Cada vez que le mentía a Uriel era como si me clavaran un dardo en el corazón. Todo aquello me estaba volviendo loca, incluso sentía que no iba a poder con la presión. Mentirle a alguien al que quieres es más difícil que incluso decirle la verdad aunque sea dolorosa. Me moría por contarle con detalles todo lo que había descubierto pero su madre no me dejaba.
En ese momento, pensaba en mamá y en uno de sus bonitos consejos. Mamá me había enseñado que cuando se quiere verdad no se abandona pero sobre todo no se miente. Me hacía tanta falta una conversación con ella, una tarde metidas en la cocina mientras preparáramos nuestras galletas favoritas o cualquier plan en el que pudiera contar con ella.
Uriel se estaba dando cuenta de que no estábamos bien, de que mis ojos no miraban a los suyos por miedo a que me descubriera, de que cada vez que tenía una oportunidad me acababa apartando de él y de que ya no compartía con él conversaciones donde nos hacíamos confesiones por miedo a que en alguna de esas confesiones apareciera el nombre de su padre.
—¿Dejando que la conciencia te taladre la mente?—preguntó una voz haciendo que levantara mi cabeza para encontrarme con la reina Olya.
No contesté, me limité a mirarla y a imaginar porque tenía tanto odio como para ayudar a los rebeldes.
—Tienes muchas preguntas, hazlas—habló sentándose a mi lado en uno de los bancos del palacio.
—Sigo sin entender cómo podemos estar ocultándole la verdad a Uriel—dije seriamente.
—Tenemos que prepararlo para lo que viene—contestó tranquilamente.
—¿Cómo se le prepara a alguien para decirle que su padre, el que pensaba que le había dado la vida no lo es? ¿Cómo se le prepara a alguien para decirle que todo lo que rodea no es suyo?——pregunté mirándola sin intención de que me contestara.
—Todo esto es suyo, se lo ha ganado con su trabajo y su paciencia—me reprochó Olya con rabia.
—¿Quién es su verdadero padre?
—El amor de mi vida, el hombre al que tuve que renunciar por un matrimonio de conveniencia. Te admiré desde el primer momento que llegaste a palacio porque siempre defendiste tu sitio y yo no lo hice en su día—me contó emocionada—Acepté mi destino y el hecho de que cómo era una mujer tenía que hacer lo que otros decían que era bueno para mí—dijo con la voz entrecortada—Cuando Fidel se enteró de que estaba embarazada hizo que lo mataran—me confesó dándome cuenta de lo que era capaz de hacer ese hombre por poder.
—Tengo la esperanza de que Uriel haga que las mujeres podamos tener un futuro mejor—confesé intentando que se animara.
Fidel les había destrozado la vida a muchas personas por su poder y su ambición. También esto le había costado ser un hombre frío y calculador, que vivía una vida en la que reinaba la mentira y el interés. Aunque todo aquello había sido parte de la vida de la reina y de su hijo ninguno de ellos había conseguido contaminarse tanto de esa lacra como lo había hecho su patriarca.
—Hay que contarle la verdad—propuse mirándola a los ojos.
—No podemos hacerlo—negó su madre haciéndome enfadar.
—¿Por qué?
—Porque tenemos que esperar el momento adecuado—respondió con carácter.
—¿Usted piensa que para descubrir que tu vida es una mentira hay momentos adecuados?—pregunté con ironía—Yo no voy a ser parte de esta falsa—dije declarando las intenciones que tenía.
—Tú vas hacer lo que nosotros te digamos—me dijo cogiéndome del brazo para llamar mi atención.
—Espero que no crea que yo me he quedado aquí a ayudarles porque se equivoca—hablé intentando que le quedaran claras mis intenciones—Me he quedado porque quiero ayudar a su hijo, no quiero ayudarles ni a mi padre ni a usted—sentencié haciendo que me mirara.
—Para ayudar a mi hijo nos tienes que ayudar a nosotros—replicó levantándose del banco donde estábamos sentadas—¿Por qué estas tan interesada en el bienestar de Uriel?—preguntó interesadamente.
—Porque es mi amigo y a los amigos hay que cuidarlos—le expliqué haciendo que sonriera.
—Sabes que hay algo más—dijo dudando de lo que le había dicho.
—Voy hacer lo que considere correcto.
—Si hablas, acabarás con él—me amenazó haciendo que me sintiera culpable.
—Si hablo, sabrá a lo se expone—le corregí haciendo que se marchara con mi declaración de intenciones.
¿Amigos? Esa palabra rondó en mi cabeza en los días posteriores. Los amigos no se ocultaban cosas pero tampoco se extrañaban todo el día ni se buscaban cada noche cuando nuestros monstruos salían a atormentarnos. Había algo más pero no podía confesarlo, no podía decirlo en voz alta porque decirlo sería aceptarlo y no podía aceptar que me estaba enamorando de Uriel, de un imposible.
Uriel estaba muy cerca de mí pero también lejos de mi alcance porque él tenía preparada ya una vida de ensueño, en la que yo solo sería su guardaespaldas, la que le cubriría las heridas si lo herían o lo defendería de aquellas mismas pero nunca compartiría con él mi vida, no podía hacerlo.
Terminaríamos siendo dos extraños que una vez conocieron todo del otro. Dos extraños que se escapaban para vivir noches llenas de estrellas, dos extraños que querían cumplir sueños, dos extraños que querían un mundo mejor para todos aquellos que vivieran en un futuro pero sobre todo dos extraños que se habían querido a escondidas del mundo y de ellos mismos.
¿Creéis que la reina lleva razón al ocultarle la verdad a Uriel?
¿Le confesará Alaia a Uriel que está enamorada de él?
En el próximo capítulo más y mejor...
¡Espero que os guste!
¡Nos leemos!
ESTÁS LEYENDO
La vengadora de cristal.
Ficção AdolescenteUriel, el próximo príncipe de Agni, necesita un nuevo guardaespaldas debido a que el suyo ha muerto en los últimos ataques de los rebeldes a palacio. La vida le sorprenderá trayendo a su vida a Alaia, la que siempre tuvo de compañero al abandono, s...