El corazón te va muy rápido, no dejas de tocarte el pelo y miras hacia el frente intentando buscar respuesta a todas las preguntas que tienes. Eso es lo que pasa cuando te enteras de que alguien al que querías te ha mentido, de que no es la persona que tú pensabas y cuando la decepción se vuelve la protagonista de vuestra historia.
De ese modo actúe cuando me enteré que Alaia no solo me había ocultado la historia de mi madre sino que también me había escondido su pasado para poder llegar hasta aquí. No entendía las razones de sus actos, ni por qué parecía todo lo contrario a lo que me había contado y me daba miedo no saber cómo actuar si todo aquello era como pensaba.
No sé si sentía más rabia por sus mentiras porque al final ocultar también era mentir o porque Fidel llevara razón. La rabia me invadía y no quería sentirla porque según la rabia se apodera de ti te conviertes en aquello en lo que detestaste.
Aquel día sentí todo esto pero aún me quedaba más rabia por sentir.
Habían pasado unos días desde la noche en la que dispararon a Alaia. Ella estaba casi recuperada, había vuelto a trabajar para que en palacio no sospechara nadie y yo me había dedicado a evitarla. Ella trataba de sacarme que era aquello que me preocupaba, me sentía lejos y yo quería tenerla más cerca que nunca pero sabía que si eso se cumplía el golpe sería más fuerte. Yo estaba encapsulado en una dimensión que no era la nuestra, en la que solo escuchaba el episodio que manchaba la vida de Alaia y solo podía pensar en las consecuencias que tendría esa verdad en nuestra historia.
Todo ocurrió cuando después de aquella conversación con mi padre la consciencia no me dejaba en paz y me pedía que averiguara todo aquello a lo que él había hecho referencia. Al día siguiente busqué a Maksim, el consejero real, para que me aportara toda aquella información para poder quedarme tranquilo.
Era una carpeta con varios documentos, una carpeta a la que miré durante horas sin ser capaz de abrirla porque sabía que cuando lo hiciera ya no habría vuelta atrás. Cuando por fin lo hice, me encontré con varias fotos de Alaia y su familia, varios documentos donde hablaban de su niñez, sus notas en el colegio, en el instituto y el documento que firmó para darse de bajar allí. No siguió estudiando y sabía que esa era una deuda pendiente que ella tenía. También encontré su libro de familia, fotos de la segunda boda de su madre y después de aquello su pista se perdía.
Solo me quedaba un documento, la verdad y lo que me había llevado hasta esa carpeta. Al parecer era una declaración policial de uno de los compañeros de trabajo del marido de su madre, sabía que si la policía estaba implicada es que era algo que se alejaba de mi imaginación.
"El testigo declaró que cuando llegó al domicilio nadie le abrió la puerta. Repitió la misma acción durante varios días hasta que ya sospecho que algo ocurría. Forzó la puerta y nada más abrirse esta encontró el cadáver de la víctima rodeado de sangre. Él ha declarado que en sus manos había un trozo de tela de otra persona y varios cabellos rubios de mujer. Expuso que entre el sujeto fallecido y su hijastra no había muy buena relación porque la chica era una adolescente desequilibrada mentalmente desde la muerte de su madre y no quería aceptar las reglas que se le imponían para una buena convivencia en casa. Se convirtió en la primera y única sospechosa del caso, que nunca se llegó a encontrar porque huyó de la ciudad."
El padrastro de Alaia muerto.
Ella con la palabra asesina acompañando a su nombre.
Alaia huyendo y por lo tanto aceptando su culpa.
Una asesina en palacio.
Una asesina defendiéndome.
La asesina de la que me había enamorado.
Fue la primera vez que sentí que me habían roto el corazón. Alaia era una total mentira de la que ya no quedaba nada en mi corazón. Todo era rabia, veneno y rencor, uno que me estaba haciendo polvo por dentro.
¿Qué iba hacer?
¿Cómo la iba a enfrentar?
¿Iba a poder defenderla después de todo?
Me limpié las lágrimas de impotencia que corrían por mis mejillas y traté de pensar fríamente pero cuando estaba a punto de concentrarme en ese ejercicio mental la puerta de mi despacho se abrió y apareció Fidel con una sonrisa de oreja a oreja. Aquella que tanta odiaba. Cerré mis puños por debajo del escritorio para poder contener la rabia que me suponía reconocer que llevaba razón.
—¿Llevaba razón o no? —preguntó irónicamente.
—Este documento no prueba nada—contesté tratando de defenderla.
—Puedo traer a ese hombre aquí para que te explique que esa mujer es una demente o al jefe de la policía que llevó el caso—apuntó haciendo que me quedara en silencio—Sé que has hablado con los rebeldes y que has estado en conversación con ellos—soltó haciendo que me levantara de mi sitio.
—Hice lo que tú no has hecho, escucharlos.
—Me parece muy bien hijo—contestó en un tono tierno que nunca le había escuchado—Pero ellos o Alaia—habló haciendo que lo mirara—Ha cometido un delito y nos ha mentido tiene que ser juzgada de la peor manera, tiene que pagar por ello—me explicó haciendo que lo mirara sorprendido—No quiero hacerles daño a tus amigos los rebeldes, así es que tú decides...
—¿Me estás amenazando? —pregunté sin poder creerlo.
—No—negó—Solo te estoy indicando lo que tienes que hacer como el próximo rey de Agni—dijo sonriendo irónicamente.
En mi país la traición o la mentira a la corona se pagaba con la muerte. Tenía que decidir entre matar a Alaia y salvar a toda aquella gente que me apoyaba. Entre la espada y la pared, entre el amor y la lealtad, entre la rabia y la cordura. Sentía que no podría con aquello pero tenía que enfrentarlo, tenía que hacerlo y solo pensé en mí.
—Alaia pagará por lo que ha hecho pero necesito que me dejes encargarme de ello—respondí haciendo que él asintiera y se marchara rápidamente de allí.
En unas horas mandaría a la cárcel al amor de mi vida.
En unas semanas la mandaría a matar por traicionar a mi familia.
En unos años imaginaba que la culpa podría conmigo.
¿Por qué lo hiciste, Alaia?
¿Por qué no confiaste en mí?
Porque aunque tú dijeras que sí, tus actos hablaban por sí solos. Ya no nos separaría mi posición, ni mi padre, ni Nick nos separaría algo que va más allá de nosotros, la muerte. Aquella a la que habíamos tenido tan cerca unos días atrás, por la que me había faltado el aire, la que había acelerado mi muerte porque pensaba que te había llevado a ti. Otra vez nuestra amiga nos ponía entre la espada y la pared, entre querernos y odiarnos, entre ser felices y acabar de la peor manera, separados por la eternidad.
***
¿Un capítulo intenso, verdad?
¿Qué pensáis que pasará?
Espero que os guste.
¡Nos leemos!
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La vengadora de cristal.
Teen FictionUriel, el próximo príncipe de Agni, necesita un nuevo guardaespaldas debido a que el suyo ha muerto en los últimos ataques de los rebeldes a palacio. La vida le sorprenderá trayendo a su vida a Alaia, la que siempre tuvo de compañero al abandono, s...