Capítulo 37: Retener no implica olvidar.

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Había muchas dudas en mi vida pero creo que lo que más me aterraba era el futuro. Y es que si nos ponemos a pensar el futuro siempre asusta, es la incertidumbre de no saber qué pasará o quien seremos en un tiempo que aún no es nuestro. Ese mañana me atormentaba constantemente porque sin saberlo mi vida se había convertido en un libro lleno de tramas abiertas y que no tenían la intención de cerrarse.

¿Sería el rey de Agni?

¿Podría derrotar a mi padre y a su malcriado hijo?

¿Sería el rey que todos esperaban?

¿Alaia seguiría siendo mi guardaespaldas o sería la mujer de mi vida?

Esa pregunta también se había convertido en uno de mis quebraderos de cabeza porque qué importa lo demás cuando no puedes estar al lado a la persona a la que quieres. Porque Alaia me quería pero yo también a ella, Alaia era mis alas cuando a mi me daba miedo volar porque ella se atrevía hacer aquello que a mí me asustaba.

Trataba de convencerme de lo que todos me decían, de que ella y yo no podríamos juntos, que Alaia no soportaría la presión, que yo necesitaba alguien diferente a ella o simplemente quería darles la razón a todas las personas que se oponían a lo nuestro para que me fuera más fácil olvidarla. Y ahí es cuando comencé la misión más estúpida en la que podría haberme sumergido, le hice caso a mi madre y comencé a conocer a Katia.

Katia era hija de uno de los empresarios más importantes de nuestro país, punto a favor para que mi padre estuviera de buen humor conmigo desde hacía semanas pero lo que no sabía es que la chica que trataba de meterme por los ojos también era la hija de uno de los líderes de los rebeldes. Sabía que el plan era sencillo, ellos querían tener a alguien en palacio, en primera fila de batalla y no encontraron una mejor candidata. Katia no preguntaba, no quería saber nada de aquella misión en la que indirectamente la había sumergido su padre sino que ella quería conocerme y se paraba en escucharme pero aunque valorara eso no era capaz de sentir lo que ella sentía por mí.

Era lo mejor, me repetía en cada momento menos cuando tenía Alaia delante, en esos instantes mi teoría se desmontaba por completo. Ella hacía como que respetaba mis decisiones, hacía que no le importaba o que le era indiferente pero lo que no sabía mi guardaespaldas es que yo ya sabía el idioma de sus ojos, de aquella mirada en la que se reflejaba una tristeza profunda. Entendía su amargura y su rabia, tenía que estar pendiente de mí mientras paseaba con Katia por palacio, tenía que ver como mi padre la aceptaba o como mi madre trataba de ganarse su cariño con miles detalles que no había tenido con ella porque aunque yo intentara convencerme, Alaia siempre había sido la guardaespaldas para mis padres.

—¿Vas a pasear con Katia? —preguntó mi madre mientras se asomaba por la puerta de mi despacho.

—Eso parece—contesté sin mucho entusiasmo.

—Puedes decirme lo que te pasa—me dijo mientras se acercaba a la mesa.

—Contarte lo que me pasa no va hacer que cambien las cosas—la miré a los ojos y pensé en cómo ella no me podía comprender después de haber tenido que pasar su vida atada a alguien al que detestaba.

—Puedes aprender a quererla—señaló haciéndome reír.

—Por eso tú aprendiste a querer a Fidel ¿verdad?

—Uriel—me llamó haciendo que la mirara—Yo no me jugaba el trono de un país—me recordó haciéndome enfadar.

—Había olvidado que aquí es más importante el poder que amar libremente a la persona a la que quieres—respondí levantándome de la silla.

—Es tu vida y no puedes dejarla por alguien a la que apenas conoces—volvió hablar mientras yo me dirigía a la puerta de la estancia en la que nos encontrábamos.

—A lo mejor es que no quiero esta vida.

¿Y si de verdad no quería aquella vida? Me había pasado años queriendo sentir cómo era ser un chico normal, como era poder salir con mis amigos por la calle, haber ido al colegio, haber podido estudiar lo que yo hubiera querido y no lo que me hubieran impuesto, poder salir con chicas y elegir a quien amar. Había podido tener todas aquellas opciones pero los planes de mi supuesto padre acabaron con los planes de la vida perfecta que habían planificado mis padres para mí.

—Estaba reunido con la reina Olya en su despacho—escuché decir a Alaia antes de girar la esquina.

—Tenía muchas ganas de verle—contestó una voz familiar.

Decidí ser yo el que salvara ahora a Alaia de una conversación incómoda porque sabía que no quería meterse en aquello, que no quería ser el centro de algo que no era suyo y sobre todo que no quería que le hiciéramos daño a Katia.

—Yo también tenía ganas de verte—hablé haciendo que ambas se giraran para verme llegar. En ese momento me di cuenta de que eran muy distintas. Katia era esbelta, su pelo rojizo caía sobre sus hombros en forma de tirabuzones y tenía los ojos más azules que podáis imaginar mientras que Alaia era pequeña, su cuerpo estaba lleno de curvas y su rostro era fino con ojos verdes y su pelo lacio estaba por encima de sus hombros. Cada una era bonita a su manera pero eso daba igual porque solo una conseguía llenarme completamente por dentro—Puedes tomarte la tarde libre Alaia—dije mientras salía de mis pensamientos y ella se limitó a asentir porque sabía que en aquello no me podía contradecir.

Le ofrecí mi brazo a Katia para salir a pasear por el jardín y comenzamos hablar de lo que habíamos hecho durante el día. Estaba distraído mientras la dejaba hablar a ella hasta que dijo algo realmente importante.

—¿Qué sientes por mí? —preguntó inocentemente haciendo que la mirara e intentando buscar una respuesta que no la dañara porque no quería mentirle.

—Me gusta pasar tiempo contigo porque puedo hablar de todo—me limité a contestar.

—¿Algún día podrás enamorarte de mí?

—No lo sé Katia—respondí.

—La primera noche que nos vimos, en aquella cantina y después de ese beso pensé mucho en ti—me confesó haciéndome recordar aquella noche caótica.

—Me divertí mucho—reconocí haciéndola sonreír.

—Podríamos intentar ser aquellos que fuimos aquella noche—propuso intentando hacer que nuestra relación fluyera porque aunque no lo dijera en voz alta yo sabía que sentía que estábamos estancados en algo que no sabíamos a donde queríamos que fuera.

—Lo intentaremos—le prometí en voz alta aunque creo que esa promesa me la hice más a mí mismo que a ella.

Tenía que intentar pasar página de algo que ni siquiera había comenzado pero también me di cuenta de que aquello que no ocurre es más difícil que deje de doler. Alaia y yo no habíamos sido nada y todos los posibles nosotros me atormentaban pero era tan ingenuo que no me di cuenta de que reteniendo a Alaia en palacio nunca sería capaz de olvidarla.

¿Será capaz Uriel de enamorarse de Katia? 

Espero que os guste...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora