Capítulo 20

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Louis entró sonriente la mañana siguiente en la librería, algo le decía que Amalia no habría dejado a un lado la posibilidad de leer toda su libreta en una noche, tampoco era demasiado complicado hacerlo, y a pesar de que se estaba desnudando internamente con alguien más, se sintió realmente aliviado al hacerlo, como si supiera que dando un paso adelante con ello estaba también dando un paso adelante en su vida, y aquello tampoco le venía mal.

Amalia estaba de espaldas, con sus brazos en jarras mirando una de las estanterías en la parte alta. Se volvió hacia él cuando escuchó la campanilla de la puerta y sonrió quizá como imitación de la propia sonrisa de Louis.

-Anda, ayúdame- le dijo, señalando con la mano una escalerita pequeña-. Necesito alcanzar un par de libros y hoy no me siento demasiado religiosa con mi equilibrio.

-¿Señalas la escalera por algo en particular? No soy tan bajito.

-Venga, no seas tonto y ayúdame, tengo que entregarlos en un rato.

Louis sonrió ampliamente y los recogió bajo las indicaciones de ella, que solo le decía colores y para nada los títulos de sus libros.

-Me encantaría que alguien si tuviera que describir mis libros lo hiciera por el color del lomo, es tan... gratificante- dijo con sarcasmo, sentándose en una de la butaquitas.

-Esta mañana te has levantado gracioso.

-La otra opción era levantarme llorando, ayer escribí a Harry y me contestó bastante borde, me consolaría que hayas leído lo que te dejé y me dijeras lo que te parece o tan solo... algo. Mis esperanzas en verte más allá de un par de semanas están naufragando, tendrás que volar a Nueva York cada vez que quiera verte. Es bonito en otoño...

Amalia suspiró. Le encantaba la ironía, ella misma era una gran maestra en el arte, pero la ironía de Louis resultaba pesada en cuanto la escuchabas más de dos segundos seguidos, y más si estaba acompañada de un humor desastroso escondido en sonrisa brillante. A pesar de ello se atrevió a intentar cambiar su negativismo.

-Me hubiese gustado conocer a tu abuelo.

-A él le habrías caído bien- dijo Louis, encogiéndose de hombros-. No te sientas demasiado afortunada, a él le caía todo el mundo en gracia, era algo que yo no soportaba, pero... era él.

-¿Algo más que no hayas plasmado en tu libro sobre él?

-Pregunta lo que quieres preguntar, cariño- le dijo Louis, sonriendo de lado con sus ojos chisposos.

-Conoces bien a las personas.

-Soy escritor- dijo, como si esa excusa resultara una obviedad-. Pero pregunta sin miedo.

-¿Has escrito algo alguna vez que no sea fiel reflejo de alguien que conoces?

-¡Ahí es donde quería verte!- dijo él, ampliando su sonrisa-. Sinceramente, nada que haya publicado, como habrás comprobado. Aunque si leyeras cosas que escribí cuando todavía no diferenciaba tiempos verbales comprobarías que sí lo hice antes. Es... difícil escribir algo sin inspirarte en tu propio alrededor, por no decir imposible, ideas, estudio, trabajo, esfuerzo... todo está lleno de la vida en particular, así que... bueno, imagino que no dejaré de escribir sobre todo ello.

-¿Lo escribiste con dieciséis?

-Sí, el primer borrador lo terminé en dos meses, suspendí cinco asignaturas ese año, tuve que pasar el verano en una academia para aprobar y no repetir curso.

-Mereció la pena.

-Sin lugar a dudas.

El silencio que siguió a aquello Louis lo interpretó como preguntas en el aire que no sabía si ella tenía miedo o reparo en formular, así que lo puso fácil, algo que también se le daba bien hacer, además de la ironía.

El Café 17 - Louis y HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora