[ corde ] ; 71

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Esa semana fue una de las peores para ambos.

A Doyoung ya se le habían acabado las lágrimas, pero Jaehyun ya había aprendido que aquello era mucho peor.

No era capaz de regañarlo por fumar como un loco, pero el hombre algunas veces se llevaba las cajas que encontraba por ahí y en cambio de aquello, dejaba algunos dulces porque recordaba que la época en él que también estuvo sumamente deprimido, aquello le subía bastante el ánimo.

Incluso, aunque muy bajito, colocaba algunas canciones que no sonaran tan deprimentes e intentaba limpiar todo, pero Doyoung solo estaba allí, sentado en su sofá, mirando a la nada. Odiándose más que nunca. Al borde una vez más.

Algunas veces se acercaba muy despacio, abrazaba a Doyoung por breves momentos mientras el joven se dejaba llevar, sin corresponderle, pero tampoco negarse. Totalmente inerte, preso de la profunda y abismal tristeza. Jaehyun volvía a sentir cómo él se relajaba entre sus brazos, pero cuando lo soltaba, volvía a tensarse, como una cuerda que en cualquier momento iba a romperse.

Si le pidieran describir al joven, diría eso; Doyoung era una cuerda que había resistido mucho peso, pero que cuando menos lo pensaran, llegaría a su límite y todo se iría a mierda.

Y Jaehyun definitivamente no quería que aquello suceda. Quería ayudarle a cargar con ese peso hasta que simplemente, ya no existiera. Se desvaneciera como las secas hojas de otoño.

Sin embargo, cuando ya era viernes y Jaehyun llegó muy tarde de su trabajo, un poco cansado porque no podía dejar de pensar en Doyoung y en qué podía hacer para mejorar su estado de ánimo, se encontró con un pequeño murmullo.

Era tan suave, dulce que hasta podía saborearlo. Se acercó hasta donde provenía el sonido mientras sentía cómo desde sus dedos de los pies, hasta sus hoyuelos, se calentaba con aquella melodía.

Doyoung estaba abrazando sus piernas con los ojos cerrados tarareando la melodía de aquella canción que ahora era tan íntima para ellos dos. Era la primera vez en días que le veía más tranquilo, incluso había comido algunas cosas que le había dejado encima de la mesa.

Jaehyun comenzó a retroceder hasta que se chocó contra el piano. Aquel viejo piano que su abuela le había dejado como herencia y que con tanta vehemencia solía tocar años antes hasta que sus dedos llegaban a arder y sangrar.

Uno de sus dedos pareció tener vida propia mientras se dirigía hacia el piano y tocaba una tecla.

Doyoung se detuvo un momento y Jaehyun creyó que lo había estropeado, pero solo fue para tomar aire y proseguir con su canto.

Igual que sus dedos comenzaron a tocar aquella melodía acompañándolo.

«Verte bien se sentía tan malditamente bien. »

71. CORDE

je te laisserai des mots ; jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora