Capítulo 11: "Triunfar en la amistad".

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Habían pasado unos días desde mi llegada a este sitio. Apenas había visto a Uriel, solo me había dedicado a acompañarlo a las estancias de palacio donde estaba pero en ninguna de aquellas ocasiones hablamos, solo nos limitábamos a saludarnos cordialmente. Tampoco había vuelto a ver al rey y eso me aliviaba porque cada vez que recordaba nuestra conversación más le odiaba. Y con la reina Olya si había hablado un par de veces más pero sin llegar a profundizar, me recordaba a mi madre porque tenían la misma ternura. 

En estos días pensaba mucho en mis padres, si los tuviera les podría contar todo mis problemas en palacio, todo el rechazo que estaba sintiendo y podría tener alguien en el que apoyarme después de acabar rendida de trabajar. Tendría que asimilar que no estaban. pero hubo un día que apareció un ángel que a partir de entonces nunca me abandonaría.

Una noche no podía dormir por las pesadillas que tenía con Diego. Me adecenté un poco y salí a caminar por palacio. Llegué a la cocina, me serví un vaso de leche y comencé a pensar en cuando dejarían esas pesadillas de herirme porque aunque habían pasado años. Sabía que estaba muerto pero parecía como si cada noche volviera a vengarse de mí.

Se escuchó la puerta abrirse y entonces me puse en alerta. Apareció una de las doncellas que había visto aquellos días por palacio y que ayudaban a la reina en todo lo que necesitaba.

—Buenas noches, señorita—saludó quedándose en la puerta parada.

—Buenas noches—contesté tratando de ser amable—¿No puedes dormir?—pregunté con curiosidad.

—No, he venido hacerme una infusión para haber si así consigo conciliar el sueño... ¿y usted? —respondió mientras sacaba los sobres de infusión de unos cajones.

—No me hables de usted, somos de la misma edad.

—Lo siento—se disculpó tímidamente.

—¿Cómo te llamas?

—Soy Dasha—se presentó sentándose a mi lado.

—¿Llevas mucho en palacio?—pregunté interesadamente.

—Desde que nací, mi padre es jardinero aquí y mi madre también era doncella—explicó mientras bajaba la cabeza—Ella murió en uno de los últimos ataques de los rebeldes a palacio—mientras la escuchaba sentía que la comprendía porque yo también había perdido a mi madre cuando aún no estaba preparada.

—Lo siento mucho, te comprendo—le conté mientras ponía una de mis manos en su hombro en señal de apoyo.

—Ha sido muy duro porque ella era la única amiga que tenía porque soy muy tímida pero la reina Olya me ha ayudado mucho.

—Yo no he tenido nunca amigas—dije mientras pensaba en que nunca había conocido la verdadera amistad—Quizás podemos convertirnos en amigas, me vendría muy bien alguien al que contarle mis problemas—sonreí en modo de agradecimiento.

—Me encantaría—sonrío mientras se levantaba a servirse la infusión en una taza—¿No has tenido un buen comienzo, verdad?—preguntó seriamente.

—Digamos que mi llegada ha sorprendido—respondí irónicamente.

—No le hagas caso al rey, Alaia—habló como si supiera de lo que hablaba—El señorito Uriel es el que vale de verdad y es tu jefe por así decirlo—comentó haciéndome reír.

—Con él tampoco he empezado muy bien que digamos.

—Párate en conocerle— me aconsejó sonriendo— Aquí todos le queremos porque nos trata con mucho respeto— dijo en tono orgullo— Siempre se preocupa por nosotros, cuando éramos pequeños jugaba conmigo a pesar de que su padre le regañaba, él siempre nos daba una oportunidad— cuando me contó todo aquello me entraron ganas de conocerle de verdad y también me imaginé como era de niño.

—No creo que se pare en conocerme, no he hecho más que llegar y le he amenazado—solté arrepintiéndome porque se me había escapado ese dato.

—¿Con qué lo amenazaste?

—Es mejor que no lo sepas, no quiero meterte en problemas—me excusé haciendo que sonriera quitándole importancia—¿Quieres quedarte en este sitio toda la vida?—pregunté con curiosidad.

—A mí padre le encantaría que siguiera los pasos de mi madre y me quedara aquí para siempre pero yo tengo otro sueño—me contó mientras bebía aquella infusión para el sueño—Siempre me ha gustado diseñar ropa y algún día me gustaría hacerlo para todo el mundo—confesó sorprendiéndome porque se le veía muy tímida—Es muy difícil que lo consiga, además mi padre odia esa idea—dijo tristemente.

—No te tiene que importar lo que digan los demás Dasha, sino lo que te pida el corazón en cada momento—le di uno de los consejos que mi madre me había dado de pequeña—Si tu padre te quiere de verdad, aceptará tu sueño porque cuando nos quieren de verdad, solo quieren nuestra felicidad o eso decía mi madre—dije sonriendo mientras la recordaba.

—Parece que tenías muy buena relación con tu madre.

—La teníamos, desde que se fue no he vuelto a escuchar consejos tan bonitos como los suyos—respondí confesándole una parte muy importante de mi vida.

—Ahora entiendo porque me has entendido tan bien cuando te he contado lo de mi madre— comprendió mirándome a los ojos.

—Tú tienes a tu padre y tienes que luchar porque acepte quién eres. 

—Gracias por escucharme—me agradeció poniendo una de sus manos sobre las mías.

—Gracias a ti por animarme en una noche tan larga como la de hoy.

Esa noche, en la cocina de palacio, nos confesamos todo aquello que nos preocupaba. Aquella noche conocí a la que sería mi compañera de aventuras en aquel laberinto donde me empezaba a mover. Dasha, era tímida pero a la vez era calidad, era débil pero a la vez era fuerte, era oscura pero a la vez podías mirarla y ver lo que estaba pensando en ese momento porque era alguien puro, de lo que no quedaba en este sitio. Conocerla aquella noche fue como si el destino me tratara de convencer de que tenía otra razón por la que quedarme, porque si no triunfaba como guardaespaldas quizás podía triunfar como amiga.

¿Qué tal os ha caído Dasha?

Me encantó escribir esta escena porque es la primera vez que siento que Alaia baja la guardia con alguien...

¡Espero que os guste!

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora