Capítulo 10: "En este palacio hay más restricciones que libertades".

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Nunca había sentido tanta tensión en palacio, salvo los días en los que los rebeldes nos habían atacado. Mi padre me acababa de contar que Alaia se había atrevido a amenazarle y la admiraba por ello porque a pesar de las palabras que mi padre le hubiera dedicado, ella no se había dejado amedrentar.

A la vez la odiaba porque sentía que quería volvernos locos y yo no quería un problema más para mi vida. No habíamos vuelto a vernos desde esta mañana cuando ella fue hablar con mi padre y decidí ir a su habitación para dejarle las cosas claras.

Cada vez que me acercaba a la habitación estaba más nervioso y no entendía el por qué. Lo achacaba a que no era una persona conflictiva pero ella en el día que llevábamos conviviendo me había hecho sacar lo peor de mí. Cuando estuve delante de la puerta de su cuarto la abrí rápidamente y me la encontré en pijama en la cama con un libro en las manos.

—¿Se puede saber qué haces entrando así en mi habitación?—preguntó enfadada.

—Este palacio es mío, por lo que esta habitación también lo es—contesté con una sonrisa triunfante.

Entonces vi cómo se levantaba de la cama y como se ponía la bata que había a los pies de esta. Después, pasó por mi lado y cerró la puerta que yo había dejado abierta.

—Piensas que eres el dueño de todo y no te das cuenta de que eres una mera marioneta de tu padre —comenzó hablar de nuevo y atacándome donde más dolía.

—Tú eres otra marioneta porque al fin y al cabo te has terminado quedando a trabajar, sabiendo que te esta utilizando para beneficiar su imagen—respondí acordándome del plan que tenía mi padre con ella.

—Lo que no sabe tu padre es que yo soy más lista que él.

—Te dije que no hicieras tonterías—le volví a advertir mientras me apoyaba en el escritorio de la habitación.

—Es mi trabajo, no tienes porque preocuparte—la miré y me di cuenta de que nunca bajaba la mirada es como si nunca se arrepintiera de nada.

—No me preocupo, pero mi padre es un enemigo al que temer—apunté en modo de consejo.

—Me he dado cuenta, se ha atrevido hasta a pegarme—expresó tristemente.

—¿Cómo? —pregunté sorprendido—Eso no me lo ha contado—sentía como la rabia me invadía porque ahora entendía el comportamiento de Alaia.

—Quizás no debas confiar en lo que te dice tu padre —contestó seriamente.

—¿Y en ti puedo confiar?

—Tú mismo comprobarás quiénes son tus amigos y quienes tus enemigos—respondió desde el otro lado de la habitación.

—¿De dónde vienes? ¿Por qué no hay rastro de tu familia en los papeles? —comencé a bombardearla a preguntas.

—Eso es algo que no te importa —replicó mientras me daba la espalda.

—No soy el único que esconde cosas—afirmé acercándome a ella.

—¿Vas hacerme la vida imposible mientras esté aquí, verdad?— preguntó dándose la vuelta encontrándose con mis ojos.

—Tú empezaste esta guerra, querida Alaia.

—Y parece ser que tú serás el que la continúe—me miraba sin rencor—Quería creer a tu madre, en las palabras que me dijo esta mañana pero con tus actos haces que todas esas palabras se desvanezcan—dijo apartándose de mí para volver a meterse en la cama—Eres tan despreciable como tu padre— esa frase hizo que terminara estallando.

—Te vas a quedar aquí y si no haré que averigüen todo lo que escondes—dije en forma de amenaza.

—Has ganado este combate pero no la guerra— le escuché decir mientras abría la puerta de su habitación para salir de allí.

¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué le había revelado mis pensamientos? Ahora sabía que tenía sospechas de ella y haría lo posible por esconder las pruebas que confirmarían mi teoría. Me sentía tonto porque le había mostrado la estrategia que iba a seguir para tenerla callada y ahora sería ella la que encontraría la manera de atacarme por otro sitio.

Por otro lado, no podía creer lo que mi padre había sido capaz de hacer con ella. La había humillado como tantas veces había hecho conmigo pero no podía permitir que le arruinara la vida a alguien inocente porque al fin y al cabo, Alaia era inocente, solo se había equivocado en la decisión de llegar hasta aquí porque lo que no sabía es que en este palacio había más restricciones que libertades. 

¿Qué os ha parecido al conversación de Alaia y Uriel?

¿Seguirán con la venganza?

Espero que os haya gustado...

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora