Capítulo 8: "Necesitaba a alguien como ella".

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Habían pasado varias horas desde que aquella chica se había atrevido a amenazarme con contar lo de mi escapada la noche anterior y desde que me había enterado  que ella era mi nueva guardaespaldas. Pensando en la pasada velada me di cuenta de que ese puesto era para ella pero tenía que reconocer que la idea no me convencía mucho porque era mujer y eso establecía una barrera entre ella y yo.

Sentía que no podría hacer muchas cosas al tenerme que acompañar ella, no podría hablar abiertamente de cosas de hombres y hasta me sentiría incómodo presentándola como mi guardaespaldas. La gente pensaría que no valgo para nada o que quizás era un cobarde por dejar que una cría de veinte años me defendiera. No entendía cómo había llegado hasta palacio pero lo que menos entendía es que una parte de mí me dijera que dejara a esa chica en palacio porque en parte necesitaba a alguien como ella. Alguien que fuera honesta y que tuviera claro a donde quería llegar porque en mi mundo todo se construía a base de mentiras y de competencia. Quizás con ella podría adquirir la humildad que me faltaba o la imposición que mi padre pensaba que no había en mí. Toda esta situación me estaba empezando a sobrepasar porque sabía que su llegada alteraría todo porque mi padre no iba a permitir que una mujer me defendiera, a no ser que sacara algo a cambio.

Mi cabeza solo pensaba en su chantaje y la idea de que ese secreto saliera de su boca me aterraba porque estaría acabado. Recordando la noche anterior, me sobresaltaba un sentimiento de admiración por aquella chica pero luego pensaba en la conversación que acabábamos de tener unas horas atrás y solo me salía un sentimiento de desprecio. Llevaba razón, la noche anterior no la había juzgado por el hecho de que fuera una mujer y que me hubiera defendido porque en parte necesitaba esa ayuda. Era un engreído que nunca admitiría eso delante de ella aunque sabía que había hecho las cosas mal, ella también se había equivocado al intentar chantajearme y por un momento sonreí al recordar su cara cuando le dije que yo era el príncipe. Entonces me di cuenta de que en las pocas horas que llevaba su presencia en mi vida, me había hecho sentir miles de cosas contradictorias. Y eso me descolocaba porque no sabía si en algún momento llegaríamos a entendernos pero lo que si sabía es que no quería dejar que se fuera y acabar con la diversión que me provocaba aquella situación.

De repente, la puerta de mi habitación se cerró de un portazo.

—¿Me puedes explicar lo de la mujercita que dice ser tu guardaespaldas?—gritó mi padre mientras entraba en mi habitación.

—Sé lo mismo que tú—contesté seriamente sabiendo que se avecinaba una tormenta de la que no podría salir fácilmente.

—¿No permitirás que consienta que esa niña se quede aquí?—preguntó esperando que le respondiera.

—¿Quieres que la echemos?—por la mirada con la que miró sabía que quería que lo hiciera porque le daba igual los sentimientos de la gente. Él solo pensaba en los cotilleos que surgirían en todo el país.

—Quiero que se vaya hoy mismo—afirmó confirmando mis sospechas—Y después de irse voy a despedir al director de la academia que es el que ha permitido esta barbaridad—dijo enfadado.

—¿Ha sido la mejor de la promoción?

—Peor que eso, ha superado el récord de puntuación que había—expresó con desagrado.

—Quizás deberíamos darle una oportunidad—propuse ganándome una mirada de reproche de mi padre.

—Claro, me había olvidado que tú eres el defensor de los pobres.

—Si tus amiguitos corruptos de la academia la han dejado llegar hasta aquí, será por algo—le contesté perdiendo los pocos nervios que me quedaban.

—No vuelvas hablarme así en la vida... ¿lo entiendes?

—Además, todo esto te puede beneficiar ahora que todo el mundo duda de tu capacidad para seguir gobernando—hablé sabiendo de que esta manera sería más fácil convencerle.

—¿Qué estás pensando?

— Si la dejamos aquí, la gente pensará que es gracias a ti y que por lo tanto estamos intentando modernizar la corona introduciendo a las mujeres como soldados en palacio. No solo te beneficiará aquí, sino de cara al exterior—apunté de manera convincente para que por lo menos pensará en lo que le estaba proponiendo.

—Por una vez en tu vida parece que has pensado en algo bueno—contestó con una sonrisa burlona—No quiero que de problemas, la tienes que tener controlada y en cuanto a la gente se le olvide el tema nos desharemos de ella—expuso de malas maneras. 

—Está bien—me limité a contestar para no entrar en otra disputa.

Lo que no sabía mi padre es que en esta ocasión las cosas no serían a su manera, sino que lo iban a ser de la mía. Esa chica se iba a quedar el tiempo que yo considerase, a no ser que me acabara traicionando pero quería ver a donde nos llevaba este plan que la vida había hecho con todos nosotros.

Después de que mi padre saliera de la habitación, busqué a Maksim para que me dejara todos los papeles que habían mandado de la academia. Volví a mi habitación y me senté en mi escritorio para leer todos aquellos papeles que me dirían quién era aquella desconocida.

Su nombre era Alaia, en la ficha aparecía su edad y sus datos de origen. Al parecer su madre había muerto por la gripe española pero de su padre no decía nada, quizás es que fuera hija de una mujer soltera o nunca lo hubiera conocido. También comprobé todos los estudios que tenía y por último estaban sus cuatro años en la academia de Vikram. Todo su expediente era impecable, no había nota que no bajara del nueve y medio. Era como si esa chica se hubiera empeñado en ser la mejor o en llegar hasta aquí. A continuación, venían fotos de aquellos años; en las que se le veía luchando, nadando, estudiando o hablando con algún que otro compañero. El día de la graduación se veía resplandeciente y era la única vez que la había visto sonreír sinceramente desde que la conocía.

Toda aquella información no me convencía, había algo que me decía que no sabíamos todo de ella. Mi corazón me decía que tendría que indagar y que sería uno de esos misterios que es difícil de resolver pero bonito de descubrir porque cuando la miraba sentía que no era sincera con los que le rodeaban pero que tampoco era sincera con ella misma. Alaia necesitaba sobresalir en cada cosa que hacía y eso era porque en algún momento de su vida se había sentido inferior, no podía dejar de pensar en todo aquel enigma pero sobre todo no podía dejar de pensar en la próxima conversación que tendríamos porque ella pensaba que había ganado estaba batalla pero lo que no sabía es que yo tenía un as debajo de la manga. Nunca me habían retado pero sentía que con su llegada la apuesta era cada vez más grande y que ambos queríamos conseguirla, ella quería demostrarme que no le tenía miedo a nada ni nadie y yo quería descubrir ese secreto que atormentaba sus ojos y escondía su sonrisa porque cuando se trataba de descubrir yo necesitaba ser el dueño de la misión para tenerlo todo bajo control pero con lo que no contaba es que Alaia era incontrolable, nunca dejaría que alguien la controlase porque solo ella era la dueña de sus actos pero por encima de todo de su vida.  

¿Qué pensáis que hará Uriel?

¿Dejará que Alaia se quede en palacio?

¿Qué pensáis del rey?

Espero que os haya gustado y que podáis esperar hasta el miércoles. Por cierto, muchas gracias por las 1000 lecturas.

¡Nos leemos!

La vengadora de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora