[ faim ] ; 44

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A pesar de no tener el calor de su gata, Doyoung estaba tan cansado de toda su mierda, que no titubeó ni un segundo cuando se quitó los pantalones mojados y cayó encima de la cama dejando que Morfeo le acogiera en sus brazos sin oportunidad de pensar en nada.

Al día siguiente, le escribió a uno de los pocos contactos que tenía en la universidad para que le avisara qué habían visto el día anterior en un par de clases ya que gracias a Tempête y su enfermedad, se había pasado todo el día en el veterinario llorando, hasta que por la noche le fue un poco mejor.

Sin embargo, para su desgracia era un maldito ser humano con necesidades. Su estómago le demandaba pronto algún alimento, incluso el mareo casi no le deja levantarse de su cama cuando fue a preparar el desayuno.

Abrió su nevera un poco esperanzado y sonrío al encontrar yogurt y fresas congelándose. Inmediatamente lo sirvió todo en el único plato que tenía para la sopa y sonrió cuando al fin la comida entró a sus sistema. Eran las 7 de un sábado, en un par de horas tenía que ir a trabajar y esperaba que que ese día le pagaran. De solo imaginar toda la comida que podría comprar, su estómago rugía.

Aunque, igual no era mucha porque tenía que guardar para la universidad.

Pese a que se terminó la fruta, su estómago seguía hambriento y él no sabía qué hacer porque no tenía más dinero para comida y debía pensar en Tempête. Hasta que el olor a pan recién horneado le abrió aún más el apetito haciéndole olvidar de todo.

—Mierda —murmuró a su sistema con una expresión sufrida antes que escuchara cómo golpeaban a su puerta.

Sentía el olor intensificándose hasta que abrió la puerta y sus ojos se ampliaron sorprendidos.

—Lo siento, es que compré algunas cosas de más para el desayuno y bueno, no tengo a nadie con quién compartirlo —Dijo su vecino apenas él abrió la puerta mostrando una bolsa de pan, otra con huevos y salchichas.

Doyoung sonrió negando. En serio todavía no podía creerlo.

«estas cosas no le pasan a los perdedores como yo.»

—Soy vegetariano.

—¿Pero comes huevo?

Asintió feliz.

—Sin salchichas entonces. —Sonrió su vecino de vuelta. Doyoung jamás dejaría de admirar sus perfectos hoyuelos.


je te laisserai des mots ; jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora