Capítulo 13 _______

210 20 0
                                    

Se rió de nuevo y entonces cerró el grifo. —¿Me pasas una toalla, nena?

Agarré una y se la arrojé. Salió segundos más tarde, goteando y sonriendo mientras me miraba. Esperaba que enloqueciera como lo había hecho en el palacio. Pero algo cambió en mí. Mi cuerpo tomaba el control de una nueva manera. Ya no estaba a la defensiva, sino a la ofensiva. Y sería mejor que se cuidara o iba ser atacado.

Me acerqué a él por el suelo húmedo y froté la estrella hueca en su hombro con el pulgar. —¿Por qué es esto?

Le echó un vistazo y volvió a mirarme. —Uh ¿rebelión? —Sonrió—. Quería conseguir más tatuajes, coincidiendo con la luna llena y el tema de adorno de nuestras familias. Papá no estaba contento con eso. A pesar de que mi propio cuerpo me puso un tatuaje. —Se frotó la muñeca—. Oh, bueno. Él lo superó. Mamá se puso de mi lado. No pelea con mamá por mucho tiempo.

—Lo apuesto —dije y me reí al recordar la manera en que Peter la besaba en la casa de la playa—. Estoy segura que tu mamá puede ser bastante persuasiva.

Ladeó la cabeza hacia la ducha. —¿Vas a entrar?

Asentí. —Dejé el cepillo de dientes en el lavabo.

Una vez más, si pensó que iba a acobardarme y decirle que se largara, se equivocaba. Me saqué la camiseta mientras caminaba a la ducha y saqué el resto después de cerrar la puerta, arrojándolo por la parte superior. Lo vi en mi periférica y se quedó allí por mucho tiempo.

Pensaba en el cambio en mí. No lo entendía realmente; por qué la imprimación en mi cuerpo de repente era tan decidida en lo que sea que trataba de hacer. Pero estaba intrigado. Pensaba en nuestra noche de bodas. Acerca de la forma en que pensó que yo iba a estar asustada e increíblemente nerviosa. Lo sorprendí de la mejor manera en el auto anoche.

Él quería avanzar. Siempre avanzando.

Nuestros cuerpos estaban sintonizados para ello, aferrados a la idea de estar completamente cómodos y satisfechos con el otro. Había estado tan inmersa con la cosa de Vidente que lo apagué de alguna manera, y cuando todo eso pareció desvanecerse a una cantidad manejable, mi cuerpo dijo: ajá, estamos de vuelta en marcha.

Sonreí y asomé la cabeza por la puerta de la ducha justo como él lo hizo. —No lo pienses mucho, nene —le repetí y levanté las cejas antes de cerrar la puerta. Se rió y escuché el sonido del agua. Pronto estuve lista y de vuelta en esas ropas sucias.

Tan pronto como abrí la puerta del baño, Harry miró en mi dirección desde la ventana. —¿Todo refregado?

Asentí. Se acercó a mí lentamente y puso un brazo alrededor de mi espalda. Su cara se hallaba a centímetros de la mía y la forma en que me miró a los ojos hizo que mi respiración se acelerara. Empezó suavemente, apenas un susurro. —Me alegro de que no estés nerviosa. Me alegro de que estés lista. —No me sonrojé. ¡Síp, punto para mí! Sonreí para animarlo.

Debí hacerlo, porque acunó mi cara—. Lo último que quería era que te asustaras. Lo esperaba —admitió—, pero no quería eso. Así que saber que estás tan lista como yo —Su pecho retumbó y su agarre se apretó un poco—. Eso me hace muy feliz.

—Nunca podría estar asustada contigo —comprendí. Eso era, ¿verdad? ¿Eso era lo que cambió? Por fin llegué a la conclusión de que Harry nunca, nunca me lastimaría bajo ninguna circunstancia y se había arriesgado una y otra vez para demostrármelo. En Londres, el infierno que soportamos fue sólo otra piedra en el camino.

Él asintió por todo lo que escuchaba en mi mente. —Estoy tan feliz de que lo entendieras finalmente. —Su sonrisa era toda masculina y engreída.

Era sexy y linda y entrañable a la vez—. Estas manos —las apretó en mi cara para enfatizar—, nunca te tocarán sin ser suaves. A menos que no sea lo que quieras, por supuesto. —Levantó las cejas a la espera de que me negara, pero sólo esperé—. Estos brazos nunca te retendrán, pero te sostendré tan fuerte como me lo permitas. No puedo esperar para que seas toda mía. Me perteneces en cada manera, _______. Mía. —Asentí entre sus manos. Se acercó más y susurró—: Dilo.

No esperé ni un latido. —Te pertenezco. —Y él me pertenecía.

Sonrió. —Tienes la maldita razón. —Y entonces me acercó más y fui a su encuentro. Cuando su lengua se deslizó en la mía, pude probar la pasta de dientes. Me reí en su boca por el pensamiento. Se rió, también, y estiré los brazos alrededor de su espalda. Sus manos me acercaron más y recién me acomodaba cuando escuchamos gemir a uno de los dormidos.

Me lamí los labios mientras se alejaba. Miré el reloj. Eran más de las once de la mañana. Me di la vuelta para encontrar a Ele mirándome. Estaba pálida. Sus ojos llenos de lágrimas. Dijo con voz ronca—: ¿Fue real? ¿No fue un sueño que viniste y nos salvaste?

Luché contra mis propias lágrimas por eso. —No, fue real. —Me puse de rodillas y descansé mi cabeza junto a la suya en la almohada—. ¿Cómo te sientes?

—Como si hubiese estado familiarizada íntimamente con una picadora de carne.

Atando Cabos (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora