ocasiones más especiales. Muchos decían que eran por miedo a represalias de los rebeldes contra él pero la mayoría de la nación sabíamos que era una víctima más del juego de su padre.
Pensaba en aquello y sentía que era todo lo contrario a lo que yo pensaba. Era contradictorio, quería trabajar en su palacio y no compartía los ideales de esa familia pero mis pensamientos en esta ocasión no importaban. Solo quería demostrar mi valía y que una mujer también podía terminar defendiendo el palacio real de los ataques de los rebeldes, aquellos que luchaban contra las medidas autoritarias del rey y que querían un cambio, un cambio que estuviera lleno de libertad y de nuevas oportunidades.
Cuando estaba pensando en todo eso, llamaron a la puerta de mi cuarto y de pronto volví a la realidad. Rápidamente dejé de hacer lo que estaba haciendo y me dirigí hacia la puerta. Al abrir me encontré con la secretaria del director de la academia, era una mujer mayor y bastante seria.
—¿La señorita Alaia Ivanov? —preguntó poniéndose las gafas que llevaba colgando por el pecho para verme mejor.
—Soy yo—respondí nerviosa.
—Me manda el señor director, al parecer se tiene que presentar en su despacho lo más pronto posible—me comunicó en un tono neutro.
—¿Ha pasado algo? —pregunté tímidamente.
—No puedo darle más información, buenos días—sentenció para después darse la vuelta e irse por el pasillo de la residencia de la academia.
Cerré la puerta y me temí lo peor. Habían descubierto mi secreto, se habían enterado que había matado a alguien y querían hacerme pagar todas mis mentiras. No podía imaginar como sería la cárcel y más una de mujeres porque para nosotras todo era peor. Al fin y al cabo nuestros errores eran los más graves y los que merecían peor castigo. Terminé de hacer la maleta y tras cerrarla cogí las llaves de mi habitación. Salí de aquel cuarto sin saber si iba a volver y por si acaso guardé en el bolsillo de mi pantalón mi amuleto, aquella foto a la que tantas veces había tenido que acudir.
El ritmo de mi corazón acompañaba a mis pasos hacia el despacho del director, una angustia me invadía y una rabia se apoderaba de mi cuerpo. Había llegado hasta aquí y lo iba a perder todo en cuestión de minutos por no entregarme aquel día, por no contar la verdad, por huir.
Cuando la secretaría que había ido a buscarme me vio, no tardó en llamar a la puerta de su jefe y avisarle de mi llegada. Después de unos minutos en los que no pude oír más que susurros, me indicó con la cabeza que podía pasar.
Cuando estaba ya dentro vi a un hombre de pie que miraba al horizonte a través de los grandes ventanales de aquel despacho.
—Buenos días—saludé tímidamente mientras él se giraba para mirarme.
—Buenos días—contestó sentándose en su silla—Adelante Alaia—me animó indicándome que me sentara.
—Gracias.
—¿Cómo te va todo? —preguntó tratando de ser amable.
—Todo bien—respondí nerviosa.
—Estos últimos días son muy intensos para vosotros—comentó mientras no dejaba de jugar con una pluma que tenía en sus manos.
—Han sido unos días muy duros pero como todo en esta vida ya han acabado —volví hablar intentando demostrar que no estaba nerviosa.
—¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó directamente.
—No tengo ni idea, supongo que he hecho algo malo y no me he dado cuenta—apunté agachando la cabeza.
—¿Tienes algo por lo que preocuparte? —cuestionó seriamente.
—No, no que yo sepa.
—Entonces tranquila—me pidió haciendo que me relajara—Te he llamado para felicitarte—dijo sonriendo.
—¿Por qué? —pregunté extrañada.
—Eres la primera mujer de Agni en conseguir una nota tan alta de promoción, eres la primera en superar la nota de un hombre y de conseguir la beca que te va a llevar directamente a trabajar en palacio —me explicó haciendo que gritara de la emoción.
—¿De verdad? —exclamé sin creerlo—¿He conseguido ascender en el ranking?
—Has conseguido superar con creces las últimas pruebas, todos los profesores estaban impresionados contigo—comentó haciéndome sentir orgullosa de mi misma.
—¿Voy a trabajar en palacio?
—He tenido muchas discusiones por esto—me advirtió poniéndose serio—Sabes que en este país todavía cuesta un poco aceptar que una mujer pueda dedicarse a luchar y muchos de mis superiores no querían darte esta beca pero yo no soy de los que les arrebata los sueños a las personas—puntualizó haciendo que me diera cuenta de que era buena persona.
—Muchísimas gracias por confiar en mí, les demostraré que si he llegado hasta aquí es por algo.
—A nosotros no nos tienes que demostrar ya nada, ahora te toca demostrárselo al príncipe Uriel—afirmó haciendo que yo lo mirara extrañada al no saber a lo que se refería.
—¿Al príncipe?
—Este año la beca no es solo trabajar en palacio sino que vas a ser la guardaespaldas oficial del príncipe de Agni—me comunicó haciendo que yo me diera cuenta de la magnitud del asunto—Su guardaespaldas murió en el último ataque a palacio y necesitan alguien como tú para ocupar ese puesto—señaló para que yo lo entendiera.
—Está bien.
—Espero que todo lo que te propongas, lo consigas—me animó levantándose para despedirme.
—Gracias de nuevo.
Era la primera vez que volvía a sentir que era feliz pero esa sensación solo duró unos instantes. Me di cuenta que no tenía a nadie al que contárselo, que no podía escribirle una carta a mi madre y que no podría ver la mirada de orgullo de papá. Me quité todos aquellos pensamientos de la mente y pensé que me tenía a mí, a la única persona que nunca me abandonaría.
Aquí os dejo el capítulo 5. Espero que os guste.
¿Qué pensáis qué pasara cuando Alaia llegue a palacio?
El domingo tendréis nuevo capítulo, y solo os digo que va a ser un capítulo que no os va a dejar indiferentes.
¡Nos leemos!
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La vengadora de cristal.
Teen FictionUriel, el próximo príncipe de Agni, necesita un nuevo guardaespaldas debido a que el suyo ha muerto en los últimos ataques de los rebeldes a palacio. La vida le sorprenderá trayendo a su vida a Alaia, la que siempre tuvo de compañero al abandono, s...