Capítulo 5

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-No puedo esperar para contárselo.

Zayn gruñó de enfado y levantó sus ojos al rubio, que le entregó su mejor sonrisa y un baile idiota a cambio de nada.

-Quiero que te calles.

-Vamos, lo verá por sí mismo, no has parado de hacer el gilipollas toda la semana- dijo, ampliando su sonrisa- para mi delicia- añadió.

-¡Y la mía!- gritó la señora Freeman desde la cocina.

-Gracias, amor- Niall le gritó de vuelta, carcajeándose frente a la mirada de disgusto de Zayn.

No era broma. Tanto la señora Freeman como Niall, y quizá todo aquel que hubiera tenido dos ojos en la cara y curiosidad, habían sido testigos del más bochornoso espectáculo que Zayn había ofrecido cada tarde en el café a su llegada.

El martes había pasado de largo sentándose en la barra y volviéndose en el taburete, con su taza entre las manos, sin apartar la vista de Liam, al que al final había hecho levantarse e irse completamente colorado. Había cumplido su objetivo, saber si de verdad se mostraba desinteresado porque lo estaba o solo era una fachada que se había construido por reparos nacientes de la primera conversación seria que habían tenido. La segunda opción como respuesta final hizo a Zayn un poco más feliz esa tarde.

El miércoles se había acercado a su mesa y le había intentado meter en una conversación a la fuerza hasta que Liam, de nuevo, suspirando y cerrando su cuaderno, se había levantado y se había marchado ante la irritación de Zayn, que no había hecho nada por detenerle.

El jueves, Zayn había optado por no hablarle, pero había durado en su decisión dos minutos, antes de coger un trozo de pastel de arándanos, que había descubierto que eran su favorito, y dejárselo sobre la mesa con una sonrisa. Liam le había dicho que era su cuarto trozo del día y que estaba lleno, pero se lo había agradecido como si se lo hubiese comido de verdad. Zayn había insistido, alegando que el deporte lo solucionaría, porque estaba claro que ese cuerpo no se conseguía solo por genética. Casi se había llevado las manos a la cabeza. Él no era una colegiala en sus quince frente al capitán del equipo de fútbol, joder, por supuesto que no lo era. Liam había vuelto a cerrar su cuaderno y esta vez se había acercado a la barra en lugar de marcharse directamente.

"Dile que pare" le había pedido a Niall, al que solo le faltaban un cubo de palomitas.

"Por favor, que no pare nunca" había obtenido como respuesta.

Liam había tenido claro que en Niall no encontraría la solución, pero en algún sitio tenía que encontrarla, porque se estaba haciendo cada vez más duro dejar a Zayn con las palabras en la boca y marcharse antes de decir alguna cosa tonta que les igualara. Liam había escalado posiciones día a día manteniendo su postura y no le había ido del todo mal. Su obra estaba avanzando a pasos agigantados gracias al café y a la música ambiente, que nunca le decepcionaba. Solo la molestia de Zayn diez minutos al día se podía catalogar como mala, aunque no se atrevería a llevarlo a ese nivel. Una parte de él, esa que había conocido de Louis, sentía plena satisfacción al ver a Zayn de esa manera.

Sabía que se cansaría en algún momento, algo que no sabía si quería que de verdad llegara. Pero cuando lo hiciera, las cosas volverían a su sitio y el universo podría seguir su rumbo.

Louis por su parte había pasado la semana sentado en el altillo de la librería sin mucho que hacer. Sabía que se había prometido a sí mismo dejar a un lado su presión por la escritura que llevaba acompañándole mucho tiempo y pasar a relajarse en cierta manera. Lo único que había cambiado en su rutina había sido caminar media hora cada día por el barrio antes de coger su portátil y sumergirse en la librería. No era un gran cambio, lo sabía bien.

El Café 17 - Louis y HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora