Era el último día del año, era ese día en el que toda la humanidad reflexiona sobre lo que ha pasado en su año e imagina lo que vendrá en el siguiente. A mí ese año me había marcado, me había traído hasta palacio, había conocido a Uriel, me había enamorado de él, había conocido la amistad en las personas de Dimitri y Dasha, me había reencontrado con mi padre, me había dado cuenta de que las apariencias engañan y sobre todo me había dado cuenta de todo lo que nos quedaba por luchar para alcanzar la justicia que tanto anhelábamos en nuestras vidas.
Llevaba toda la tarde encerrada en mi habitación con Dasha. Uriel me había prohibido salir de allí porque al parecer nos estaban preparando una sorpresa. Cuando Uriel le dijo a Dasha que esa noche no trabajaría, ella no entendió nada hasta que le expliqué que en realidad era una encerrona para que hablara con Dimitri. Se negaba a pensar que había un futuro para ellos pero muy en el fondo sabía que le gustaba, lo observaba desde la distancia como si fuera inalcanzable para ella pero lo que no sabía es que Dimitri haría cualquier cosa para estar a su altura.
A mi amiga se le había ocurrido estar toda la tarde preparándonos para la ocasión, de hecho me repitió el mismo maquillaje que me había hecho para el baile y me había hecho unas ligeras ondas por todo el pelo. Me había vestido con una camisa blanca, unos pantalones negros acompañados de un cinturón que hacían resaltar mi estrecha cintura. Por el contrario, Dasha había elegido un vestido granate con un sombrerito del mismo color y se había maquillado, parecía que formaba parte de la familia real de palacio.
Sobre las diez de la noche, un mayordomo llamó a mi habitación para decirme que debíamos subir a la terraza. No tardamos en subir aquella terraza que tantas alegrías me había dado. Cuando abrí la puerta no pude disimular la emoción de mi rostro porque aquel espacio estaba precioso. Todo estaba lleno de pequeñas luces que nos iluminaban en la oscuridad, la mesa estaba cubierta por un mantel blanco que le daba un aire regio y encima de ella había un montón de platos que tenían una pinta increíble. Al fondo de la terraza, nos esperaban Uriel y Dimitri que iban vestidos con un traje cada uno.
—Bienvenidas—saludó cordialmente Dimitri mientras se acercaba a nosotras para ofrecerle su brazo a Dasha. Ella dudó por unos segundos, me miró y asentí en señal de que no se quedara con las ganas de conocer a aquel chico porque el tiempo no vuelve atrás.
—Estás preciosa—susurró Uriel en mi oído haciéndome ver que estaba muy cerca— ¿Sabes que si no fuera un príncipe y tú no fueras mi guardaespaldas no te dejaría escapar? —comentó apartándome el pelo de la cara para ponerlo en mi oreja.
— ¿Soy yo o estás más intenso de lo normal? —pregunté haciéndole reír.
Después de aquella breve conversación en la que hablamos de lo bonita que había quedado la decoración nos sentamos a cenar con nuestros amigos. Durante la cena hablamos de todos los planes que Uriel tenía para su futuro reino, también Dimitri contó alguna aventura que habían vivido en este palacio cuando eran niños y Dasha contó cómo Uriel siempre la invitaba a jugar cuando ella no tenía a nadie más para hacerlo. Nunca me había imaginado como era tener amigos, de esos que son fieles y que son capaces de sacrificarse por ti pero aquella noche, después de mucho tiempo, volví a sentir el significado de tener una familia.
— ¿Y tú Alaia? ¿No tienes nada que contar? —preguntó Dimitri tomando su copa.
—Soy más normal de lo que te piensas. No me he pasado la vida en un palacio ni viviendo miles de aventuras. Vivía en un pueblo muy pequeño, mi padre trabajaba en una fábrica, era la persona en la que más confiaba pero se fue a luchar por una causa que no sé si justifica su comportamiento y mi madre se acabó muriendo, supuestamente de gripe, pero siempre he pensado que fue de pena porque el amor de su vida le había roto el corazón. Y no he vuelto a tener una familia hasta ahora, puede que para vosotros esto no sea importante pero el hecho de tener tres personas con las que puedo contar siempre a mí me abre el corazón cada día más...—confesé haciendo que todos se quedarán callados ante mis palabras. Dasha que estaba a mi lado me miró con los ojos llenos de lágrimas y me dio un beso en mi mejilla. Uriel me sonrió desde el otro lado de la mesa haciéndome ver que estaba orgulloso de que me hubiera abierto un poco más y Dimitri tomó mi mano, la apretó y asintió en señal de apoyo. Y es que a veces los silencios dicen más que las palabras, en un silencio se puede encontrar todo lo que nunca hemos dicho o aquello que nos moríamos por decir, secretos o palabras que se pierden en el aire, actos de amor que no llevan acción o solo silencio porque este mueve sentimientos.
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La vengadora de cristal.
Teen FictionUriel, el próximo príncipe de Agni, necesita un nuevo guardaespaldas debido a que el suyo ha muerto en los últimos ataques de los rebeldes a palacio. La vida le sorprenderá trayendo a su vida a Alaia, la que siempre tuvo de compañero al abandono, s...