Nada más salir del refugio fui directo hacia la habitación de Alaia. Varios soldados me habían dicho que no la habían visto por palacio y que la puerta de su habitación estaba cerrada con llave. Este ataque de los rebeldes había sido más fuerte, habían sido capaces de herir a varios soldados y habían puesto algunos explosivos en las zonas donde residían los soldados que habitaban en el castillo.
Todo aquello estaba cogiendo un color que no me gustaba, teníamos que parar esta situación pero mi padre no estaba dispuesto a escucharlos y ver qué es lo que querían proponer. Era una de las cosas más importantes en las que tenía que pensar ahora pero había otra cosa más importante que aquella y era comprobar que Alaia estaba bien.
Cuando llegué al pasillo donde se encontraban nuestras habitaciones, vi que en su puerta había varios soldados. Trataban de abrir la cerradura pero no podían porque la puerta estaba atascada.
—Alteza—saludó uno mientras me veían llegar y todos los demás me hacían reverencias.
—¿Qué pasa?—pregunté preocupado mirando la puerta.
—La puerta no abre y no nos contesta—respondió uno de ellos haciendo que mis nervios incrementaran.
No pensé en nada, solo en ella. Entonces les pedí que se apartaran y empuje la puerta con toda la fuerza que pude. No se abrió pero volví a intentarlo hasta que conseguí lo que pretendía. Entré dentro y la encontré sentada en la cama mirando al frente, su mirada era distinta y cuando me vio se iluminó.
Me acerqué a ella, tomé una de sus manos y la estreché entre mis brazos. En ese preciso momento, me di cuenta de que Alaia ya estaba instalada en mi corazón y que sería muy difícil apartarla de mí. El miedo que había sentido fuera de aquella habitación había sido la peor sensación que había sentido en mi vida, había sentido que perdía a la única persona que había querido de verdad. La abracé fuertemente por todas las veces en las que me había quedado con las ganas, por todas las veces en las que no podría abrazarle y por refugiarme de todo lo que sentía por ella. ¿Cómo no había podido darme cuenta? Era ella, era aquello a lo que aspiraba a sentir por una vez en la vida. Ese terremoto que invadió mi mundo un día, que había arrasado con todo lo que pensaba para dejar paso a una nueva persona, a una persona mejor. Me separé de ella por un momento, tomé su cara entre mis manos y la miré a los ojos viendo en ellos preocupación.
—¿Estás bien?—pregunté muy cerca de ella.
—Sí—respondió débilmente.
Escuché cierto murmullo en la entrada del cuarto, me giré y me encontré con todos los soldados observando la escena. Me acerqué a ellos y les pedí que nos dejaran solos. Cerré la puerta tras de mí, vi como Alaia se había vuelto a sentar en la cama y me miraba fijamente.
—He pasado mucho miedo por si te había pasado algo—confesé sintiendo como me sonrojaba.
—Lo siento por no haber podido ayudar—se disculpó.
—Eso da igual, Alaia—dije sentándome a su lado—Lo importante es que tú estés bien—miré a su alrededor y me di cuenta de que habían roto la ventana de su habitación—¿Han entrado aquí?—pregunté con curiosidad.
—Sí, pero solo han atascado la puerta y se han ido—se limitó a decir—¿Tus padres están bien?—preguntó nerviosa.
—Todos están bien—le contesté asintiendo—¿De verdad no ocurre nada?—cuestioné mientras ella negaba. Moví mis pies para acercarme a ella y entonces sentí como pisaba algo. Me agaché para coger aquello que había pisado para darme cuenta de que era una foto.
—¿Es tuya?—le pregunté fijándome en que era una familia a la que realmente se la veía feliz.
La miré a los ojos y vi como se empañaban de lágrimas. No tuvo que contestarme para que supiera que aquella era su rota familia, aquella con la que ya no podía contar y la que le había dejado una herida profunda con su marcha. Pasé mi brazo por sus hombros e hice que apoyara su cabeza en mi pecho para besarla. ¿Cómo no había podido darme cuenta de que estaba tan rota? Estaba conociendo a la nueva Alaia, una que era frágil y que no podía ni quería dejar de proteger porque ella me protegía de los rebeldes pero yo la protegía de su pasado.
—Se os ve realmente felices—comenté admirando la foto mientras ella se alejaba de mí.
—Lo éramos—contestó tomando la foto sin dejar de mirarla—Nunca voy a poder superar que se hayan ido—habló haciendo que sus ojos arrasaran de nuevo de lágrimas.
—Puede que no lo hagas pero te acostumbrarás a vivir sin ellos y vas a poder vivir todo lo que ellos no pudieron vivir—le respondí intentando darle esperanza.
—Espero poder hacerlo muy cerca de ti—susurró mientras me volvía abrazar.
Aquel día fue la primera vez que me di cuenta de que estaba enamorado de Alaia. Fue la primera vez que me di cuenta de que no tendríamos las cosas fáciles porque ninguno de los dos lo diríamos en alto, porque ella pertenecía a un mundo y yo pertenecía a otro, porque ella era rebeldía y yo era calma pero quizás eso es lo que me había hecho fijarme en ella. Tendríamos que superar muchos obstáculos, ponernos en contra de mucha gente y quizás herir a otra tanta si queríamos estar juntos en un futuro pero yo no tenía las cosas claras pero sobre todo no sabía lo que ella sentía o lo que quería. Solo sabía que teniéndola en mis brazos sentía que no me faltaba nada, que sus palabras hacían que cicatrizaran muchas heridas que había en mí y prefería tenerla en mi vida de aquella manera que a no tenerla porque ya no me imaginaba una vida sin Alaia, sin sus ojos tristes y sin su carácter que hacían que sintiera que lo indomable de ella me atrajera más que cualquier cosa del mundo.
¿Qué parece la confesión de nuestro príncipe?
¿Le confesará a Alaia lo que siente por ella?
Espero que os esté gustando...
¡Nos leemos!
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La vengadora de cristal.
Genç KurguUriel, el próximo príncipe de Agni, necesita un nuevo guardaespaldas debido a que el suyo ha muerto en los últimos ataques de los rebeldes a palacio. La vida le sorprenderá trayendo a su vida a Alaia, la que siempre tuvo de compañero al abandono, s...