Capítulo cuarenta y tres.

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Observé a Cameron, estaba petrificado. Una expresión de dolor se acumuló en su rostro, fue muy fácil de reconocer.

—Leah, debes decirnos todo lo que sucedió aquí—me dijo uno de los hombres que estaban con Cameron.

Lo observé , sus ojos grises tenían un brillo particular, sabía que le dolía. Al fin y al cabo ese hombre lo había criado. Cameron guardó silencio y yo sentía que las palabras no me llegaban a la boca.

Tomé su mano y la acaricié.

—Soy  Leonardo Evans y él es Taylor,  y te ayudaremos. Pero necesitamos saber con exactitud...

—Él va a vengarse de ti—le dije a Cameron, este no miró, miraba a su padre. Joseph estaba sobre su propio cuerpo, tirado como un perro y con mucha sangre a su alrededor.

—A que te refieres con eso—me dijo el chico llamado Leonardo.

—Ha dicho que Cameron le quitó lo que mas quería y que el haría lo mismo, y que tampoco se ha olvidado de Leonardo—susurré, en cuanto terminé de hablar Cameron me miró lentamente.

—No voy a dejar que te haga daño—murmuró—, hay que matarlo—le dijo fuertemente a los demás.

Algo había cambiado en el rostro de Leonardo, y en el de Cameron también.

—Él ha dicho que... todos los que tienen el número trece son cómplices suyos, no tuyos.

Cameron asintió.

—Lo he descubierto junto a Leonardo, y van a pagar. Todos pagarán por sus traiciones, voy s hacerlos pagar a todos de la manera más doloroso, comenzando con tu padre, Leah.

Tragué saliva fuerte, sabía que la amenaza de Cameron iba en serio, que era una promesa.

—Hay que matarlo, tengo una hija ahora y no puedo arriesgarme—continuó Leonardo.

Lo miré, lucía preocupado, pero intentaba mantener la calma.

Yo, por el contrario, no quería mantener la calma. No podía más mantener la calma.

Un hombre psicópata con problemas mentales estaba suelto, y yo simplemente no podía quedar de brazos cruzados cuando todos nosotros estábamos en peligro.

—Quiero ayudar—murmuré.

Cameron negó, a la vez que comenzábamos a caminar hasta el automóvil .

—No, te quedarás en casa, sana y salva hasta que esto termine.

—Pero Cameron...—comencé a decirle, pero se detuvo.

Una expresión dolorosa se veía en su rostro, quería pensar que las lágrimas no caían por su rostro por el mero hecho que no estábamos
solos y él era alguien muy reservado.

—Ese hombre asesinó a Joseph a sangre fría, es esquizofrénico, y quiere dañarte para dañarte, así que llevarás tu culo hasta  mi casa y por ningún motivo lo moverás de ahí.

Y ahí estaba, el viejo Cameron se había ido por unos minutos, pero ya estaba de vuelta.

—Quiero ayudarte, puedo hacerlo.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora