Capítulo 53: Un final empañado de sangre.

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Todo se paró en el momento en el que vi a Alaia en medio de aquella habitación. Cuando me sonrió sentí que el tiempo no había pasado y que éramos los mismos que paseaban por palacio contándose todo aquello que les atemorizaba. Estaba preciosa, su cabello rubio brillaba con el sol de la tarde, lo tenía más largo como si ya le diera igual que no estuviese con su corte perfecto porque Alaia al principio era cuadriculada pero con el paso del tiempo dejó de preocuparse por las cosas que no tenían importancia. Sus ojos brillaban con alegría pero también había algo de miedo, porque muy en el fondo yo sabía que a ella le daba miedo que perdiéramos esta batalla. Pero lo que más me gustó de aquella chica que llevaba meses sin ver fue la seguridad que desprendía, esa seguridad que un día me enamoró y que poco a poco fue perdiendo por tener que aceptar todo lo que yo había creído de ella. Le debía tantas disculpas que quería olvidarme de todas las personas que había allí, cogerla de la mano y fugarnos juntos a donde fuera para poder hablar de los que éramos y lo que podíamos ser.

Sonreí porque sabía lo que significaba que los rebeldes estuvieran allí, no habría boda y por lo tanto no tendría que ceder ante mi padre. Perdido en mis pensamientos no me percaté de que mi padre me agarró por el cuello, sacó un arma que puso a un lado de mi cabeza y comenzó a gritar mirando hacia los asaltantes.

—Si no os retiráis, lo mato—dijo haciendo más fuerza en mi cuello.

Los invitados contemplaban la escena perplejos porque no sabían de qué iba todo aquello porque para los ojos de la nobleza de Agni mi padre era un hombre considerado y que se merecía el respeto de todo su pueblo. Viktor animó a los demás a marcharse de allí como si no pudieran hacer algo para salvarnos, Alaia fue la más reticente de todos pero acabó dándose la vuelta por donde había venido. Me miró como si nos estuviéramos despidiendo una última vez más y comenzó a caminar de nuevo. Estaba acercándose a la puerta del pasadizo cuando Alaia se giró de nuevo y retrocedió hacia donde estaba mi padre reteniéndome. Lo miró a los ojos, comenzó hablar mientras sacaba su arma y apuntaba a Fidel.

—No te tengo miedo—dijo sonriendo—Nunca te lo he tenido porque muy en el fondo sabía que eras un cobarde que actuaba a espaldas de su pueblo, de su mujer y de su hijo—expuso ante todos los invitados—Buena nobleza de Agni, su rey es un monarca corrupto que guarda dinero para hacerse cada vez más rico, maltrata a su hijo para que haga lo que él quiera y además mata a personas inocentes para conseguir lo que se propone—explicó haciendo que yo me sintiera orgulloso de ella—¿Quieren seguir teniendo a este tipo como rey? —preguntó haciendo que toda la habitación se quedara en silencio.

—Todo lo que dice es mentira—contestó mi padre nervioso—Nadie puede creer la palabra de una asesina—se defendió atacando a Alaia sabiendo que ese era su punto débil.

Alaia no contestó, empuñó su arma y le disparó a Fidel en la pierna haciendo que perdiera el equilibrio y que cayera al suelo. Se acercó rápidamente a mí, tomó mi cara entre sus manos y después apoyó su frente en la mía.

—Dime que estás bien, por favor—susurró con los ojos cerrados.

—Siempre que tú vuelves estoy bien.

De repente, se escuchó un disparo en la sala. Mi padre se había levantado con su arma y había tiroteado haciendo que todo el mundo presente en aquella sala se agachará para protegerse. Cogí a Alaia de la mano, corrí con ella para posicionarnos detrás de la mesa donde estaban los cócteles de bienvenida. Fidel disparaba, los rebeldes contestaban con más disparos y Alaia también trataba de defenderme. Paré un poco a pensar como acabaría esto y recordé que no sabía dónde estaba mi madre. La había perdido de vista hacía unos minutos. Busqué por toda la sala pero no la vi, fue como si la tierra se la hubiera tragado y me puse en lo peor.

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora